79-ULTRA EN GRAN CANARIA
UNA CARRERA REFERENTE
Javier Sanmartín Soler


El día 3 de julio de 2020 ya había pagado la inscripción de la carrera Transgrancanaria que se iba a correr el próximo año. Concretamente el 6 de marzo. Las inscripciones anticipadas habían salido unas semanas antes y no me quería quedar sin plaza. Aunque fuese anticipada costaba tanto como tres pares de zapatillas de las que yo usaba. A la hora de pagar me hizo duelo pero si no me inscribía estaba seguro de que luego lo lamentaría. Llevaba unos meses de gastos importantes y la inscripción además llevaba otros gastos asociados por lo que resultó todavía más costosa.
Meses antes ya había hablado con mi amigo Adolfo para que me acompañase y puesto que él estaba conforme ya no tenía más excusas. Podía hacer una carrera importante y me apetecía. En los días siguientes pagué billetes de avión y la reserva del hotel. Dejé alguna cosa pendiente como el alquiler de un coche pero eso ya no me preocupaba tanto puesto que lo importante ya lo había gestionado. Ahora ya solo tenía que entrenar.
En cuanto a la prueba decir que era pionera de las carreras ultra trail de las islas Canarias desde el año 2003. Era reconocida en el calendario nacional, europeo y cada vez tenía mayor importancia a nivel mundial. La carrera dispone de varias modalidades y cada participante tiene que elegir la que mejor se adecue a su nivel. Las distancias son 250, 128, 65, 42, 30 y 17 Km. La prueba reina (y más mediática) es la de 128 Km, con un desnivel de 7500 metros, se sale a las 23 horas de la noche y tiene un tiempo máximo para terminarla de 30 horas.
La historia de la carrera se remonta al año 2003 cuando 65 corredores participaron en la primera edición. Con cada edición el número de participantes aumenta y la organización mejora para hacerse un hueco en las carreras ultra trail a nivel mundial. Para hacerse idea de la magnitud de la Transgrancanaria diremos que para la edición del año 2015 contó con 400 voluntarios, 100 periodistas y 3000 corredores de 70 países. En la actualidad las cifras van en aumento y se retransmite por televisión.
Durante el recorrido lo habitual es que predomine el buen tiempo tanto de día como de noche y que lo hagamos en un entorno rodeado de naturaleza. Pero también podemos encontrarnos con frío, calor, viento, calima, etc... La prueba de 128 Km transcurre por la isla de norte a sur empezando en la playa de “Las Canteras”, atraviesa varios picos emblemáticos y finaliza en Maspalomas.
La organización de la carrera se encarga de la bebida y de los alimentos que toman los corredores durante la prueba a lo largo de los avituallamientos (que también son puntos de control). Cada punto de control tiene su horario de cierre. El material obligatorio que la organización pide a cada participante es el siguiente:
Luz delantera y trasera.
Teléfono.
Manta térmica.
Chaqueta impermeable.
Gorra / pañuelo.
Dorsal.
DNI.
Comida suficiente.
Reserva de agua de 1,5 litros.
Vaso de plástico.
Dinero en metálico.
Finalizar la carrera aporta 5 puntos para poder participar en el ultra trail del Mont Blanc (UTMB) que es la carrera ultra trail más importante de Europa. Además la Transgrancanaria forma parte del circuito internacional de carreras de montaña (ultra trail world tour UTWT) que se disputan a lo largo del planeta.
La Transgrancanaria ha sido la segunda prueba de ultra trail más importante de Europa. El récord de la prueba lo tiene Pau Capell que es el ganador de las ediciones de los años 2017, 2018 y 2019 con un tiempo de 12 horas 42 minutos y 40 segundos.
LA SALIDA
Esta es parte de la crónica de la carrera... unas horas antes de comenzar la carrera dormí unas dos horas profundamente. Me hubiese gustado descansar una hora más pero mi cuerpo no quiso. Aun así intenté volver a quedarme dormido un rato más. Durante ese tiempo estuve tranquilo hasta que mi cabeza se empezó a activar puesto ya que debía de ultimar alguna cosa antes de la carrera.
Tenía unas cuatro horas por delante y proveché para darme una buena ducha. Cuando estaba viendo la televisión Adolfo entró en el apartamento. Luego repasé el material que me hacía falta para el cambio de mochila. A las 20 h cené dos mandarinas, dos yogures y dos galletas de chocolate. No tenía mucha hambre después de la comilona que nos habíamos dado unas horas antes.
A las 21 h comencé a vestirme con la ropa con la que iba a correr. Pero primero me unté con vaselina las zonas que iban a ser susceptibles de sufrir rozaduras. Toda la ropa que iba a usar era ropa técnica y de calidad que estaba diseñada para correr de manera intensa por lo que tenía un tacto suave, flexible y sobre todo era cómoda. Empecé por los calzoncillos que eran del tipo slip y no llevaban costuras. Me puse unos calcetines finos diseñados para no crear fricción. Luego unos pantalones cortos grises de secado rápido. Una camiseta negra con detalles dorados de manga larga diseñada para evacuar el sudor de la espalda al portar la mochila. Terminé con una chaqueta gris con capucha impermeable.
A las 22:15 h salimos del apartamento y me puse la mochila a la espalda con unos 3 Kg de peso en la que portaba el resto de material. También aproveché y me coloqué el dorsal de la carrera con unos imperdibles. Teníamos que andar unos 800 metros hasta la salida de la carrera y notaba que las piernas las tenía rebosantes de energía. Miré hacia arriba había luna llena, refrescaba un poco y hacía aire, pero era una noche perfecta para correr. Paramos a comprar una botella de agua pequeña para ir bebiendo tragos cortos. Conforme nos acercábamos nos encontrábamos con cada vez más corredores.
Había un ambiente extraño en el paseo marítimo. Por un lado había corredores y familiares y por el otro la gente que estaba de vacaciones. Entre los corredores había cierta tensión interna al tratarse de una carrera dura, sin embargo la gente que estaba de vacaciones estaba relajada cenando o tomando algo en las terrazas.
A las 22:40 h ya estaba al lado de la salida pero me quedé con Adolfo hasta las 22:50 h. Para hacer algo de tiempo saqué de la mochila el buff y el frontal y me los puse en la cabeza. No quería ponerme junto a los demás corredores porque antes de la salida en las carreras me pongo nervioso. La gente habla de la carrera, de lo que han entrenado, etc... son cosas normales pero me generan dudas e inseguridad puesto que te empiezas a comparar. Pero sobre todo es la espera hasta que dan la salida que siempre se me hace eterna. Por eso intento estar tranquilo y no pensar.
Pero llegó la hora y tuve que despedirme de mi amigo y meterme en un hueco junto al resto de corredores. Había ya mucha gente concentrada. Estaba nervioso pero sabía que en cuanto diesen la salida y mis piernas comenzasen a trabajar todo se pasaría.
Quedaban 5 minutos y de pie estábamos 800 corredores que habíamos venido de todo el mundo, cada uno con una historia. Había música y el ambiente era emocionante.
Faltaba ya poco y de repente sonó una canción local de la isla que se titulaba: “Ay mi Gran Canaria”. Preciosa, ya la había escuchado antes viendo vídeos de la carrera, pero oírla en ese momento me pareció mágica. De repente hubo un silencio y sonó la megafonía:
“Adelante viajeros, sed todos bienvenidos. Como cada año os presentáis aquí hoy para desafiarme. Para tratar de conquistar mis barrancos y mis montañas. Pero no os confiéis, no os lo voy a poner nada fácil. Os habéis empleado a fondo para estar hoy aquí en mi casa y esa es la primera de las victorias. Cada paso, cada lágrima, cada caída, cada gota de sudor, no habrá sido en vano. Es el momento de alzarse fuerte, de erguir el brazo y cerrar el puño, de gritar muy alto. Llegó el momento de correr y no cejar en el empeño hasta alcanzar la línea de meta. Llegó la hora de alcanzar la gloria. Llegó la hora de que me conozcáis. Yo soy la Transgrancanaria”
Después de aquellas palabras comenzó una cuenta atrás de diez segundos para empezar la carrera.
La verdad es que era todo muy emocionante. Adolfo estaba grabando un vídeo con el teléfono y lo tenía a la vista. Tres, dos, uno y sonó una bocina que anunciaba el comienzo de la carrera.
Tardamos unos segundos en empezar en salir puesto que había mucha gente. Aproveché otra vez para despedirme de Adolfo y le dije a mi cuerpo: “Ahora si, empieza a correr”.
EL COMIENZO DE LA CARRERA
Empecé a trotar al pasar el arco de salida puesto que los chips que llevábamos en el dorsal comenzaban a pitar y a registrar la actividad. Sobre nuestras cabezas había fuegos artificiales que avisaban del comienzo de la carrera. Como era de noche resultaban atractivos para la vista. En esos momentos había mucho ruido y gente animando.
Los primeros metros se corrían por la arena de la playa. No resultaba muy incómodo hacerlo. Corría por un lado intentando no tropezar con nadie. Tenía el frontal apagado puesto que aun se veía y la luz de posición roja encendida en la mochila. La gente salía emocionada a un ritmo elevado, yo quería comenzar con prudencia por lo que me mantuve en el medio.
Al rato abandonamos la arena para empezar a correr en el paseo marítimo. Me paré en un banco y me saqué la arena que se me había metido en la zapatilla. Solo estuve unos segundos pero en ese tiempo me adelantaron unas 30 personas. No me preocupó puesto que la carrera era muy larga y acababa de empezar.
La gente iba charlando y podías escuchar conversaciones en muchos idiomas. Había ingleses, franceses, alemanes, chinos, rusos... Los primeros kilómetros no tenían dificultad. Las piernas funcionaban bien, demasiado bien cosa que me inquietaba. El último día que había corrido fue el 29 de febrero para que mi cuerpo hiciese acopio de energía.
Empecé a regular el calor que tenía en el cuerpo con las cremalleras de la chaqueta y la camisa de manga larga. Aun así hacía una temperatura buena de momento. Hice un chequeo general para comprobar que todo estuviese correcto. La mochila la llevaba perfectamente sujeta al cuerpo sin que me molestase nada. El agua estaba bien repartida, atrás llevaba una bolsa de 1,5 litros y delante llevaba dos botellas flexibles de 0,5 litros. El resto de cosas de la mochila también estaban bien distribuidas en cuanto al peso. La ropa me permitía total libertad de movimientos y no había nada que me molestase. Las zapatillas eran cómodas y los cordones no los había apretado en exceso.
Todo estaba bien y anímicamente tenía ganas de pelear. La estrategia de la carrera era sencilla, de poco en poco. Yo corría por sensaciones y ahora solo quedaba por ver hasta donde podía llegar.
En la mochila llevaba un pequeño teléfono móvil que había quedado con Adolfo en encender a las 8 h de la mañana, por lo que de momento tenía toda la noche para correr. Por la mañana ya le avisaría de donde estaba y el acudiría al avituallamiento más cercano. Así el podía dormir tranquilo. Yo le insistí en que viniese como mucho al primer avituallamiento y que luego se fuese a descansar. Lo que pasaba es que Adolfo ya era mayorcito y hacía lo que le daba la gana. Yo quería que el descansase la noche pero el llevaba otros planes.
Conforme pasaban los primeros minutos la carrera se estiraba. Abandonamos el paseo marítimo, las luces de la ciudad quedaban atrás y empezamos a ver un monte. Aquí ya no había vuelta atrás, comenzaba la carrera y nos alejábamos de la civilización. Era un reto no apto para pusilánimes.
En la mochila tenía un pequeño reproductor de música para distraerme, pero de momento no quería utilizarlo ya que prefería estar concentrado en lo que hacía. De momento había mucha gente y constantemente adelantabas o te adelantaban. Prefería estar atento y pendiente de todo, ya tendría más adelante la opción de utilizarlo.
Llevaba el dorsal con el número 363. Me resultaba llamativo el número. El dorsal era bueno, de calidad y estaba plastificado. Lo llevaba sujeto a la chaqueta con cuatro imperdibles. En la parte de atrás estaba el chip. En un lateral ponía mi nombre y en el otro un teléfono por si durante la carrera tenía una emergencia. Pero lo mejor era que debajo del número salía un gráfico con el perfil de la carrera. Se podía ver puesto que estaba invertido de manera que con solo agachar la mirada podías hacerlo. Parecía una tontería pero era una información muy útil. Además en ese gráfico también se disponía de información en cuanto a la altitud, los kilómetros y los puntos de avituallamiento. Encendí mi frontal y saqué los bastones, la pendiente ya costaba subirla solo corriendo.
TRAMO 1
El primer avituallamiento se encontraba en Arucas y estaba situado en el kilómetro 16,5 a 291 m de altitud. Comenzaban las cuestas y la primera estaba asfaltada. No era muy prolongada y ya había gente que empezaba a utilizar los bastones. La anchura del camino era de unos tres metros y estaba saturado de corredores, cada uno intentaba encontrar su ritmo. Había gente que caminaba y otros corrían por lo que eran frecuentes los adelantamientos. De momento como la pendiente no era muy exigente podía correr con los bastones.
Al rato el asfalto desapareció y pasamos a correr por la tierra y piedras. El recorrido hacía un zig zag hasta que llegamos a la cima del monte. Arriba el camino se ensanchó y se podía correr con mayor distancia entre los corredores. Luego vino una bajada, otra subida, la gente adelantaba constantemente y había que estar atento para dejar pasar.
En una bajada prolongada llegamos hasta un pueblo y más tarde llegamos a un paso estrecho, era como el cauce de un barranco y estaba lleno de piedras grandes. Además empezaba a haber algo de humedad. Había que tener cuidado porque no se podía correr bien y por determinados sitios solo se podía pasar de uno en uno puesto que había bastante vegetación. Era importante estar atento al terreno puesto que ya empezaba a caerse la gente y te podías hacer daño. El frontal alumbraba bien pero el terreno cada vez era más complejo.
Fue entonces cuando en uno de esos pasos estrechos resbalé. Si caía lo haría sobre unas piedras y como os imagináis no tenía muchas ganas de darme una buena castaña nada más empezar. Apoyé bruscamente el bastón de lado para no caerme y no me caí pero pude escuchar un crujido en el bastón. Cuando lo miré estaba deformado.
¡Madre mía...!, pensé: “¿Como es posible, si acabo de empezar?”. No me lo podía creer se había partido en la unión de un tramo. El bastón tenía tres tramos y se había roto el de en medio. No había llegado a desencajarse solo estaba deformado, pero estaba roto. Era cuestión de tiempo que se acabase de romper del todo si lo seguía usando. Si se partía del todo sería mi final. No había empezado a subir todas las cuestas que tenía que completar. Vaya desastre. Llevaba unos 10 Km de carrera y ya estaba metido en un buen aprieto. Intenté no entrar en pánico puesto que sabía que sin los bastones era muy complicado terminar una carrera como esta. Eran imprescindibles puesto que jugaban un papel crucial para no sobrecargar a las piernas. Seguí corriendo mientras pensaba.
Por suerte no se había roto por completo, estaba deformada y aún se podía utilizar. Lo que pasaba es que ahora tenía que cargar menos el peso en ese bastón y el otro que estaba bien lo podía utilizar con normalidad. Estaba dañado al 80% por lo que había que tener cuidado con no forzarlo mucho más. Si se partía por completo ya me podía despedir de la carrera puesto que sin el estaba seguro de que no podría acabarla.
Nadie llevaba repuestos de bastones, además no era parte del material obligatorio que había que portar. Era una elección personal de cada corredor aunque la mayoría los usaba. Luego se me fueron ocurriendo ideas. Solo tenía que aguantar hasta poder conseguir algo de cinta aislante, kinesio, celo o esparadrapo. Cualquiera de esas cosas me podían servir para hacer un apaño provisional y poder continuar con la carrera. Por lo que decidí seguir corriendo hasta el siguiente avituallamiento y cuando llegase allí intentaría solucionar el problema.
Era tal la preocupación que llevaba que durante varios kilómetros mi cabeza solo estuvo pendiente del bastón. Pero al final lo fui tanteando y si lo forzaba un poco el bastón se volvía a doblar. Por suerte no se llegaba a partir del todo. Aun así era preocupante y tenía un bastón prácticamente inservible.
Empecé a beber agua, durante la primera hora no bebí nada pero después notaba la necesidad de hidratarme cada cierto tiempo. Calculé que no quedaba mucho rato para llegar al avituallamiento. Por suerte el terreno no era exigente y pude prescindir de utilizar los bastones un rato.
Entramos en un pueblo y antes de llegar al avituallamiento me encontré a mi amigo Adolfo. No me lo esperaba. Me paré unos segundos para hablar con él. Le dije que todo estaba bien salvo por el bastón pero que pronto lo solucionaría. Continué trotando hasta llegar al avituallamiento. Llevaba casi dos horas corriendo y apenas estaba fatigado. Había mucha gente entre corredores y personal de la organización. Todos estaban atareados y cada uno iba a lo suyo. Como era el primer punto de abastecimiento el avituallamiento era pequeño y estaba saturado. Rellené el agua que había gastado y comí algo de membrillo. Apenas había personal libre que me pudiese ayudar. Por lo que en ese momento pensé que sería mejor continuar y en el siguiente avituallamiento que era mayor solucionar el problema. Así que sin pensarlo demasiado decidí continuar, aunque tenía mis dudas y no sabía si hacía bien o hacía mal. Menudo comienzo.
TRAMO 2
A la salida del avituallamiento estaba de nuevo Adolfo, esta vez no paré y solo cruzamos unas palabras. Salimos del pueblo por un estrecho sendero que poco a poco adquiría mayor pendiente.
El siguiente punto de control estaba en Teror, era el kilómetro 27,9 de carrera y tenía una altitud de 588 metros. Por lo que tenía que hacer 11,4 Km. No era mucho, el problema era que casi todos era en subida. Miré al reloj era la 01:05 h y me volvía a sumergir en la oscuridad de la noche. Estaba bien, a gusto y como había entrenado bien mi cuerpo respondía.
El camino se volvió tan estrecho que empezamos a subir en hilera. La inclinación era considerable y ya nadie podía correr. Aquí era donde los bastones empezaban a trabajar y a ser útiles.
Intentaba hacer menos fuerza con el bastón que tenía dañado y ya sabía hasta donde podía forzarlo. Era un poco complicado ascender así pero al final me pude acostumbrar. Aun con todo llevaba un buen ritmo. Estuve subiendo sobre una media hora y poco a poco adelantaba a más corredores.
Mas tarde atravesamos una zona llana y como el desnivel era pequeño comencé a correr. La idea era simple: en las cuestas pronunciadas había que andar y en los llanos correr. Las cuestas ponían a todos a prueba ya que se aumentaba el ritmo cardíaco. Pero tarde o temprano acababan y al llegar a la cima el cuerpo, si todo iba bien se recuperaba y podías seguir compitiendo.
Pero como se dice: “La alegría dura poco en la casa del pobre” y a los diez minutos ya estábamos en las mismas. Ahora tocaba otra subida pero esta ya era importante. Luego había que bajar prácticamente lo mismo. Lo bueno era que después de ese pechugón llegaríamos al segundo avituallamiento. Aquí la carrera ya se ponía seria y empezaba a enseñar los desniveles importantes que había que atravesar.
Conforme iba ascendiendo iba notando que cada vez hacía más viento. El frío no era el problema puesto que había unos 16 ºC, pero con el viento resultaba una combinación desagradable. Por lo que tuve que ponerme la capucha de la chaqueta. El resto de gente que empezó corriendo en tirantes o en camisetas de manga corta, tuvieron que parar y abrigarse.
Aunque iba andando cuesta arriba, con los bastones podía hacerlo con mayor velocidad que sin ellos y las piernas las llevaba más descansadas. Atravesamos una zona ancha que estaba llena de árboles. El suelo del camino estaba formado de una arena rojiza del mismo color que la arcilla. Era muy resbaladiza por lo que había que subir con bastante precaución. Las caídas ya eran habituales, debido a los resbalones pero no revestían de gravedad.
Resultaba casi hipnótico mirar el suelo porque era de un color naranja y marrón precioso. Los árboles y las hojas también tenían unos colores vivos y todos mezclados hacían que pareciese una ilusión estar corriendo por aquel paraje. Era la naturaleza de la isla en estado puro. Era una cosa digna de admirar que te hacía olvidar todo lo demás. Mientras sufría subiendo pensé: “Si hay alguien que no es capaz de admirar esto, es que algo está haciendo mal”. Subir esa cuesta era de las mejores cosas que había hecho desde hacía tiempo y es algo que me costará olvidar. Me hizo sentir pequeño y vivo. Si tenía alguna duda de hacer carreras de este tipo pronto se disipaban y hacían que todo valiese la pena.
Al llegar arriba hacía un viento considerable. Miré el dorsal de la carrera y pensé: “Ahora es fácil y solo queda la bajada”. Pronto empezó el desnivel a cambiar y ya se podía correr. Pero el suelo seguía siendo de tierra y resbalaba mucho por la humedad. Con un bastón dañado no me atreví a correr y solo pude trotar. Fue un desastre porque aunque no iba del todo despacio me empezaron a pasar un montón de corredores. En la bajada ya no hacía viento y el frío se soportaba mejor. Notaba que en ese momento no estaba disfrutando y me tocó sufrir durante un rato.
Por suerte cuando la bajada terminó se llegaba al avituallamiento de Teror. Al llegar Adolfo ya me estaba esperando y se llevó mi bastón para arreglarlo mientras yo reponía el agua que había gastado.
Ya iba camino de las cuatro horas de carrera y apenas había comido. Por lo que comí una pequeña palmera dulce, algo de chocolate y unos cuantos higos secos. Cuando había terminado Adolfo regresó con el bastón reparado. Había puesto una cinta adhesiva que había sacado de unas vallas o algo así. No le presté mucha atención puesto que la megafonía estaba alta y estaba alucinando. Estaba salvado, el apaño era simple pero parecía efectivo. Le di las gracias y sin perder mucho más tiempo reanudé la marcha. Me esperaba otro tramo complicado que era parecido al anterior pero por lo menos ahora podía estar más tranquilo. Recuerdo que al salir del avituallamiento del pueblo llevaba una sonrisa de oreja a oreja.
TRAMO 3
El tercer tramo terminaba en Fontanales. Era de unos 12 Km, la altitud llegaba casi a los 1000 metros y suponía el kilómetro 40 de la carrera. En cuanto al perfil era muy parecido al anterior y constaba de subidas prolongadas y largas bajadas en las que se podía correr.
En la primera mitad del tercer tramo había que subir una cuesta larga y continua por lo que había que armarse de paciencia. Me dedicaba a ir avanzando sin apenas mirar arriba. Hacía frío y cada vez que ascendíamos a lo alto de un monte notábamos un aire bastante molesto. En unas horas amanecería y el frío que tenía en el cuerpo se convertiría en calor. Lo había vivido en otras ocasiones.
Era mejor correr por la noche que durante el día con un sol abrasador. De todas formas también iba a correr durante la mayoría de horas del día. De todo me iba a cansar. La carrera estaba hecha para atravesar determinadas zonas en una franja horaria y para hacerla en unas 20 o 25 horas. Ese era el tiempo medio que iba a tardar la mayoría de las personas, aunque los primeros en finalizar lo harían un tiempo de 13 h La organización concedía para acabar un tiempo máximo de 30 horas. Todo lo que se pasase de las 20 horas de carrera significaba volver a correr una segunda noche ya que a las 19 h oscurecía. Anímicamente correr una segunda noche era más duro y lo hacía todo más complicado. Acumular retrasos significaba sufrimiento añadido. Pero aún era pronto para pensar en esas cosas.
Gracias al arreglo de Adolfo podía utilizar el bastón dañado con mayor seguridad cosa que me aportaba tranquilidad y confianza. Podía apoyarlo mejor, sin miedo a partirlo, pero tenía que tener algo de cuidado. En las subidas llevaba un buen ritmo y poca gente me adelantaba. Sin embargo yo iba pasando a rezagados. Pensaba en mis cosas para distraerme mi familia, mis amigos, etc... también pensé que en cuanto llegase al siguiente avituallamiento llevaría ya 40 Km. Psicológicamente era importante puesto que era casi un maratón.
Luego quedaba hacer otro maratón y otro poco más para llegar al avituallamiento del Garañon que estaba en el Km 85 de carrera. Si llegaba hasta ese punto (que era donde además se hacía el cambio de mochila) tenía mucho ganado. Llegar al Garañon suponía terminar con prácticamente la mayoría de cuestas de la prueba. Quedaba alguna pero las grandes ya las habría pasado. A partir de ese punto era casi todo cuesta abajo. Pero para llegar a ese punto aun faltaba mucha carrera.
Sumido en mis pensamientos terminaron las cuestas y comenzó una bajada. En ella me pasó exactamente lo mismo que en la anterior. Me empezaron a pasar corredores que en la subida había adelantado y gente que venía de más atrás. Me rebasaban con una soltura que yo no tenía. Algo fallaba y empecé a preguntarme porque pasaba eso. Podía correr pero prefería bajar con algo de cuidado. Yo no quería sobrecargarme las piernas pero la gente bajaba corriendo y sin bastones. Entonces comprendí que no había entrenado lo suficiente el correr cuesta abajo. Pero es que ni me había percatado hasta ese momento.
No entendía como se me podía haber pasado eso. Con todo lo que había entrenado y me había olvidado de una cosa tan sencilla. Me había preparado para correr durante bastante tiempo, había entrenado las cuestas, podía correr con peso y muchas cosas más. Pero jódete que se me había olvidado en la preparación correr por bajadas. Correr con los bastones no lo había entrenado mucho, de hecho solo lo hice dos veces antes de la carrera pero por lo menos lo había practicado algo y no me sentía torpe con ellos. Pero esto no lo había practicado ni un solo día. Y notaba que si intentaba seguir el ritmo de los demás pronto se me sobrecargarían los cuádriceps y no podía. Era todo debido a la falta de costumbre.
“Que tonto” pensé. “Menudo Fallo”. Una cosa tan fácil pero... fue en ese momento cuando fui consciente de que aquel fallo me iba a pasar factura. Pero ya no podía lamentarme mucho más y como pude fui bajando al trote sin poder llegar a correr. La bajada se me hizo pesada cuando tendría que haber sido todo lo contrario.
Casi que me alegré cuando volví a subir. En las cuestas me sentía más cómodo y seguía pasando a gente que iba andando. Cuando llegué al avituallamiento Adolfo ya me estaba esperando. Llevaba toda la noche despierto y eran poco más de las 5 de la mañana. Repuse mis reservas de agua y comí algo sin perder mucho tiempo. Físicamente me encontraba bien y estaba deseando afrontar el segundo maratón.
TRAMO 4
El cuarto tramo finalizaba en Los Pérez y comprendía 11,4 Km con un desnivel de 833 m. Correspondía con el kilómetro 50,9 de carrera. En este tramo se comenzaba subiendo, luego había una buena bajada de unos 5 Km que terminaba en un barranco y después había que subir otro monte antes de llegar al avituallamiento.
Siendo consciente de la dificultad del nuevo tramo empecé a pelear para acabar lo más rápido posible con él. De momento tocaba subir y no tenía ningún problema. Lo que me preocupaba era luego la bajada ya que era una de las más largas y pronunciadas de la carrera. Las restantes se encontraban en los kilómetros 70, 90 y 100.
Tenía la sensación de estar en un montaña rusa, primero subíamos un monte y luego bajábamos otro. En cuanto terminaba uno comenzaba el siguiente. Había perdido ya la cuenta de cuantos llevaba pero sabía que aun faltaban muchos más por recorrer. Además poco a poco iba aumentando la dificultad y los desniveles eran cada vez más bruscos. De momento con alguna que otra complicación los podía soportar pero dudaba de hasta donde llegaría cuando mi cuerpo empezase a fallar.
Lo que estaba claro era que tarde o temprano llegaría ese momento. Menos los primeros clasificados que eran corredores profesionales y prácticamente no pararían hasta llegar a la meta el resto padeceríamos algún que otro inconveniente. Con esto no quiero decir que los profesionales no sufrieran puesto que en estas carreras no se puede dar nada por sentado y como uno no este fino... lo que pasa es que ellos viven por y para esto y están acostumbrados a casi todo.
Casi sin desearlo terminamos la subida y comenzaba la bajada. Cada vez se hacía más complicada puesto que se bajaba mucho. Aquí la gente ya no podía correr tan alegremente debido al pronunciado desnivel. Aun así había alguno que podía. No es por ser cansino pero la bajada era bestial.
Por suerte para mi pude encontrar a un corredor que llevaba un ritmo parecido al mío y decidimos ir juntos un rato. El marcaba la velocidad puesto que podía ir más rápido que yo y así me obligaba a seguirlo. Esto hizo hizo que el rato se pasase más ameno. Cosa que estaba bien puesto que así no estaba continuamente pensando en la carrera. Era una buena distracción. Le gustaba hablar y charlamos durante un buen rato.
Hablaba más que yo por lo que la mayor parte del tiempo le escuché. Primero hablamos de los bastones y le comenté el problema que había tenido. Luego charlamos de la alimentación de las carreras. Alucinó cuando le dije que no me había tomado ningún gel en lo que llevábamos de carrera. El me comentó que cada hora se tenía que tomar uno. Después hablamos de otras carreras y de los entrenamientos. Aquí prácticamente solo hablo él y no me dio opción de participar. Pero no me molestó, parecía un buen tipo y yo prefería ahorrar algo de energía.
Cuando nos dimos cuenta habíamos llegado abajo del todo y ahora tocaba subir. Empezaba a amanecer y la luz natural facilitaba mucho las cosas puesto que estábamos en una zona de difícil acceso y con poca visibilidad. La subida también era contundente. Menos mal que antes de la mitad de la cuesta se encontraba ya el avituallamiento. Al comenzar a ascender intercambiamos las posiciones y yo pasé a ir el primero puesto que vimos que yo podía subir mejor.
Estuvimos subiendo a la marcha durante un buen rato hasta que amaneció por completo. Me quité el frontal de la cabeza puesto que su uso ya no era necesario. Hacer esto supuso un alivio dado que lo había llevado todo el tiempo desde que empezó la carrera. Durante la ascensión me tomé una compota que llevaba de frutas y bebí un bidón de agua de medio litro. Se nos estaba haciendo un poco larga la subida cuando por fin llegamos al punto de avituallamiento.
Eran las 7:25 h y recuerdo que hacía frío. Adolfo no estaba allí. Tampoco me sorprendió puesto que había trasnochado más de la cuenta y me imaginé que habría ido al apartamento a descansar. Me alegré por él. El avituallamiento era pequeño y solo había tres personas de la organización. Era casi ridículo en comparación con los otros avituallamientos que había. Pero la gente era excepcional y se desvivían por ayudarnos. Esto era de agradecer porque a esas alturas de la carrera cualquier esfuerzo se empezaba notar. El simple hecho de desenroscar un botellín con las manos costaba más de lo normal.
Recuerdo que me ofrecieron tomar un café. Dije que si, pero era café solo con azúcar. El vaso en el que me lo dieron estaba caliente y los dedos de mi mano lo agradecieron. Pero era demasiado fuerte para mi. No solía tomar muchos cafés y cuando los tomaba eran con leche. Aun con todo intenté hacer el esfuerzo de beberlo pero solo fui capaz de dar un trago pequeño. Sabía a rayos. Rellené de agua mis recipientes y comí algo creo que dos plátanos y una naranja. Era la hora de desayunar y no tenía mucha hambre. Me despedí de mi compañero puesto que de dijo que continuase ya que el iba a permanecer más tiempo en el avituallamiento. Nos deseamos suerte y emprendí de nuevo la marcha con un fuerte regusto a café en mi boca.
TRAMO 5
La luz del sol empezaba a iluminar todo y descubría un nuevo escenario nuevo para correr. Pero aun era temprano y hacía frío. La oscuridad de la noche dejaba paso a un paisaje diferente que no había visto. El terreno era pedregoso y arbolado. Los árboles eran pinos espigados, de troncos alargados y las ramas eran verdes y frondosas. Por determinados lugares se podía ver el rastro del incendio que había asolado la isla unos meses antes. Una tragedia con una gran repercusión debido al número de hectáreas que se habían quemado. Pero por suerte aquí la naturaleza era exuberante y ya no se notaba en exceso lo ocurrido.
Llevaba 50 Km recorridos y me encontraba cómodo pese que mi cuerpo ya empezaba a notar el paso de los kilómetros. Ahora que había amanecido sentía que comenzaba otra carrera y en efecto así era. Tenía que avanzar todo lo que pudiese antes de que el sol cayese a plomo y la carrera se complicase. Con el paso de las horas ahora el enemigo sería el calor y a las horas centrales del día algo íbamos a sufrir. Por suerte tampoco sería un calor excesivo ya que la temperatura iba a rondar los 25ºC. Además de todo eso también había que sumar el cansancio que se empezaba a acumular. Estas cosas iban a hacer más interesante la carrera.
El siguiente avituallamiento estaba en Artenara que era el kilómetro 63 y se encontraba a 1195 metros sobre el nivel del mar. Este tramo constaba de 12,1 Km y se empezaba ascendiendo. La subida era continuación del segmento anterior. Pasamos una especie de presa o embalse, la vista del agua y de los árboles era bonita por lo que me paré un momento a contemplar.
Luego tocaban más cuestas pero con paciencia fui acabando con ellas. Prácticamente nos movíamos por caminos de montaña (de vez en cuando atravesábamos alguna carretera) pero pronto regresábamos a lo mismo.
Al finalizar la subida empezaba un tramo de bajada. Con más visión que por la noche y con el suelo seco pude trotar. Aunque no era para tirar cohetes ya que la gente me seguía rebasando, pero por lo menos algo había mejorado.
A las 9 h me di cuenta que hacía una temperatura excepcional por lo que disfruté del momento. El sol ya empezaba a brillar con fuerza y se podía intuir que iba a hacer un buen día. Me encontraba en una zona con continuos cambios de desnivel lleno de largas subidas y de bajadas pero que no eran muy pronunciados por lo que se podía correr.
Si llegaba bien al siguiente avituallamiento habría completado casi la mitad de la carrera. Psicológicamente sería otro objetivo cumplido. Además en este punto tendría un abastecimiento líquido, sólido y podría descansar puesto que se hallaba en el interior de un pabellón. Era un avituallamiento bueno. Empezaba ya a tener algo de hambre y quería comer comida de verdad.
A estas alturas de la carrera no me hubiese importado haberme dado una ducha. Había sudado mucho. Pero era algo normal. No quería ni pensar lo que traspiraría a lo largo de todo el día con el calor que iba a hacer. En las piernas tenía una fina capa oscura que era una mezcla de sudor y de tierra. La chaqueta era impermeable y por la noche había sudado bastante. Hasta que no hiciese mucho más calor (que sería pronto) no me la quitaría puesto que me considero friolero.
La camiseta de manga larga también la llevaba algo sudada, pero al llevar otra capa se regulaba mi temperatura y no tenía frío. Los pantalones eran de secado rápido y ya habían sufrido lo suyo pero ahora estaban secos. Las zapatillas eran prácticamente nuevas y daba pena verlas. Apenas se veían los colores. Vamos que era como una mofeta andante. Si dejasen en estas pruebas ducharse y cambiarse de ropa en unos vestuarios sería un lujo. Pero no era así y eso no formaba parte de la aventura que estas carreras fomentan. Me reí puesto que estaba divagando.
Sabía que no faltaba mucho para llegar al avituallamiento porque abandonamos el terreno abrupto para correr por una carretera que llevaba hasta el pueblo de Artenara. Esos minutos se pasaban pronto puesto que iba entretenido viendo como poco a poco me acercaba al núcleo urbano y este cada vez se hacía más visible. Ahora podía fijar la vista en un objetivo más claro y ya no era la monótona visión de solo tener que subir o bajar por el monte.
TRAMO 6
Artenara se caracterizaba por encontrarse a la mayor altitud de la isla y ser el municipio menos poblado (tenia poco más de 1000 habitantes). Aun así se trataba de un bonito pueblo del interior. Eran casi las diez de la mañana cuando llegué al avituallamiento. En este si que estaba Adolfo. Me dijo que no había ido a dormir al apartamento y que solo había podido descansar una hora en el coche. Que desastre... aun así se le veía bastante entero. Me dijo que yo ya empezaba a parecer cansado y no le faltaba razón.
Necesitaba comer y empezar a beber cosas que no solo fuesen agua. Lo primero que hice al entrar al pabellón fue rellenar de agua la bolsa de la mochila. Luego las botellas flexibles que llevaba delante. Una la rellené de bebida isotónica de naranja y la otra de Pepsi. Luego me senté en una silla para descansar un poco y hablar con Adolfo. Mientras charlábamos me tomé un plato de pasta, otro de arroz y bebí tres vasos de Pepsi. Le dije que el siguiente tramo me costaría más de dos horas. Pero esto era una estimación que hacía yo. Estuve unos 10 minutos parado. Cuando salí del avituallamiento noté que tanto la comida como la bebida habían repuesto mis reservas puesto que ya se encontraban agotadas y que recuperaba mi energía.
El siguiente tramo al que me tenía que enfrentar era de 11,8 Km y estaba a una altitud de 1020 m. Era el de Tejeda. Llegar a ese punto sería el kilometro 74,5 de carrera y no iba a resultar sencillo. El recorrido comprendía una subida larga y correosa y luego una bajada que aun era mayor.
Al salir del pueblo empezaba ya la ascensión. En ese momento me quité la chaqueta debido al calor, la guardé en la mochila y me puse una gorra. Era de color naranja, de secado rápido, ligera y suave al tacto. Me agradaba y me parecía muy útil. Me fascinaba como una cosa tan sencilla y simple podía resultar tan práctica los días de sol. Sin ella estaba perdido. Había visto muchas carreras en las que la gente no la usaba (ni utilizaba otro método para protegerse del sol) y al final lo pagaban caro. Una exposición prolongada un día caluroso podía hacer estragos a cualquiera. Solo con usarla se evitaban problemas. En esta carrera la gorra estaba considerada como material obligatorio y había que llevarla. Cosa que no era complicado puesto que pesaba poco y ocupaba un mínimo espacio.
Más tarde como veía que el sol empezaba a coger fuerza me puse crema solar por la cara, el cuello, la nuca, las orejas y las piernas que eran las zonas que tenía más expuestas.
Poder correr por un entorno como por el que lo estaba haciendo era un placer. Pero tampoco lo podía disfrutar como me hubiese gustado, ni con la intensidad que hubiese querido. La propia presión de acabar la carrera no te dejaba mucho tiempo para poder disfrutar de toda esa naturaleza. Aun así estaba gozando.
Continué subiendo un buen rato más, el viento se había parado, el cielo estaba despejado y el calor se notaba cada vez más. Me alegré de no llevar puesta la chaqueta. Estaba rodeado de árboles, llegando a uno de los puntos más altos de la carrera (a unos 1600 metros sobre el nivel del mar) se podía respirar bien.
La ascensión acabó y ahora tocaba bajar. Eran unos 6 Km que tenían una buena pendiente. Bajaba como podía, a veces trotaba, otras andaba y solo corría cuando el terreno me lo permitía. Me notaba más torpe que los demás pero no podía hacer nada. Me tomé una barrita de proteínas puesto que mi cuerpo ya lo necesitaba. El terreno que pisaba era duro, un camino pedregoso y polvoriento. Tenía que estar pendiente por donde apoyaba los pies porque había piedras sueltas y grietas. Por lo que al correr debía estar atento y concentrado. Todo esto contribuía a que me estresara puesto que además mis piernas no estaban familiarizadas con las bajadas y sufrían.
La bajada me costó y sufrí pero lo intenté hacer lo más deprisa que pude. Luego quedaba subir la última cuesta contundente de la carrera y no quería hacerlo bajo un sol abrasador. Cuando hiciese más calor era más sencillo bajar que subir. Por eso intenté llevar un buen ritmo sin aminorar para llegar pronto al avituallamiento.
TRAMO 7
A las 12:30 h llegué a Tejeda. Las bajadas no me gustaban puesto que se me atragantaban, aun así considero que no lo hacía tan mal. En general estaba satisfecho de como iba la carrera pues llevaba ya casi hechos 75 Km y me encontraba bastante entero. Los primeros 43 Km los había hecho en 6 horas.
Los siguientes 43 Km me iban a a costar algo más pero era lógico debido a los grandes desniveles y a la fatiga que se iba acumulando. Pero para eso solo tenía que acabar un último tramo (que incluía un cuestarrón) y llegar al Km 86. En este tramo prácticamente se acabarían las cuestas de la carrera.
El siguiente avituallamiento era Garañon que estaba a una altitud de 1678 m. Solo había una pequeña bajada que era la continuación del tramo anterior y que finalizaba en un barranco. Después todo lo demás era cuesta arriba. De los 10,4 Km que tenía el tramo unos 9 Km eran de subida.
¡Genial!... pensé: ¡ Ahora si que voy a sufrir con el calor! Aun así estaba convencido de que podía hacerlo bien. Las cuestas no me asustaban, puesto que veía que no se me daban mal y parecía que iban a ser mi fuerte en la carrera. Pero este tramo parecía que iba a ser complicado y me iba a costar terminarlo. Pese a eso lo comencé con ganas. Estaba intrigado porque sabía que casi al final llegaríamos hasta el Roque Nublo que era uno de los mayores roques del mundo y era el símbolo por antonomasia de Gran Canaria.
El Roque Nublo era un monumento natural de origen volcánico que formaba parte del espacio natural de la isla. Un monolito rocoso que se eleva 80 m sobre su base y estaba a 1813 m sobre el nivel del mar. Solo sabía eso del Roque Nublo pero me tenía intrigado intrigado y tenía ganas de ver esa maravilla de la naturaleza.
El calor adquirió cierta notoriedad y ya se cobraba su precio en los corredores que iba adelantando. Yo también lo notaba pero me veía con ganas de seguir. El camino durante una hora se volvió escarpado, la tierra casi había desaparecido y el suelo estaba formado por enormes piedras. Los árboles se encargaban de contener algo el sol pero el calor invadía casi todo. Por suerte no llegaba a ser un calor excesivamente intenso o sofocante y se podía aguantar con alguna que otra dificultad. Además como llevaba la mochila encima portaba mi propia bebida y podía tomarla a mi antojo. Eso ayudaba bastante.
Mas tarde volvimos a correr por senderos de montaña y las enormes piedras desaparecieron. Había carteles que indicaban los diferentes caminos. Varios informaban de la distancia que había hasta el Roque Nublo. Faltaban un par de kilómetros y ya empezaba a ver gente que iba de excursión en esa dirección. Luego fuimos ascendiendo mientras dábamos un rodeo por la falda de la montaña y se me hizo un poco largo. Estaba cerca y cada vez me cruzaba con más personas que venían de arriba. Hasta que al final a las 14:10 h llegué a un claro donde los árboles habían desaparecido.
El camino desapareció y el firme se volvió irregular. Estaba en una zona abierta formada por rocas volcánicas por la que era algo complicado correr. Menos mal que tenía los bastones. Luego hubo que subir varios desniveles hasta que por fin llegamos a una zona donde se podía observar una enorme roca que no te dejaba indiferente. Estaba puesta en lo alto del monte como si se tratase de una obra de arte.
Pero antes de llegar a esta se encontraba un puesto de control de paso que me impedía acercarme a ella. Estaba a unos 20 m y tuve que regresar por donde habías venido. No pude acercarme más. Al pasar el control volví sobre mis pasos y a una distancia en la que nadie me pudiese molestar me giré para ver las cosas con más detalle.
Era una imagen especial e impresionante. Cerca de ella te sentías como una pequeña hormiga. La piedra rocosa era gigantesca y parecía que estaba formada por miles de piedras. Pero solo se trataba de una inmensa roca volcánica que se elevaba en el cielo con gran majestuosidad. Destacaba en la cima con un aura propia dado que era especial y hacía resaltar con más fuerza la belleza de todo el entorno natural que la rodeaba.
Intenté grabar la imagen en mi mente. Era una pena no poder estar ahí más tiempo, acercarme más y poder tocar las cosas. Debido a la carrera no pude pasar más tiempo en la zona y disfrutar del lugar. Lo cual lamenté. Solo pude contemplar esa imagen unos segundos pero fueron realmente intensos. Luego agradecí poder hacerlo y proseguí la marcha.
Cargado de una energía nueva continué con el objetivo de terminar el tramo. Quedaba ya poco. Abandoné la cima y regresé a los senderos. Aquí estaba algo más protegido del sol por los árboles puesto que en la cumbre el sol atacaba sin compasión. De repente apareció Adolfo que había aparcado cerca en una explanada donde la gente dejaba los vehículos y caminaba para ver el Roque Nublo. Me dijo que estaba cerca del avituallamiento y que el ahora iría para allí.
Empezaba a estar cansado, solo quería llegar a Garañon pero aún me quedaban un par de kilómetros. Al rato llegué al avituallamiento a una especie de área de descanso de un parque natural. El lugar estaba repleto de pinos, también había mesas y bancos dispuestos para que la gente pasase el día disfrutando de la naturaleza. El lugar contaba con varias edificaciones que ya tenían sus años pero se conservaban bien. Había de todo, baños, vestuarios... A los corredores nos llevaron a un recinto grande de madera que parecía una cabaña. Antes de entrar dejé de correr y caminé. Por fin había completado 2/3 de la carrera.
EL CAMBIO DE MOCHILA
En la entrada del avituallamiento estaban dispuestos varios recipientes que contenían los distintos tipos de bebidas con los que la organización abastecía a los corredores. Durante el tramo que había completado había ingerido una botella de Pepsi, otra de bebida isotónica y 1 litro agua. Solo rellené las botellas de agua puesto que las tenía que traspasar de una mochila a la otra. La bolsa de agua ya la había dejado preparada en la nueva mochila por lo que no me molesté en rellenar la gastada.
Antes de entrar miré a los lados para ver si veía a Adolfo pero no lo encontré. Me extrañó que no estuviera y pasé adentro. En el interior lo más importante que tenía que hacer era comer, cambiarme de ropa y descansar un rato.
Lo primero que hice fue ir a buscar la mochila con la que iba a intentar terminar la carrera. Era algo más ligera que la primera y tenía que llevar las mismas cosas que llevaba. Luego fui a ver la comida. Había bastante variedad pero al final me decanté por un plato de arroz, otro de pasta y fruta. Para comer me senté en una silla y me relajé un rato.
Cuando terminé aún no había llegado Adolfo por lo que empecé a cambiarme de ropa. Llevaba una toalla para cubrirme y cambiarme puesto que quería cambiarme toda, incluso la interior. Me eché un poco hacia atrás buscando una zona más discreta y como pude empecé a cambiarme. Para ello hice malabares para que no se me viese nada. Me costó puesto que con tantas horas de carrera mi cuerpo estaba un poco entumecido y no tenía la flexibilidad que yo quería. Aun así cuando me cambié por completo sentí un bienestar. La gente no se cambiaba como yo esperaba, muchos solo se cambiaron de calcetines.
No me iba a duchar (ojala) pero llevaba unas toallitas con las que me podía asear un poco. Usé unas cuantas que me refrescaron y me quitaron el polvo y suciedad que llevaba acumulado. También me puse vaselina para evitar las rozaduras. Me encontré mejor y volví a sentirme otra vez persona y no como un animal salvaje. Las zapatillas daba pena verlas de lo sucias que estaban.
Cuando llegó Adolfo había empezado a traspasar las cosas de la mochila a la otra. Tenía una lista que repasamos para no olvidarme de nada. Los bastones, el teléfono, las gafas de sol, el mp3, la crema solar, el DNI y las botellas de agua debían pasar de una mochila a la otra. El resto de cosas ya las había dejado preparadas en la nueva mochila.
Luego me puse el dorsal en la camiseta limpia y salimos fuera para hablar. Me senté con las piernas colgando en un murete y charlamos unos diez minutos. Mientras hablábamos me fui tomando una bebida energética con sabor a guaraná. Luego fui al baño que estaban cerca. Miré el reloj y comprobé que habían pasado 45 minutos y eso era mucho tiempo. Me lo había tomado con excesiva calma y había permanecido demasiado tiempo en el avituallamiento.
Me despedí de Adolfo y comencé a trotar. Pasé junto a familias que habían ido a pasar el día en el monte y que estaban comiendo juntos. Todos estaban despreocupados, los niños jugaban y los adultos se encargaban de los preparativos y de la logística de la comida. Se lo estaban pasando bien igual que yo. Lo que pasaba es que mi manera podía resultar extraña de lo que suponía pasárselo bien para la mayoría de las personas. Aunque ya empezaba a sufrir.
Poder utilizar otra mochila resultó un acierto. Tenía ropa que utilicé para cambiarme. Además llevaba comida y material (limpio) que necesitaba para afrontar el último tramo de la carrera. Cuando me adentraba otra vez por los senderos lo hice con cierta tranquilidad. No sabía con certeza lo que iba a pasar a partir de ese momento.
Pero tenía claro que había hecho todo lo que estaba en mi mano y me había ocupado de prever todo lo que necesitaba para poder correr bien el máximo tiempo posible, Haber hecho las cosas así me tranquilizaba puesto que veía que iba teniendo los recursos necesarios para seguir peleando. Todo formaba parte de la estrategia de la carrera de cada corredor y en mi caso en ese aspecto no había dejado nada al azahar.
TRAMO 8
Llevaba 2/3 partes de la carrera. hechos Solo haber corrido esa distancia por las montañas era una pasada. El siguiente tramo era de 15,7 Km y correspondían con el kilometro 100,9 Km de la carrera. Ahora la altitud iría descendiendo y se bajaban 455 m más que en el tramo anterior. De los cuatro tramos que quedaban ahora había que ir bajando hasta prácticamente llegar al nivel del mar.
Supuestamente me quedaba la parte más sencilla de la carrera, la bajada. Pero estaba acojonado puesto que cada vez me costaban más acabarlas. Pero tampoco me podía dormir en los laureles puesto que si me lo tomaba con calma el día iría avanzando y volvería a correr de noche y eso era lo que no quería.
De repente comenzó una zona con mayor dificultad y que estaba completamente empedrada. Por supuesto no cabe decir que se trataba de una larga bajada. Las piedras no estaban puestas de cualquier manera en el camino. Alguien se había preocupado en encajarlas de una forma minuciosa durante varios kilómetros. Era un gran trabajo que se podía apreciar y se había realizado tiempo atrás. La visión del camino como la de un valle que se veía mucho más abajo era bonita y digna de una postal. Pero para mis pies comenzó una pesadilla. Empecé a sufrir por lo que tuve que reducir el ritmo.
Las piedras me estaban destrozando los pies y cada vez que daba un paso lo sentía. Apoyarme con los bastones me aliviaba pero también me frenaba. Los corredores que estaban bien aquí aprovechaban para recuperar tiempo y corrían que parecían cabras. En esos momentos los envidiaba y lamentaba no poder plantarles cara. Aunque de vez en cuando lo intentaba enseguida me daba cuenta de que no podía seguir el ritmo que llevaban. Tuve que aceptarlo con resignación.
Poco a poco bajé al valle pero me costó mucho tiempo. Tenía los pies tocados sobre todo las plantas. No tenía ninguna rozadura puesto que notaba que en ese aspecto todo estaba bien. Pensé que los calcetines que llevaba eran demasiado finos y que unos algo más gruesos me hubieran venido mejor. Luego vino otra cuesta pero no fue tan demoledora como la primera. Mas tarde llegué a un sendero por donde se podía correr. Pero tal y como estaba solo podía trotar.
En ese momento tocaba sufrir y mi cabeza estaba dispersa. Esto se traducía en que no llevaba el ritmo que tenía que llevar y mis pensamientos no eran fluidos. Me notaba espeso, torpe y sin claridad mental. Al rato me di cuenta de que el sol empezaba a perder fuerza cuando miré el reloj. Eran las 18 h pasadas, eso significaba que llevaba 17 h seguidas de esfuerzo y ya me empezaban a pasar factura. No faltaba mucho para llegar al siguiente avituallamiento por lo que intenté analizar la situación actual y ver que opciones tenía.
1º Mis pies estaban ya al límite. Cada vez tenía mayores dificultades para continuar y me costaba apoyarlos en el suelo. Sobre todo si caminaba por piedras y era cuesta abajo.
2º Inevitablemente tendría que correr otra noche. La idea de pasar otra noche corriendo no me agradaba. Pero había que ser realistas, las cosas se habían torcido y ahora ya no tenía solución.
Cada vez que lo pensaba me cabreaba un poco más. Para una cosa que se me había olvidado de la carrera que era entrenar las bajadas lo estaba pagando bastante caro. Físicamente no me encontraba mal, notaba que mi corazón bombeaba sangre con fuerza y no tenía ninguna molestia (salvo que me dolían las plantas de los pies). Solo acumulaba cansancio físico y mental debido al esfuerzo continuado, pero eso era algo normal.
Con respecto a correr una segunda noche también era una idea que no me apasionaba. En principio cuando entrenaba pensaba que la carrera la podría hacer en menos de 20 h. Pero eso solo eran especulaciones, ya estaba llegando a ese plazo y no iba a ser factible. Ahora tenía que ser más realista y la idea era la de intentar bajar de las 24 h. Así con suerte solo correría unas cuantas horas después de anochecer.
TRAMO 9
A las 19 h llegué al avituallamiento de Hierbahuerto. Era el Km 100,9 de la prueba y llevaba 20 h de carrera. Mentalmente estaba algo tocado porque iba arrastrando cada vez más preocupaciones.
Me hubiese gustado llegar antes pero el sol ya empezaba a esconderse. En ese momento me acordé de que en el cambio de mochila en el avituallamiento de Garañon había estado demasiado tiempo y lo lamenté. El tramo que venía ahora era importante hacerlo con luz. Tenía una distancia de 9,6 Km y el desnivel iba de los 1223 m a los 304 m. Lo que significaba que en unos 10 Km de tramo había que descender casi 1 Km y eso era lo preocupante.
El avituallamiento era pequeño y estaba formado por unas carpas plegables improvisadas en un lado del camino. Había 4 o 5 personas de la organización atentas y amables con todos los corredores (unos 6).
Adolfo me estaba esperando. Me dijo que había tenido que hacer malabares para poder subir con el coche hasta arriba. Le creí Adolfo no exageraba las cosas así que me imaginé sus dificultades. Solo estaba el y la gente de la organización así que no debía ser fácil de llegar. Valoré su esfuerzo pero ahora tenía que aprovechar el tiempo porque quería aprovechar el poco sol que quedaba. Repuse los líquidos que necesitaba y me senté unos minutos para descansar. Le comenté que empezaba a tener problemas en los pies y que la carrera se estaba empezando a poner dura. Comí cuatro puñados de gominolas que se me antojaron.
Mientras hablaba con Adolfo me quité las zapatillas porque llevaba algo pequeño dentro que me molestaba. Me preguntó que tal iba el arreglo que le hizo al bastón. Miré al bastón, daba pena verlo con el remiendo. Pero lo cierto es que funcionaba bien y había podido olvidarme de que estaba defenestrado.
En cuanto reuní la energía suficiente me levanté y me despedí. Nada más comenzar empecé a bajar y al momento supe que en este tramo ya iba a sufrir como un perro. Presentía la tragedia pero no dije nada porque sabía que desde lo alto Adolfo me observaba. Tenía una media hora antes de que el sol se pusiese y quería aprovecharla.
Que yo quisiera aprovecharla ya no quería decir que pudiese correr y me cundiera. Era una bajada fuerte y mi cuerpo tenía otros planes. Poco a poco fue oscureciendo y mi ritmo no mejoraba, estaba estancado y solo podía andar ligero con los bastones.
Conforme pasaba el tiempo era peor, puesto que cada vez había menos visibilidad. El terreno era irregular y había que estar atento para no tropezar. La noche anterior entre las caídas y los tropiezos habían sumado unas 4 o 5 en total. Pero todas sin consecuencias.
Cuando vi que se empezaba a poner peligroso el camino si no tenía visibilidad paré para ponerme el frontal y la luz de posición. En una media hora me pasaron unos 30 corredores y eso mentalmente me machacaba porque sabía que no estaba haciendo las cosas bien. Aun con todo continué sin pararme pero mi ritmo ya era lento y solo podía caminar . Cada vez estaba todo más oscuro y poco a poco empezó a bajar la temperatura. Cuando ya empecé a sentir frío tuve que ponerme la chaqueta. Mi cuerpo andaba por inercia y mis pies pensaba que a ese paso se iban a desintegrar.
Miré el reloj y como eran las 20 h llamé a mi hija por teléfono para ver como se encontraba. Quería saber como estaba pasando el día mi pequeña. Solo pude hablar con ella un momento, era Sábado y estaba entretenida por lo que hablamos unos minutos que me supieron a gloria.
Luego regresé a la oscuridad. Conforme avanzaba la noche me empecé a destemplar y mi cabeza se empezó a llenar de pensamientos aun más negativos: ¿Qué cojones hago ya aquí?, “No tengo que demostrar nada, ya he corrido suficiente”, “Esto ya es excesivo”... y sin darme cuenta dejé que esos pensamientos se apoderasen de mi.
Entonces decidí llamar a Adolfo para que me viniese a buscar. Llegaría al avituallamiento del kilómetro 110,5 y me recogería allí y punto. La aventura terminaría pronto. Encendí el teléfono convencido de lo que iba a hacer. Aunque en el fondo sabía que de tiempo no iba mal dado que para finalizar la carrera estaba el plazo de 30 horas. Sin querer pensarlo mucho más llamé y... ¡que bien!, no tenía línea. Por lo que tuve que esperar un rato y pensé: “Estoy en el medio del monte, como va a haber aquí cobertura”.
La segunda vez que lo intenté si que sonó el tono y cuando Adolfo contestó le expliqué la situación. El me escuchó y me dijo que no podía ir a buscarme porque habían cortado la carretera y no dejaban pasar a los coches, así que tenía que llegar al siguiente avituallamiento. Como la cobertura no era muy buena se cortó y no pudimos hablar más. Luego le intenté llamar otro par de veces pero era imposible mantener una conversación.
Me quedé con cara de tonto y luego me fui cabreando como un mono. Sabía que me estaba mintiendo. Lo conocía bien, el siempre era astuto como un zorro. Yo sin embargo soy más ingenuo pero sabía que me estaba vacilando y se estaba riendo de mi. Los siguientes 10 minutos a cada paso que daba me fui acordando de él. No se las veces que le llamé cabrón pero fueron muchas. Solo pensaba en la paliza que me iba a dar por su culpa y en que me iba a despellejar los pies.
Pasó un tiempo hasta que me calmé, tenía que ver que opciones tenía a partir de ese momento. Cuando de repente vi un cartel en el que ponía: “Tramo técnico”. Casi me da un infarto. Tenía el cuerpo yo para eso en ese momento. Era el único que había en toda la carrera y encima era de bajada. Hacerlo me iba a costar la vida. Para empezar tenía que dar un salto grande para llegar hasta una roca plana y a partir de ahí venía una bajada pronunciada con muchas piedras que estaban a diferentes alturas.
De repente me pasaron tres corredores que venían en un grupo. Empezaron a correr y a saltar por las piedras hasta que los perdí de vista. Me pareció impresionante. Si me quedaba andando yo solo por ahí y con poca visibilidad que había pese a llevar el frontal, no tardaría en hundirme. O reaccionaba pronto o este iba a ser mi final.
Así que mientras bajaba con dificultad escuche que venía otro grupo. Este también estaba formado por tres corredores y cuando me rebasó el último empecé a correr a su ritmo. Tenía que mantener una velocidad constante para que no me dejasen atrás. Al principio me costó porque el camino era bastante exigente. Había que saltar piedras , algunas eran tan grandes que tenías que subirte a ellas, había que tener cuidado de no tropezar puesto que estaban sueltas. También tenía que tener precaución puesto que a veces si mi cuerpo se embalaba cogía demasiada velocidad y había que frenar. Los bastones aquí no los usaba puesto que te frenaban. En ese momento solo podía correr con la fuerza que proporcionaban mis piernas.
Cada paso y cada salto fueron dolorosos. Pensé que mis pies estaban alcanzando su límite. Tenía que estar pendiente de que el corredor que tenía delante de mi no se me escapase y a veces me costaba. Era mi referencia y de vez e cuando tenía que aumentar el ritmo para que no me dejase atrás. Si no lo seguía estaba perdido.
Tropecé un par de veces. En una de ellas mi pie resbaló debido a la inclinación de la bajada y al apoyar me golpeé de forma violenta con una piedra grande. El impacto fue directo a las uñas del pie derecho y como consecuencia quise gritar de dolor pero no lo hice.
Estuve corriendo durante un buen rato y cada vez bajábamos más. Al final perdí la noción del tiempo. Tenía que estar concentrado pero al final le pillé el tranquillo y pude mantener el ritmo del grupo. Pero deseaba con todas mis fuerzas que terminase pronto ese calvario. Cuando me di cuenta vi las luces de las farolas del pueblo de Ayaguares donde finalizaba el tramo. Descendimos unos 200 m y agradecí pisar el asfalto. Era tan plano...
TRAMO 10
Había llegado al Km 110,5 de carrera. Eché en falta a mi amigo el traidor para tirarle de las orejas. Estaba seguro de que no andaría muy lejos y sabía que no iba a aparecer para que yo terminase la carrera. Pero yo aun albergaba dudas.
El avituallamiento suponía un respiro. Repuse la bebida que necesitaba y comí un poco. Me lo tomé con calma puesto que ya iba fundido. Había gente descansando reponiéndose en unas tumbonas. Estaban tapados puesto que ya empezaba a refrescar. No tenían buena cara y parecían más tocados que yo, cosa que me extraño.
Observé en mi dorsal como era el perfil del siguiente tramo al que me tenía que enfrentar. Solo quedaban dos y el último tramo tenía 3,5 Km sin excesivo desnivel. Así que prácticamente el siguiente tramo sería el último. Ahora me esperaban 14 Km con algo de pendiente. El tramo comenzaba subiendo una montaña, luego continuaba bajándola y después había que seguir el cauce de un barranco. No podía ser peor de lo que había hecho ya, así que me puse a ello.
Al iniciar la marcha estaba animado, empezaba la cuesta. El camino era muy ancho y parecía una pista forestal. Tenía una ligera inclinación y se podía correr. Pero como llevaba las plantas de los pies sensibles por el tramo técnico de momento me conformaba con andar ligero utilizando los bastones. Esta era ya la última cuesta que iba a subir y se me hizo larga. Me pasaron dos corredores pero mi ritmo no era malo después de llevar 110 Km.
No había tomado ningún gel en lo que iba de carrera, por lo que no tenía ninguna molestia a nivel del estómago. Todo lo que había comido lo digería bien. En la mochila llevaba dos geles de cafeína pero la idea era la de no utilizarlos salvo una emergencia. Estaba seguro que a estas alturas de la carrera la mayoría de corredores habían tomado ya sus geles. Sabía que hacer lo que yo hacía era algo raro y poco común. Pero también era algo sorprendente y por eso estaba satisfecho.
Ahora solo quedaba la bajada que era de unos 10 Km. El camino se estrechó y empezaron las dificultades. En el primer tramo había que descender lo subido y llegar al mismo nivel. En el segundo tramo el descenso era más suave, menos pronunciado y espaciado.
Hacer el primer tramo me costó puesto que persistían las molestias que acumulaba. Pero lo pude acabar pensando que ya había pasado lo peor y que lo siguiente iba a ser más sencillo.
La segunda bajada se realizaba por el lecho de un barranco. Metido ahí dentro me sentía expuesto. Seguía siendo de noche y eso acentuaba más las cosas. El silencio era absoluto y solo se escuchaban las pisadas y la respiración. La humedad se notaba más debido a la vegetación que había.
Entré en lo que parecía un cauce seco de un río puesto que estaba lleno de piedras y en la orilla había cañas. El camino no estaba definido por lo que tenías que pasar por encima de las piedras. Cada 50 o 100 m una cinta señalaba la dirección. Imaginé que sería así durante un rato hasta que volviésemos a encontrar un camino. Pero el camino que yo buscaba no aparecía. Después de las piedras el camino seguía sin estar definido. Ahora había barro, tierra, sedimento y avanzar resultaba bastante incómodo. Después era vuelta a empezar con otra zona de piedras. Más o menos la proporción era de 1 Km de piedras por 1 Km de camino malo. Y esto tenía pinta de que iba a ser durante un buen rato.
Me dio un bajón solo de pensarlo. La zona de piedras era insufrible ya para mi y cada paso me resultaba demoledor. Al acabar las piedras tenía que andar por un cauce en el que no existía un camino y tampoco era sencillo. Aun así juro que lo intenté hacer bien. No paré en ningún momento pero cada vez estaba más desanimado. Era como un bucle, piedras, camino malo, piedras, camino malo... y no tenía fin. Entonces saqué otra vez el teléfono y volví a llamar a Adolfo.
- ¿Qué tal como vas? Me contestó.
- ¡Estoy reventado!, ¡Ven a buscarme en el siguiente avituallamiento que no puedo más!
Le expliqué la situación pero como era una zona de poca cobertura el teléfono se cortó. Continué, el dolor ya no me dejaba pensar. Miraba atrás y veía que la montaña se iba haciendo cada vez más pequeña pero el cauce parecía que no tuviera fin. Estuve cerca de una hora así hasta que al fin el camino se volvió a convertir en una pista. A lo lejos se veían ya las luces de la ciudad. En aquel momento estaba deshecho.
Correr me resultaba imposible por el dolor pero se me concedió una tregua y pude empezar a pensar. Mientras lo hacía me pasaron 5 corredores. Calcule que llevaba recorridos unos 122 Km y que me faltaban un par hasta el siguiente avituallamiento.
Ya era Domingo lo que significaba que llevaba 25 h de carrera. No era una noticia muy alentadora para las expectativas que tenía antes de la salida. Pero aún disponía de 5 h para terminar. Seguía asqueado y con la idea de abandonar en el siguiente punto pero empecé a cuestionarme como me podía retirar de una carrera de 128 Km habiendo hecho 125. No tenía mucho sentido, Además físicamente no me encontraba mal. Las plantas de los pies las llevaba deshechas pero eso era por la falta de costumbre. La prueba era dura y yo había cometido un error que estaba pagando. A parte de eso si era honesto conmigo mismo no tenía ninguna molestia más.
Como iba a ser tan egoísta de decirle a mi amigo que me llevase al apartamento. El tampoco había dormido y no era justo. No podía decepcionar su confianza. Sabía que llegado el momento no podría mirarle a los ojos y decirle que se había acabado. Además sabía que en el fondo no me iba a dejar hacerlo y trataría de convencerme para que terminase.
Conforme me iba aproximando a la ciudad de Maspalomas noté que ya refrescaba y me puse la chaqueta. Era agradable pensar que volvía a la civilización. Cada paso que daba me acercaba más a la meta y yo mismo me iba autoconvenciendo de que lo correcto era seguir. No quería tirar por tierra todo lo que había entrenado. Las cosas no me habían salido del todo como yo quería pero si era realista acabar también era un premio. Así que siguiendo mi filosofía decidí continuar hasta el siguiente avituallamiento. Por primera vez en toda la carrera aflojé el ritmo, me tragué el poco orgullo que me quedaba y caminé un rato tranquilamente. Era sencillo, solo tenía que llegar al avituallamiento y luego ya vería lo que pasaba.
TRAMO 11
Cincuenta metros antes de llegar al avituallamiento ya me estaba esperando Adolfo. Vi que el coche estaba aparcado cerca y por unos segundos estuve tentado a decir algo. Pero no dije nada puesto que ya había tomado una decisión. Me dirigí hacia mi amigo y como no le quería hacer perder el tiempo lo primero que le dije fue que iba a terminar la carrera. El se alegró y fuimos caminando.
En el avituallamiento me senté en una silla para descansar un rato. No tomé nada puesto que llevaba de todo. Charlé con Adolfo y con las personas que se encontraban allí. Les conté la odisea que había vivido para bajar por el último barranco. La gente sonrió y me comentaron que los corredores que no conocían la isla se confiaban puesto que ya estaban acabando la carrera, pero que en realidad se trataba de un tramo complicado y que había sorpresas. “Pues si”, pensé “Menuda sorpresa”. Me distraje un rato escuchando. Luego me dijeron que quedaban 3 Km para llegar a la meta y que estos eran totalmente llanos. En ese momento sonreí y no sabía si creerlo..
Desde fuera seguro que daba pena ver el aspecto que tenía. Pero estaba bien. Descansé un poco y en cuanto pude me recompuse me levanté de la silla. Me despedí de mi amigo Adolfo y de la gente con la que hablé. Bajé unas escaleras andando porque mi cuerpo estaba un poco entumecido, luego anduve unos metros. Me propuse correr puesto que el terreno era llano y empecé a trotar suavemente. Me costó un poco pero luego ya podía correr.
Miré el reloj y calculé lo que me iban a costar hacer los kilómetros que me quedaban puesto que ahora ya no iba a parar. Era la 01:15 h de la noche y me puse como objetivo llegar a la meta sobre la 01:30. Lamenté y pensé que si en el penúltimo tramo de la carrera no hubiesen existido las piedras me habría ido mejor. Pero eso ya no tenía solución. Poder correr los últimos kilómetros me permitió adelantar a seis corredores. Había estado fastidiado una parte de la carrera pero el final iba a terminar bien.
Como era de noche no podía apreciar con claridad por donde corría puesto que la iluminación era débil. Intentaba fijarme en todos los detalles pero eran escasos. Corría por una especie de paseo por donde la gente paseaba a los perros. Podía sentir que el mar estaba cerca no podía verlo pero notaba la humedad. Bebí un poco de agua y continué. Los pies me molestaban pero sin que hubiese piedras que los machacasen me permitían correr. Ahora solo estaba pendiente de cuanto me faltaba para llegar.
Del asfalto pasé a correr a la arena de la playa. Sabía que ahora ya no quedaría mucho más. Correr por la playa siempre es incómodo pero en ese momento pisar algo blando fue maravilloso, aunque notaba las piernas cargadas. Empecé a ver vallas de separación y la iluminación era más fuerte. Miré el reloj era la 01:32 h y por la hora tenía que estar ya en el último kilometro. Estaba hecho, era cuestión de tiempo que apareciese algo que me indicase que la meta estaba cerca. En esos momentos ya no pensaba. Llevaba horas de esfuerzo físico y mental y ahora solo quería llegar a la meta.
Giré a la derecha y entré en una zona vallada donde había gente de la organización de la carrera que te indicaba por donde tenías que ir. La arena de la playa desapareció y volví al asfalto. Al levantar la vista pude observar que a 100 m se encontraba por fin la meta. Me relajó verla y los últimos metros de la carrera los afronté con tranquilidad. Al cruzar la línea estaba satisfecho. Había llegado.
Mi nombre sonó por la megafonía pero apenas había gente puesto que ya era tarde. Fue un poco triste. El tiempo total había sido de 26 h 35 min 13 sg. Al momento me entregaron una medalla conmemorativa y una bolsa con material por haber terminado la carrera. Luego pasé por una zona donde podías comer y me ofrecieron beber una cerveza si la quería. Sin dudarlo la acepté y me entregaron una lata.
Salí de la zona habilitada para los corredores y me reuní con Adolfo que me felicitó por haber terminado. Tenía ganas de beberme la cerveza, me apetecía pero como la quería disfrutar no lo iba a hacer hasta haber entrado en el coche donde me la bebería tranquilamente sentado.
Los ganadores de la carrera fueron Pau Capell y Pablo Villa que entraron juntos en la meta y consiguieron el primer puesto. Pararon el cronómetro en 13 h 4 min 10 sg. El podio lo completó el estadounidense Dylan Bowman que hizo un tiempo 13 h 40 min 28 sg. Yo había hecho el doble de tiempo pero estaba satisfecho.
LAS CONCLUSIONES
Solo terminar la carrera ya era un premio puesto que la mitad de los corredores no habían podido acabar. No imaginé que de las personas que estábamos en la salida una de cada dos no iba a llegar a la meta. Eso era una pasada y demostraba la dureza de la carrera.
En estas pruebas siempre hay contratiempos por muy bien preparado que uno esté. Además estas incidencias hay que saber solucionarlas sobre la marcha. Los primeros problemas que suelen aparecer son de carácter físico y conforme avanza la carrera aparece el factor mental. Pero también existen otros como pueden ser el material, la comida, el tiempo, etc...que afectan a cada corredor de una manera u otra.
En mi caso en el plano físico había acabado bastante entero la carrera por lo que estaba satisfecho. La única excepción fueron mis pies por la falta de costumbre en las bajadas. Por lo demás no tuve ninguna marca, señal o rozadura que durante la carrera me provocase molestias o algún tipo de sufrimiento.
En lo que se refiere a la mentalidad que tuve a lo largo de la carrera en general fue positiva. Pero a partir de los 2/3 de la carrera la cosa se complicó y me costó, Empecé a tener verdaderos problemas y lo pasé mal. Con respecto al material no me puedo quejar ya que aquí casi todo salió bien salvo el problema que tuve al poco de haber comenzado cuando casi parto uno de los bastones. Pero el resto de la prueba todo fue sobre ruedas. En cualquier momento dispuse de las cosas que me hicieron falta sin echar nada de menos. El cambio de mochila fue un acierto y lo único que pensé a la hora de mejorar fue que podía haber cambiado las zapatillas.
En cuanto a la bebida que tomé en la carrera también estaba convencido de que no lo había hecho mal. En ningún momento de la prueba pasé sed. Hasta el kilometro 63 solo había tomado agua. Después empecé a beber bebidas azucaradas, isotónicas y agua hasta el final de la carrera.
La comida que tomé en los avituallamientos estuvo bien. Principalmente me alimenté de hidratos (pasta y arroz), fruta (naranjas y plátanos) y algún que otro dulce (chocolate y gominolas). De las dos mochilas en las que llevaba comida y geles solo tomé una compota de frutas, una barrita de proteínas y cuatro pastillas de sal. Lo que era impresionante fue que no toqué ninguno de los geles que llevaba. Estaba seguro de que la mayoría de los corredores por no decir todos habían tomado alguno durante la carrera. No sabía como interpretar eso.
Durante toda la carrera y después no tuve problemas de estómago por lo que estaba contento y me alegraba por no haber tomado geles. A mi entender los principales y más relevantes fallos que tuve en la prueba fueron los siguientes:
No haber entrenado las bajadas. Pues resulta que debido a mi ignorancia pasé por alto que cuando se gana más tiempo en una carrera de montaña era en las bajadas. No se trataba de ser mucho más veloz pero fue una pena que el esfuerzo que hice durante las subidas se desvaneciera porque no supe correr bien en las bajadas.
Como consecuencia del primer punto también se vio afectada mi fuerza de voluntad y si no llega a ser por Adolfo no hubiera terminado la carrera. Eso no podía ser, por lo que tendría que trabajar algo más la capacidad de sufrimiento.
En el avituallamiento de Garañon perdí demasiado tiempo que luego me habría cundido más. Tenía que haberlo gestionado de otra manera puesto que estuve parado unos 45 minutos. Para la próxima vez tenía que fijar un tiempo máximo e intentar cumplirlo.
Había pagado la novatada pero otra vez ya no me iba a pasar. Haber terminado la carrera me había quitado el miedo a estas pruebas y me había demostrado que todo lo entrenado había dado sus frutos. Durante el 80% de la carrera disfruté y me di cuenta que era un privilegiado con poder hacer lo que me gustaba. Por mucho que haya intentado explicar como fue la carrera seguro que me he quedado corto en muchos aspectos. Las carreras de este tipo son para vivirlas ya que son toda una aventura. Se aprende mucho de todo y se valoran más las cosas.
En general acabar la carrera había sido una pasada. En el mismo momento que crucé la meta sentía que había sufrido pero con los días también me di cuenta de que también había disfrutado. Al terminar me quedó el regusto de que lo podía haber hecho mucho mejor, pero no tenía que olvidar que había corrido una carrera importante y la había finalizado. La mitad de los participantes que se encontraban en la salida no la habían podido acabarla, así que no lo había hecho tan mal. Había tardado el doble que el ganador de la prueba, pero había descubierto varias cosas que iban a ayudarme a mejorar ¿O que pensabais que esto iba a quedar así? Los días posteriores a la Transgrancanaria ya estaba pensando en otras carreras.
Una cosa que tenía clara era que para estas pruebas necesitaba a alguien que se encargase de la logística como lo había hecho mi amigo Adolfo. Si no hubiese sido por él para mi lo más fácil hubiese sido tirar la toalla. Los días de antes se encargó de todo para que yo estuviese fresco y el día de la carrera hizo lo imposible para que yo solo me preocupase de correr. Sin yo pedírselo había hecho mucho y fue el mejor apoyo que pude tener y por eso se había convertido en imprescindible. Ahora solo tocaba volver a convencerlo para que me acompañase en otra carrera.
Por otro lado había descubierto los fallos que había cometido y gracias a eso pude ver que tenía que mejorar. Ahora ya conocía los entresijos de estas carreras y con la base que tenía solo tenía que seguir trabajando y puliendo detalles. Tenía que dar otra vuelta de tuerca.
La clave era pasar a entrenar 200 Km semanales de forma habitual. Si era capaz de hacer eso para la siguiente carrera estaba convencido de que mejoraría ostensiblemente. Pero esto era sencillo de decir pero complicado de hacer.