45-ANDORRA
UNA BUENA CARRERA ULTRA TRAIL
Javier Sanmartín Soler


En mi tiempo libre solía pasarme horas mirando por Internet que tipo de carreras de montaña podía probar a correr ya que todos los días surgían carreras nuevas que desde hacía un tiempo atrás se habían puesto de moda. Tras mucho consultar me decidí para participar en la “Andorra Ultra Trail Vallnord” ya que me apetecía correr algo distinto a lo que habitualmente corría.
En el año 2009 en el mes de Julio me trasladé a Andorra para disputar esta carrera ultra trail que consistía en dar una vuelta al país rodeándolo por las montañas. La carrera tenía un total de 90 Km y un desnivel acumulado de más de 5.000 metros. Su recorrido trascurría por asfalto, senderos y caminos de montaña, por lo que todo el trazado discurría rodeado de un entorno natural envidiable.
En esta carrera también confirmó su participación el joven ultra corredor Kilian Jornet que despertaba un alto seguimiento mediático. Quiso impulsar la prueba y darla a conocer a los corredores de montaña de todo el mundo.
Esta prueba era muy diferente de lo que hasta la fecha yo había probado. Había corrido varios maratones y había flirteado probando correr alguna carrera “ultra”, pero todo por asfalto. Además existían otros factores que requerían de una preparación distinta a la que yo tenía. Lo cierto es que las novedades para mi en esta carrera fueron las siguientes:
Sería la primera vez que correría con una mochila, cargada de material novedoso para mí hasta la fecha (botiquín de pequeñas curas, manta de emergencia, impermeable, ropa de abrigo, teléfono, silbato, linterna frontal, etc...).
También sería la primera vez que iba a correr de noche por la montaña con unos desniveles considerables. Por aquel entonces no le daba mucha importancia a la altitud sin saber que era un punto que todo corredor de montaña tiene en cuenta.
El día de la carrera no dormí mucho por la tarde y la prueba comenzaba prácticamente de noche.
En la línea de salida la gente que llegaba iba perfectamente equipada con el material más caro y moderno que existía para disputar este tipo de carreras. La mayoría de los corredores llevaban bastones en las mochilas y yo no pensaba que me pudieran hacer falta.
También usaban medias del tipo compresivo, que aunque las había visto otras veces, de momento no me llamaban mucho la atención por lo que no las usaba. Las mochilas de hidratación que portaban eran más modernas, técnicas y ligeras que la pequeña mochila que yo llevaba atada a la cintura. No es que mi bolsa fuera lo más novedoso en material que por allí se podía ver, pero era lo que consideraba más apropiado para mi. La gente usaba mochilas de hidratación que llevaban a sus espaldas bastante mas voluminosas que la pequeña mochila que yo tenía.
No me gustaba correr con una mochila pegada a la espalda porque sudaba excesivamente para mi gusto. Mi mochila tenía un compartimento central que cerraba con una cremallera en su parte superior. A cada lado había sitio para un botellín de bebida, por lo que llevaba dos con una capacidad total de líquido que rondaba el litro y medio de agua. En la parte delantera tenía un cierre de tipo “clip” y unas cintas que podía regular para llevar más o menos sujeta la carga a mi cuerpo. El peso total de mi mochila con todo el material que me hacía falta para la prueba rondaba los 4 kilos.
La ropa y las zapatillas que usaban la mayoría eran de marcas que no sabía ni que existían, pero que a simple vista no había que ser un entendido en la materia para ver que se trataba de ropa buena y de calidad diseñada concretamente para usarla en la montaña. Unas 200 personas esperábamos a que dieran la salida de la prueba. No recuerdo bien si la dieron con una bengala o un petardo. Lo cierto es que salimos todos en manada.
Los primeros kilómetros eran por asfalto, para luego entrar por caminos y senderos. Yo estaba como siempre bien posicionado pero con tanta gente corriendo por caminos estrechos lo único que podía hacer era seguir el ritmo que marcaban los que iban por delante. Todos llevábamos encendido el frontal porque desde la salida de la carrera era de noche y no se veía prácticamente nada. También cada participante llevaba una luz trasera de color rojo que parpadeaba en la mochila para señalizar su posición.
La carrera se estiró y podías ver a lo lejos por donde iban los demás corredores con solo levantar la vista. Parecía una serpiente formada por luces. De pronto tuvimos que andar por una pendiente bastante empinada. Era un camino de cabras que se adentraba en la montaña por el que no se podía correr. Era tal el desnivel que aunque quisieras subir trotando no podías ya que el que iba delante tuyo iba caminando y el camino era tan estrecho que no se podía adelantar.
Físicamente la cuesta fue bastante exigente y pensé que esto acababa de empezar y de seguir así iba a ser más duro de lo que en un principio había podido imaginar. Y en efecto eso solo fue el principio, cuando no llevaría ni treinta minutos de carrera dejé de correr prácticamente para el resto de la prueba. Después de la subida tenía las piernas muscularmente destrozadas. Solo podías subir con bastones o si tenías unos cuádriceps fuertes y acostumbrados a esas subidas. Mi musculatura era fuerte pero no estaba familiarizada ni entrenaba esos desniveles, así que pronto todo eso me paso factura.
Estaba acostumbrado a correr por asfalto y caminos con sus respectivas subidas y bajadas pero en superficies planas en las que apenas había desniveles tan bruscos como aquellos. Las subidas de aquella carrera eran impresionantemente empinadas para mi. Lo cierto es que era diferente el correr por aquellas trialeras sobre todo con respecto a la postura, la técnica, la zancada y el apoyo de los pies. Los cuádriceps eran los encargados de soportar la mayor parte del peso del cuerpo en las subidas así como en las bajadas, tanto si corrías como si caminabas (que ese era mi caso).
Para subir fuertes pendientes la posición del cuerpo era más encogida de lo que viene a ser habitual al subir cuestas a las que estaba acostumbrado y la zancada se acortaba de manera considerable. Tenía que apoyar los brazos en la rodillas para ayudarme a subir.
A partir de esta carrera comprendí la importancia de entrenar el tren inferior, sobre todo los cuádriceps y acostumbrar al cuerpo a las exigencias que requería una carrera de montaña, si por lo menos quería tener un mínimo de éxito en este tipo de terrenos. La subida continuó durante un largo rato. La pendiente había disminuido algo pero lo que más podía hacer era andar ligero. Así que resignado anduve.
Sabía que tarde o temprano tras ascender llegarían las bajadas y que a lo mejor mi cuerpo se había acostumbrado ya a la montaña y milagrosamente me recuperaba. Cuando llegaron las bajadas estas fueron bastante pronunciadas y mi cuerpo se embalaba hacia delante. Para equilibrarlo debía echarme un poco hacia atrás, acortar la zancada y frenar un poco con los cuádriceps, lo que resultaba agotador. Los brazos contribuían a equilibrar el cuerpo. Respecto a la pisada había que estar atento al terreno ya que era mucho más accidentado y tenías que ver por donde pisar para no tener ninguna mala caída.
Cuando terminé un tramo de bajadas me había caído unas cuantas veces al suelo debido a la humedad. También me doblé un par de veces los tobillos por algún mal apoyo pero sin consecuencias graves. Llevaba poca agua porque al principio de la carrera me molestaba y vacié un bidón. Además pensé que el primer avituallamiento no me costaría mucho llegar, lo que no fue así y noté que empezaba a deshidratarme.
Para mayor desgracia empezó a llover. No es que fuera un diluvio pero lo cierto es que en las condiciones en las que me encontraba no fue del todo bien recibida. Me puse el chubasquero que era material obligatorio que cada participante debía llevar en la mochila y continué. Pasamos un cauce de agua que debía ser un riachuelo en el que el agua nos cubría casi los tobillos en su parte más profunda y llegamos a un refugio que era un punto de avituallamiento y control de la organización.
La gente comentaba que debido a la tormenta a algunos corredores que iban detrás nuestro no los dejaron continuar. Que si seguía el mal tiempo la organización estaba estudiando si reducir el recorrido de la carrera. En ese momento no llovía pero la gente comenzó a desanimarse rápidamente y algunos abandonaron la prueba. Sabía que ya nada tenía que hacer en esa carrera porque iba de los últimos que aún permanecían en la carrera. Que además estaba andando en vez de correr debido a la dureza y poca costumbre que yo tenía en aquel entorno nuevo para mi y que mi ritmo de carrera era pésimo.
Pero como siempre digo, era demasiado pronto para arrojar la toalla sin pelear un poco. Yo no estaba físicamente en mi mejor momento pero decidí continuar porque tenía toda la noche para probarme y cuando por la mañana viera algún punto de control ya vería que pasaba.
No tarde en ponerme a andar de nuevo porque veía que cuanto mas tiempo me relajaba peor. Cada vez había más gente que se estaba retirando y yo no quería que me arrastraran al “lado oscuro”. Debían de ser las tres de la mañana y me puse en marcha en busca del siguiente avituallamiento.
Incapaz de correr me limité otra vez a andar, la montaña no perdonaba mi falta de preparación aunque en algún llano trotaba lo que podía. Transcurrieron las horas y poco a poco estaba empezando a amanecer. Pasamos por un claro donde había caballos sueltos pastando, estaban tranquilos y tenían unos colores muy bonitos. Eran enormes y corpulentos, no había visto nunca antes unos animales así, ya que estaba acostumbrado a ver caballos más delgados y esbeltos. Debían estar acostumbrados a las personas ya que ni se inmutaron al vernos pasar delante de ellos a escasos dos metros. Las luces de nuestros frontales no les asustaban y lejos de ello nos miraban con curiosidad.
Los pasos cada vez se estrechaban más y terminamos subiendo por un surco que había en el suelo que indicaba el camino correcto. Más que andar pensaba que estaba escalando ya que la pendiente cada vez era más pronunciada y al final tuve que apoyarme con las manos en la ladera para subir a cuatro patas. El suelo paso de ser un camino de tierra a piedras sueltas y cuando me quise dar cuenta estaba a medio camino del pico de una montaña.
¿Cómo nos iban a subir al pico de una montaña? ¿Estaban locos? Pensé. Después de la soba que llevábamos encima como era posible aquello. Una cosa era la altitud y el desnivel acumulado entre las subidas y bajadas a lo largo de una carrera como la mayoría de pruebas de ultra trail publicita y otra cosa muy diferente era esto de subir montañas enteras.
El concepto que tenía de una prueba así era que debía transcurrir por las faldas de una montaña, senderos, caminos, bosques, etc... jugando con el desnivel. Pero para mi desconocimiento lo divertido de las carreras ultra trail la verdadera gracia consistía en subir y bajar montañas. Y en efecto se jugaba con el desnivel pero con miles y miles de metros.
Subía como podía ya que me dolía todo el cuerpo, estaba amaneciendo y ya se empezaba a ver el sol. A partir de ahí lo que sucedió simplemente fue increíble y es uno de los mejores recuerdos deportivos de mi vida. Faltaba poco para subir a lo alto de la cima cuando empecé a escuchar una música que procedía de una gaita. Miré a mi alrededor extrañado y me di cuenta de que estaba muy alto. Había estado tan ensimismado y concentrado en mis pensamientos mirando siempre hacia delante, que no me había dado cuenta de lo que me rodeaba.
Ahora ya estaba amaneciendo y todo lo que la oscuridad de la noche ocultaba volvía a verse de nuevo. Desde donde estaba podía ver todo un valle repleto de montañas. Tuve que girar varias veces más la cabeza para convencerme de donde estaba. Solo el simple hecho de mirar hacia abajo producía algo de vértigo. Las nubes no estaban tan lejos como de costumbre y pude verlas desde mucho mas cerca de lo habitual. Un manto verde se extendía por todo el valle y los árboles parecían de juguete.
Lo cierto es que las vistas eran impresionantes, dignas de cualquier bonita postal en la que sale un paisaje de montaña. Era naturaleza en estado puro. En ese momento se me pasaron todos mis males y seguí ascendiendo siguiendo el rastro de la música ya que provenía de más arriba. Me costó subir ya que el camino cada vez estaba peor debido a las piedras y cuando apoyaba los pies para impulsarme perdía tracción y avanzaba poco apoco.
Finalmente llegué a la cumbre y se desveló el secreto de donde procedía la música. Se trataba de un gaitero ataviado con la indumentaria propia y que tocaba la gaita. Las notas sonaban por todo el valle y la verdad que oírlo mientras tocaba fue todo un placer . A parte el sol que ya había salido completamente empezó a iluminar el cielo con fuerza. Era de un color naranja increíble y su reflejo en las nubes hacía que estas lucieran un intenso color azul.
En la cumbre noté que soplaba con más fuerza el viento y hacía algo de frío pero realmente aquello no importaba. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y me puso la carne de gallina. Pensé que era el mejor sitio del mundo para estar allí en ese momento y que era un privilegiado. Todas las penurias y sufrimientos que había padecido para llegar a ese lugar habían merecido la pena de sobras. El momento solo duró unos segundos pero se coló en mi memoria y a día de hoy es uno de los mejores recuerdos que conservo de correr por la montaña. Cada vez que entreno cuando amanece o anochece recuerdo con nostalgia ese amanecer perfecto.
Cuando recuperé la consciencia de lo que había sucedido me encontraba bajando de la la cima de la montaña y mis cuádriceps apenas acostumbrados a aquel trabajo intenso veían las estrellas cada vez que intentaba frenar el peso de mi cuerpo con cada paso que daba. Me uní a un grupo de personas que eran de Andorra y que me acogieron amablemente. Estuvimos charlando y durante un rato el tiempo se pasó sin darme cuenta. Estaban acostumbrados a realizar caminatas y aunque no corrían sus cuerpos estaban mejor preparados que el mío para desenvolverse por la montaña.
Me aconsejaron que era lo que tenía que hacer para andar por aquel terreno. Fue interesante ya que para mi andar y correr eran lo mismo en todos los lugares y después esta carrera comprendí que no era así. Mi cuerpo estaba cansado ya había pasado el agotamiento inicial y estaba con un 15% de energía. Parecía poca energía pero era lo suficientemente valiosa como para permitirme seguir adelante. Adelanté a varias personas que ya ni siquiera podían continuar andando.
Llegamos a un avituallamiento importante que se encontraba en un pueblo. Podía haber seguido andando pero estaba muy cansado. Me gustaba hacer las carreras corriendo la mayor parte del tiempo y no andando. En ese momento ya no me apetecía ni caminar por lo que ya no encontré más sentido a seguir. Además en ese momento la organización de la carrera por las condiciones climáticas de la noche, habían reducido el trazado inicial de la carrera de los 90 a 82 kilómetros y ya hacía horas que ya habían llegado los primeros corredores a la meta. No tenía mucho más que hacer en la carrera y opté por la solución mas sencilla para mi y arrojé la toalla.
Recorrí finalmente 43 kilómetros en 13 horas por la montaña y prácticamente lo di todo. Kilian Jornet ganó la prueba realizando un tiempo de 10 horas y 36 minutos. Lo único que estaba tocado era mi orgullo pero eso pronto se recuperó entrenando más. Posteriormente en un primer balance final me di cuenta de que tenía que aprender mucho más sobre correr en la montaña y prepararme mejor futuras carreras. Pero luego me di cuenta de que para ser la primera vez que me aventuraba a correr una carrera ultra trail en un entorno que no era para mi del todo habitual no lo había hecho tan mal.