33-EL RITMO DE CADA UNO

ENCUENTRA TU ZONA COMODA PARA ENTRENAR

Javier Sanmartín Soler

Todos hemos corrido alguna vez rápido o muy rápido sin saber con certeza el tiempo que habíamos tardado en recorrer una determinada distancia. Sencillamente nuestro organismo sentía que lo estábamos forzando y respondía de la mejor manera posible. Aunque no siempre hayamos podido ir al mismo ritmo y tener las mismas sensaciones en la carrera día tras día.

Cuando uno es pequeño y corre, no importa el tiempo ni la distancia. Corre y listo. En el patio del colegio los niños durante el recreo corren, se cansan y están contentos sin ser conscientes de otras cosas. Y si tuvieran el doble de tiempo de recreo seguirían haciendo lo mismo por el simple hecho de que son felices haciendo lo que les gusta sin tener ningún tipo de preocupación o pretensión.

A esas edades no es necesario el uso de aparatos que controlen la distancia recorrida, el volumen de oxígeno, las calorías consumidas, los parciales por kilómetro, las pulsaciones máximas y mínimas, etc... porque no hace falta. Los niños no necesitan eso ¿y los adultos? Con esto no digo que este mal entrenarse con determinados dispositivos modernos que son capaces de aturdirnos con tanta información que pueden llegar a almacenar de un solo entrenamiento. Las cosas deben llegar a su debido tiempo.

Correr es mas sencillo que todo eso y muchas veces nosotros mismos lo complicamos. Es una pena que al crecer dejemos de jugar porque parte de la energía que cada uno de nosotros posee se va diluyendo y en muchos casos desaparece por completo cuando uno llega a ser adulto. De pequeños nos enseñan a canalizar el exceso de energía a través del deporte generalmente en el colegio o realizando actividades extraescolares fuera de el. Pero cuando una persona joven termina sus estudios llega a un punto complicado ya que nadie le va a obligar a hacer deporte, salvo uno mismo. Luego cuando se comienza a trabajar como normalmente sucede, todo se complica un poco más.

Y aquí es cuando entran en juego los hábitos deportivos que esta persona ha adquirido desde su niñez, que deben ser lo suficientemente fuertes como para que el individuo sienta la necesidad de entrenarse porque físicamente y psicológicamente lo necesite para encontrarse bien consigo mismo.

Es complicado ya que a determinadas edades las personas se pueden encontrar un poco dispersas y menos centradas que otras a la hora de practicar deporte. Por eso hay que dejarles tiempo y poco a poco confiar que la persona se vuelva a centrar en recuperar los hábitos deportivos que ha perdido.

Es menos costoso para el cuerpo recuperar la forma física con 25 años que tener 35 años y llevar 10 años sin hacer nada, ya que el cuerpo se puede mal acostumbrar a la inactividad muy rápidamente con los consiguientes problemas. También debemos aceptar el hecho de que existen personas a las que no les gusta realizar ejercicio físico y que no les motiva nada practicar cualquier tipo de deporte o cualquier actividad que implique el más mínimo sufrimiento. A la gente no se le puede obligar a practicar algún deporte si no le gusta.

Con respecto al ritmo que debemos llevar al ejercitarnos debe ser un ritmo cómodo que podamos mantener sin excesivo esfuerzo, por lo menos si queremos correr grandes distancias durante un tiempo prolongado. Cuanto más rápido queramos ir al correr más cansancio acumularemos en nuestro cuerpo y mantener esta exigencia durante tiempo nos resultará agotador. Los ritmos altos que nuestro cuerpo no puede mantener repercutirán en la carrera y nos pueden pasar factura.

No es que un ultra fondista no pueda correr rápido ya que de hecho algunos pueden correr por debajo de los tres minutos el kilómetro en condiciones normales y en determinadas ocasiones. Pero lo habitual en carreras de ultra distancia es que se tarde en recorrer cada kilómetro 4, 5, 6 y 7 minutos o más, ya que también depende del desnivel del terreno por el que se corre y de otros factores.

En definitiva cuanto más tiempo queramos permanecer corriendo nuestro ritmo de carrera a de ser mas adecuado para aguantar durante el mayor tiempo posible. Esto se consigue con ritmos más lentos que permiten que nuestro cuerpo resista mejor. Los ritmos altos por encima de nuestras limitaciones implican mayores exigencias físicas para nuestro organismo que tiene que soportar y hacen que la resistencia se vea afectada y disminuya. Con el entrenamiento frecuente la persona sabe cual es su propio ritmo para rodar cómodamente.

No debemos dejar que otros ritmos afecten al nuestro propio ya que en ocasiones por ejemplo en una carrera o en un entrenamiento queremos correr por encima de nuestras posibilidades y nos “picamos” con otros corredores. El problema surge cuando los ritmos elevados que llevan otras personas nos arrastran y hacen que nosotros mismos sigamos este ritmo impuesto que está por encima de nuestras limitaciones. Por lo que este esfuerzo posteriormente nos pasará factura y puede arruinar nuestra carrera. El ritmo de carrera lo debemos fijar nosotros mismos sin influencias externas y si decidimos entrar al trapo de otros ritmos más elevados debe de ser siendo conscientes y con todas las consecuencias.

Es conveniente no desfondarse ya que en las carreras de largas distancias se corre durante bastantes horas y puede que otros corredores nos pasen a un ritmo muy rápido o nos parezca que nuestro ritmo es demasiado lento. Pero también es posible que con el paso de las horas estos corredores que tan rápido nos han pasado, se encuentren parados, andando o se hayan retirado por llevar un rodaje más elevado del que su cuerpo podía soportar.

Para correr a gusto hay que saber escuchar e interpretar las señales que nuestro cuerpo nos indica para conseguir el ritmo adecuado. Cuanta más experiencia tenga el corredor mejor conocerá su propio cuerpo y sus capacidades.