297-MI UNIVERSO. LA FAMILIA

NO NECESITO MAS COSAS

Javier Sanmartín Soler

En los tiempos que vivimos hay una gran variedad de familias. En mi caso podía considerarme mono parental aunque no era el termino exacto. Según el registro civil era soltero y tenía una hija. En el ayuntamiento solo estaba censado yo en mi domicilio. Sin embargo para hacienda Mara existía y figuraba en mi declaración de la renta. Vaya lío, pero pese a todo en el buzón de casa figuraba mi nombre y el de mi hija, eso era lo que importaba.

Hacía ya un tiempo que se había muerto mi perrita Lana y la echaba de menos. Pero no quería tener otro perro. Me gustaban aunque de momento estaba bien así. Aunque de vez en cuando Mara me pedía uno para casa. Los únicos animales que de momento tenía eran peces porque apenas me daban trabajo.

Mi familia era pequeña y solo éramos dos. Pero no necesitábamos más. Ya no tenía que aguantar a familiares de más o tenía que hacer esfuerzos para encajar en otra familia. Eso me ahorraba muchos quebraderos de cabeza. Ya no tenía que acudir a reuniones familiares que no me interesaban ni me aportaban. El único esfuerzo que hacía ahora era por mi familia y amigos, eso sí que lo hacía por placer.

Con los que más me relacionaba era con mis padres ya que dependía de ellos para llevar a Mara al colegio. Después estaba mi tía que siempre estaba pendiente de nosotros y con la que pasábamos las navidades y vacaciones de verano. Después estaba mi hermano, su mujer y mis sobrinas. Con ellos era complicado quedar y lo hacíamos de vez en cuando. Siempre me gustaba ver a mis sobrinas, crecían rápido.

Eso era todo, del resto de familiares primos y tíos ya apenas tenía contacto. De tener una familia grande ahora estaba mermada ya que apenas nos veíamos. Todos mis primos tenían hijos que cuidar y solo quedábamos en contadas ocasiones. Ese era el precio que había que pagar por hacerse mayor y perder algo de protagonismo.

También tenía un puñado de amigos que prácticamente eran como mi familia. Era un grupo pequeño. Si necesitaba cualquier cosa podía contar con ellos. Sus logros o buenas noticias las celebraba como si fueran mías y las malas también. Cada uno tenía su familia por lo que no nos veíamos mucho. Pero si había alguna novedad siempre estábamos en contacto.

Ya no había nada más, no había gente superflua. El resto ya eran compañeros de trabajo o conocidos. Entre estos y mi círculo cercano ya había un escalón que estaba bastante diferenciado. No necesitaba tener una gran agenda o continuos compromisos ya que no me apetecía socializar más.

Sin embargo Mara empezaba a tener más vida social y me parecía bien. Ella tenía que buscar su sitio y se relacionaba con muchas personas. Cada vez ampliaba más su círculo de amistades y también empezaba a cribar amistades. No tenía mal criterio y se le veía prudente. Ya no era tan ingenua y no se fiaba de todos. Era cuidadosa y cada vez asumía más responsabilidades. Yo confiaba en ella y le dejaba su espacio. Pero vigilaba su entorno, no quería que tuviese malas experiencias e intentaba protegerla. Para hacerlo intentaba ser sutil sin ser controlador. Cosa que no pasaba puesto que Mara ya era preadolescente y si me pasaba se rebelaba. En cuanto notaba algo que no le gustaba protestaba. Era ella la que me marcaba los límites para que no la molestara ni agobiara.

Tenía un enorme potencial que estaba por salir. Mi función era enseñarle a desenvolverse mejor y con soltura. Confiaba en ella y teníamos una buena relación. Pero aún era pequeña y me necesitaba, así que disfrutaba de ella y no tenía ninguna prisa porque creciera. Los cimientos de nuestra relación eran sólidos y eso era lo importante.