285-MI UNIVERSO. ECONOMIA FAMILIAR
TENER LOS GASTOS A RAYA
Javier Sanmartín Soler


Como muchas veces he dicho no me sobraba el dinero y no me gusta desperdiciarlo. Las empresas realizan estudios de mercado para rentabilizar su capital. Tratan de analizar la oferta y la demanda, el comportamiento del público, los patrones de consumo y la evolución de sus competidores. Así que yo también usaba esos conocimientos a pequeña escala para optimizar mis recursos.
El dinero es un recurso necesario en los tiempos que vivimos y debemos intentar sacarle el mayor partido posible. En mi caso con un sueldo teníamos que vivir dos personas, así que de vez en cuando tenía que esforzarme y ahorrar. Aunque no me podía quejar ya que me adaptaba bastante bien y no pasábamos ningún tipo de penuria. Pero tampoco tenía músculo financiero y para estar tranquilo necesitaba más dinero. Así que me encontraba en una zona intermedia.
Para conseguir más dinero tenía varias opciones. La primera era conseguir otro trabajo, pero repercutía directamente en mi tiempo libre y de rebote también podía afectar al tiempo que pasaba con mi hija. Por eso ni me lo planteaba. La segunda opción era la de intentar ascender dentro de mi trabajo pero no me motivaba y no iba a hacer las cosas sin estar convencido.
Como no encontraba nada que me interesase decidí que mi tiempo era para mí, aunque no ganase más dinero. Eso sí cada euro que tenía lo intentaba aprovechar al máximo. La clave residía en no tener pufos o acumular deudas. Por lo general no financiaba si me cobraban intereses. Lo último que pagué a plazos fue mi moto Yamaha en tres años. Tenía el dinero para pagarla al contado pero me dejaron pagarla a plazos durante tres años sin apenas cobrarme intereses. Además me regalaron varios accesorios y ropa por lo que me convenció. Fue una oportunidad que surgió después de la pandemia del Covid para vender motos y no la desaproveché.
Todo lo que compraba lo pagaba al contado. No compraba cosas innecesarias o excesivamente caras si no me hacían falta. El objetivo era tratar de controlar los gastos. La mejor manera de hacerlo era la de conocer el precio de los productos que adquiría. Se trataba de tener una referencia en cuanto al precio de partida y así sabía si algo estaba caro o barato. Para eso había que ser observador y realizar un seguimiento y cuando el precio era el adecuado los compraba- Pero tampoco consistía en obsesionarse con el precio de las cosas.
Si hacemos la cesta de la compra tenemos una predisposición para adquirir ciertos productos que ya conocemos y solemos repetir esas pautas. Así que solo es cuestión de fijarse y ver que el precio sea el adecuado. Si la leche que compro está cara compro de otra marca. Si la leche que compro está barata compro otra caja.
Para mí los gastos cotidianos estaban controlados y el mayor era hacer la compra. Una familia media de varios adultos y niños puede gastarse bastante dinero al mes en comer. Pero en mi caso no era así y el gasto no era relevante. También estaba el gasto de repostar de combustible el coche o las motos. Pero como los trayectos que hacía solían ser cortos me bastaba con un depósito al mes y el gasto no era excesivo.
Los gastos mayores a los que me enfrentaba había que observarlos con un mayor detenimiento. El pago de recibos, seguros, impuestos, revisiones, etc... estos eran más delicados ya que de vez en cuando podía surgir algún imprevisto y podían afectar a la capacidad de ahorro. Con estos ya había que tener cuidado.
El gasto más importante que tiene una familia es el pago de la hipoteca y el segundo es el coche. Por suerte el gasto de mi hipoteca suponía la cuarta parte de mi sueldo por lo que podía pagarla bien. En cuanto al coche ya estaba pagado y solo me suponía un gasto menor. Así que teniendo los dos gastos más importantes controlados mi economía estaba saneada y era cuestión de ahorrar.
Si todo iba bien y no surgían imprevistos serios a finales de año todo lo que había podido ahorrar lo destinaba a quitarme hipoteca con el único fin de debilitarla y acabar con ella lo antes posible. Así que ese era mi plan.
Aunque no todo dependía de mí ya que la inflación era algo que yo no podía controlar. Si subían los impuestos, los intereses, el precio de los alimentos, el combustible... al final afectaba a todo el mundo y si se prolongaba en el tiempo mermaba el poder adquisitivo de todos, incluido yo. Por lo que tenía que ir con cuidado.