281-MI UNIVERSO. EL VIEJO

HAY QUE VER LA BELLEZA INTERIOR

Javier Sanmartín Soler

El deber de la sociedad es el de cuidar de las personas mayores. Estas personas son las que han trabajado durante toda su vida y se merecen vivir tranquilos y sin preocupaciones. Tarde o temprano y con suerte todos deberíamos llegar a esa etapa, aunque no siempre es así. Como se suele decir envejecer es un premio. Además desde pequeños nos inculcan el respeto por los mayores y algún día estaremos nosotros en esa situación.

La gente mayor acumula conocimiento y experiencia por lo que siguen siendo útiles. En los tiempos que corren suelen ayudar a su familia puesto que por lo general sus hijos trabajan y muchos cuidan o ayudan con sus nietos. Aunque ya no trabajan suelen tener otras obligaciones que muchas veces se les imponen.

El 29 de septiembre de 2023 fui a recoger una de mis motos al taller. Se trataba de la Cagiva W350 que había conseguido en una subasta el año anterior. Fui a recogerla con un remolque con Adolfo a un pueblo de Teruel. No tenía mal aspecto pero había que hacerle bastantes cosas para dejarla bien ya que estaba olvidada en un rincón y llevaba tiempo parada.

Desde ese día había pisado el taller varias ocasiones para dejarla mejor. Cuando ya se estaba recuperando el 6 de Julio del 2023 se inundó de agua el garaje donde la guardaba. Justo la semana anterior le habían cambiado las ruedas, el kit de arrastre y realizado una revisión. Después de eso fue como volver a empezar. El motor se había sumergido en agua y la pintura se había estropeado. Al sacar la moto del garaje solté el tapón del aceite del motor y comenzó a brotar agua y aceite a la vez. Después de eso la moto se pegó unos días en la calle hasta que vino la grúa para llevarla al taller.

También mi moto Kawasaki se vio afectada puesto que las dos motos se encontraban en el garaje cuando este se inundó. La única que salvó fue la Yamaha que la tenía en el trabajo. De repente me había quedado sin dos de mis motos y existía una alta probabilidad de que me quedase sin ellas. Pero por suerte no fue así y todo se pudo solucionar. La Kawasaki solo necesitó una pequeña revisión ya que, aunque también se sumergió casi por completo en el agua no sufrió muchos daños. Antes de eso estaba bien cuidada y era una moto robusta.

La Cagiva necesitó algo más de cuidados pero se pudo reparar sin problemas. Cuando fui a recogerla al salir del taller la arranqué. Tenía mejor aspecto que cuando la había llevado pero aún tenía que hacerle cosas para dejarla como yo quería. Metí la marcha para irme y la moto se caló. Probé otra vez y ocurrió lo mismo. Pasaba igual que cuando hubo que cambiar el embrague unos meses atrás. Avisé al mecánico para explicarle lo que pasaba. No me parecía ni medio normal que después de haber pagado una factura por la reparación la moto no funcionase. Le dije que ya me estaba empezando a cansar de la situación puesto que era la tercera vez que había llevado la moto al taller y que aún no estaba bien.

Me dijo que era una moto antigua y que ya tenía un pie en la tumba. Que era como un viejo de 70 años y que yo me había empeñado en ayudarlo. Que tenía que tener paciencia y que la moto tardaría en estar como yo la quería. Que era como una persona mayor y que por mucho que yo quisiera tenderle la mano la moto flaqueaba y se le juntaba todo. El tener bastantes años y el hecho de que llevaba un tiempo parada no ayudaba. Que si no quería tener esos quebraderos de cabeza tendría que comprarme una nueva. Que no necesitaba una moto de gran cilindrada para lo que yo la quería. Después de decirme eso consiguió que funcionase y la dejó arrancada. Para finalizar me comentó que la moto necesitaba ajustarse y que conforme la usase lo conseguiría. Nos despedimos y llevé la moto a mi garaje sin más problemas.

Al llegar a casa fui a correr y mientras corría pensé en lo que habíamos hablado. En parte tenía razón, llevaba años yendo a ese mecánico puesto que reparaba bien las motos. Si no quería complicaciones lo sencillo era comprar algo nuevo y olvidarte de reparaciones durante unos años. Deshacerme de la moto era lo que la mayoría de personas hubieran hecho. Era lo más sencillo y también era lo más sensato. Pero eso no iba conmigo puesto que yo no abandonaba a las primeras de cambio. Por lo menos tenía que luchar un poco. Si luego era una causa perdida la dejaría.

No iba a malgastar ni dinero ni tiempo en algo que no tenía solución. La moto tenía casi 30 años pero también tenía potencial. No aparentaba los años que tenía porque empezaba a estar reparada y visualmente era atractiva. La moto funcionaba bien y lo demás ya era cuestión de pequeños arreglos. Tenía que cambiarle el manillar, los puños, arreglar el colín, cambiar el tapón del aceite del motor y poner un protector para el piñón de la cadena. También tenía que cambiar el tubo de escape pero eso ya era un capricho mío. Si hacía todo eso la llevaría para pasar la ITV y si la pasaba me daba por satisfecho. Solo tenía que ser constante y no tirar la toalla.

Al final era un desafío y yo lo veía así. Para mí la moto se merecía otra oportunidad y prefería invertir algo de mi dinero en recuperarla que darle una patada y mandarla al desguace. ¿Qué clase de valores le podía enseñar a mi hija si abandonaba algo a la primera de cambio? No solo se trataba de solucionar las cosas con dinero, también había que tener principios. La moto era vieja, apenas tenía valor y pese a todo seguía funcionando. Era una superviviente y se merecía otra oportunidad.