269-MI UNIVERSO.IR A CONTRACORRIENTE

VOY EN DIRECCION CONTRARIA

Javier Sanmartín Soler

Seguir la corriente es lo habitual, lo común y lo normal. Alguien que sigue la corriente significa que es uno más y que hace lo que la mayoría hace. Es una postura cómoda y fácil que no implica riesgos ni complicaciones. Pero vivir así puede generar frustración ya que no se desarrollan muchas de nuestras capacidades.

Ir a contracorriente es hacer las cosas de forma distinta a la mayoría. Pensar diferente del resto no tiene que ser algo malo. Tener objetivos nuestros nos distingue y caracteriza. Seguir otros caminos también puede ser emocionante y satisfactorio.

Hay que seguir las normas y elegir como queremos vivir. Que nadie nos controle al 100% y hacer algunas cosas a nuestra manera. Al crear este camino se experimenta una sensación de satisfacción y de auto realización. No siempre hay que hacer las cosas sin pensar, a veces hay que cuestionarlas.

Supongo que me estoy haciendo viejo y ahora veo las cosas desde otra perspectiva. Aunque hay cosas que no cambian, sigo siendo tozudo y siempre he tenido personalidad para no dejarme arrastrar por otras personas. Que las cosas quien mejor las hace es uno mismo y si no nos gusta algo hay que plantar cara para cambiarlo. Por eso tenemos que ser exigentes con nosotros y eso implica salir de nuestra zona de confort.

No me gustaba ir a los centros comerciales los fines de semana cuando estaban saturados de gente. No le encontraba mucho sentido si se puede hacerlo entre semana cuando apenas hay gente, atascos o aglomeraciones. Pero también respeto al que le guste acudir esos días o no tenga otras opciones.

A la hora de entrenar no estaba atado a ningún horario. Cada día era una aventura y lo primero que hacía era ver cuando podía salir a correr. Las únicas cosas que condicionaban eran mi hija y el trabajo. Pero sabía compatibilizar todo y era cuestión de organizarse. Podía entrenar a cualquier hora y no solía repetir horarios de un día a otro.

En cuanto a los recorridos tenía varios y los escogía en función del tiempo que tuviese para entrenar. Intentaba correr por parques o espacios abiertos que no estuvieran saturados de personas. Prefería correr por sitios tranquilos en los que apenas viese a gente ya que me transmitían paz y tranquilidad. Pero en realidad podía hacerlo en cualquier lugar y me adaptaba a lo que fuese.

Tenía tres sitios para correr que eran mi casa, el gimnasio y la calle. Me había relajado algo dado que para entrenar disponía de comodidades y no era necesario que pasase penurias. Por ejemplo, podía correr con el mal tiempo en la calle pero resultaba más sencillo hacerlo en el gimnasio. Lo que no cambiaba era que el ejercicio me relajaba y necesitaba hacerlo. Entrenaba todos los días más o menos no me costaba mucho ponerme ya que era un hábito que ya había adquirido.

Los veranos los pasábamos en el pueblo de mis padres y mi tía. Gracias a eso a finales de año podía amortizar algo de la hipoteca. Estaba ya cansado de los bancos y mi idea era pagar toda mi deuda en la mitad del tiempo que me habían concedido. Era algo que había meditado bastante y que quería hacer.

Al final intentaba llevar una vida organizada. Cuidaba de Mara en semanas alternas, trabajaba, entrenaba y cuidaba todo mi entorno. A veces mi vida era como nadar en una fuerte corriente, no tenía que ser el más rápido y tener prisa por salir. Si hacía eso me agotaría, me arrastraría la corriente y sucumbiría. Solo tenía que estar tranquilo, aguantar y adaptarme a las situaciones. Tarde o temprano recuperaría el control, solo era cuestión de tiempo.