256-MI UNIVERSO. LA HORMIGA
NO SUBESTIMES SU FORTALEZA
Javier Sanmartín Soler


Siempre me he considerado una persona ahorradora. Desde pequeño me gustaba la fábula de la cigarra y la hormiga y había crecido viendo que el esfuerzo diario y el sacrificio tienen su recompensa. Yo era como una hormiga trabajadora y no me dejaba ningunear por ningún parásito. Pero tenía que tener cuidado puesto que también era caprichoso y de morro fino y no quería vivir por encima de mis posibilidades.
Todo lo que podía lo abarcaba y siempre buscaba la manera de conseguir más cosas. Aunque a veces tenía que hilar fino para no pillarme los dedos. La estrategia era sencilla: tenía que tener solvencia económica. Si tenía dinero compraba cosas y si no tenía no gastaba. Aunque a veces tenía dinero y no gastaba. Prefería esperar a las rebajas, que hubiese algún descuento o promoción. No tenía prisa y eso me hacía jugar con cierta ventaja.
Vivía en un piso grande y confortable. Estaba amueblado casi en su totalidad y solo faltaban pequeños detalles. Además tenía varios garajes en los que disponía de espacio suficiente para meter mis vehículos. Era consciente de todo lo que tenía y no me podía quejar. El caso es que tenía dinero para que Mara y yo viviésemos de sobra e incluso iba ahorrando. Cosa que era bastante complicada para mucha gente.
En el pasado había terminado una relación tóxica y en mi cuenta bancaria habían quedado unos cientos de euros. Tuve que empezar desde cero y pronto me recuperé. Trabajaba y entrenaba, no tenía gastos superfluos y mi cuenta se fue recuperando. También me ayudó vender el piso de Mallorca, aunque fue una pena. Si lo hubiese podido aguantar más tiempo le hubiese sacado mucha más rentabilidad. Pero en ese momento tuve que hacerlo ya que para mí suponía un lastre.
También ayudó quedarme unos meses en casa de mis padres mientras me entregaban las llaves del nuevo piso y así también pude amueblarlo. Todos los muebles de casa menos los de la cocina los había montado yo mismo, armarios, mobiliario del baño, etc... incluso monté un vallado exterior en la terraza. Lo cierto es que con el tiempo había aprendido a hacer muchas cosas y el bricolaje no se me daba mal. Solo gastaba el dinero en materiales y la mano de obra corría de mi cuenta. Así conseguía ahorrar bastante.
Si tenía que poner un cerrojo en la puerta de casa yo mismo lo compraba y lo instalaba. Tardaba el triple de tiempo que le costaría a un cerrajero hacerlo pero también me ahorraba el triple de dinero. Aunque no fuese un experto, con algo de paciencia conseguía hacerlo. Siempre existía la posibilidad de ver cómo se hacían las cosas con algún video tutorial. Luego era armarse de paciencia y ponerse. Merecía la pena porque si era meticuloso al final el resultado era bastante satisfactorio. Hacer las cosas uno mismo también suponían un reto y un entretenimiento.
Tenía un maletín de herramientas que compré. Las herramientas no eran profesionales pero servían para hacer cualquier reparación doméstica. Con el maletín y un taladro eléctrico que Adolfo me dejó había hecho verdaderas virguerías en casa. Con mi amigo Alex había reformado un baño ya que él tenía una buena base en albañilería. Con Adolfo había montado la pérgola de la terraza, puesto rejas, etc... y todo lo habíamos hecho con herramientas básicas. Estaba muy agradecido por su ayuda puesto que ellos me habían hecho ahorrar bastante dinero y había mejorado mi calidad de vida.
Por otro lado también había aprendido a ser previsor y anticipaba las compras. El grueso lo hacía aprovechando las rebajas de principios de año y las de verano. Además los últimos jueves de cada mes en un centro comercial hacían descuentos de ropa y calzado y si me parecían buenos aprovechaba y compraba. Al hacer esto conseguía ahorrarme entre un 60 y un 70 % del precio original y podía adquirir ropa buena a precio asequible.
También compraba productos on line y con esto hacía lo mismo. Aprovecha las rebajas, promociones especiales o eventos tipo “black friday” y compraba todo lo que me interesaba con descuentos importantes. Era fácil, si estaba barato compraba cualquier cosa que necesitase. Cada mes compraba algo y poco a poco la casa se fue llenando. Como pagaba una hipoteca baja iba ahorrado y cuando veía algo que merecía la pena comprar no me hacía duelo rascarme el bolsillo. Así en tres años había conseguido dejar la casa a mi gusto y Mara y yo teníamos muchas cosas para no aburrirnos.