247-MI UNIVERSO. EL PORQUE DE LAS COSAS

TODO TIENE UNA EXPLICACION

Javier Sanmartín Soler

Lo que somos y lo que hacemos normalmente tienen una explicación. Cada persona es única y diferente de las demás por lo que aprender y sociabilizarse se puede hacer de muchas maneras. La familia, la educación, el carácter, los valores y las amistades influyen bastante. Esa es la base, pero luego cada uno recopila anécdotas y experiencias que le sirven para formarse. Lo normal es que de pequeños recibamos ayuda y herramientas necesarias para hacerlo bien. Después cuando alcanzamos cierta madurez la responsabilidad individual junto con nuestras acciones ya únicamente recaen sobre nosotros.

En mi caso en todo este proceso interior aparecieron las motocicletas que marcaron mi juventud y me ayudaron a ser la persona que soy. Me encantan y trataré de explicar mi relación con ellas.

Cuando era pequeño en mi familia apenas había. Mi abuelo tenía una en casa, era vieja, no funcionaba y estaba hecha polvo. Una vez un primo mío más mayor que yo quiso arrancarla, pero no pudo. Con los años esa moto desapareció puesto que no servía para nada.

Pasaron los años y poco a poco empezó a despertar mi curiosidad este tipo de vehículos. Con unos 14 años recuerdo que subía los veranos a la montaña para acampar con mis tíos y mis primos. Otro tío mío segundo siempre acudía con alguna moto y un día apareció con una Yamaha XT de 350 cc de color negra y amarilla.

A los 16 años ya conocía la mayoría de marcas y modelos y empecé a comprar revistas. Me pasaba horas viendo las revistas encerrado en mi cuarto. Al cumplir la mayoría de edad ya tenía claro que tarde o temprano iba a tener una. Así que en cuanto acabé de estudiar me puse a trabajar. A esa edad las motos eran un potente estímulo. Sin darme cuenta querer tener una me sirvió para esforzarme, aprender a ahorrar y centrarme en conseguir ese objetivo.

A los 19 años me saqué el carnet para conducir coches y el carnet para conducir motos. Después de eso ya me podía comprar una, pero primero tenía que ahorrar. Recuerdo trabajar en una fábrica mientras pensaba que modelo iba a tener. Me gustaban las motos como la Aprilia SR 125 que era de carretera y la Honda CRM 125 que era una moto tipo trail. Eran motos de pequeña cilindrada acordes con mi edad.

Las motos nuevas eran bastante caras y yo ya no tenía paciencia para esperar mucho más. Aun así tuve que esperar y seguí ahorrando. Eso también me sirvió de lección. Mantener un vehículo no era barato. Había que pagar seguros, impuestos, mantenimientos, combustible, etc. También tenía que comprar algo de equipación, un casco, una cazadora y unos guantes era lo mínimo. Por lo que tendría que tener un colchón de dinero para poder hacer frente a esos gastos.

Al final ahorré el suficiente dinero para que junto con la ayuda de mis padres y de mi tía me pudiese comprar una Honda NSR de 125 cc nueva. Tenía 25 CV de potencia y el motor era de dos tiempos. Pesaba poco unos 160 Kg por lo que era una moto ligera. Era una pequeña moto deportiva que llamaba la atención. Su coloración era blanca, roja y azul y era una buena opción para aprender a conducir.

Me encantaba pasear con ella por la ciudad, podía ir a cualquier sitio sin depender de nadie. Me aportaba bastante libertad por lo que disfrutaba conduciendo. En poco tiempo había pasado de ser un estudiante a ser un trabajador independiente. Sin apenas darme cuenta comenzaba a ser un adulto con responsabilidades y me gustaba.

Después de la pequeña Honda a los dos años apareció otra Honda pero esta era el modelo CBR 600F de color negro. Esta moto era la deportiva por excelencia con la que cualquier joven soñaba. Con 22 años la pagué al contado y eso era algo extraño de ver. La moto tenía más de 100 CV de potencia y alcanzaba los 250 Km/h, No era una moto de aprendizaje. En comparación con la anterior tenía cuatro veces más de potencia. La tuve cinco años y me proporcionó mucha diversión. Con 26 años la vendí puesto que compré un piso y un coche nuevo y tenía demasiados gastos.

La siguiente moto la tuve con 28 años, fue una Kawasaki Z750 de color negro y la compré en Mallorca en el año 2005. Esta moto ha sido la que más años he tenido y compartimos una larga historia. Es mi último recuerdo de la isla y por eso tiene bastante valor sentimental.

A los 41 años me compré una Yamaha XSR700 de color plata puesto que la Kawasaki comenzaba a notar el paso de los años y quería otra moto más actual.

Con el tiempo cada moto se convierte en una parte de mi vida y por eso les tengo apego. Me gustan porque me recuerdan mis comienzos. Desde que tenía 19 años he tenido motos hasta hoy y en los dos años que no he tenido sentía que me faltaba algo.

Pero también hay que ser conscientes de que las motos entrañan peligros y que hay que ser prudentes a la hora de conducirlas. Solo me he caído una sola vez (con la Kawasaki) saliendo en grupo y las consecuencias fueron leves (aunque me rompí un hueso flotante de la cadera).

Soy un motero extraño puesto que no viajo mucho y apenas salgo en grupo. Pero a mi manera disfruto y me gusta usarlas a diario para desplazarme e ir a trabajar. Sería feliz con solo tenerlas aparcadas en el garaje.

De momento tengo más satisfacciones que desventajas y por eso me siguen gustando. Me atraen y eso es innegable. Han estado conmigo a lo largo de muchos años y he vivido muchas cosas. Al final eso generan un vínculo.

Cuando me haga viejo llegará un día en el que no pueda usarlas o ya no me gusten (cosa que dudo). Pero hasta entonces espero seguir disfrutando. Será cuestión de prioridades y de momento la cosa va para largo.