246-MI UNIVERSO. LA VIDA DE LA AMEBA

PASAR DESAPERCIBIDO

Javier Sanmartín Soler

Una ameba es un organismo microscópico unicelular. Es un animal insignificante y simple que apenas puede observarse a simple vista. Su forma no está definida y es gelatinosa e irregular. Vive en las aguas de los fosos o en los charcos y su vida es sencilla. Nace, come, se reproduce y muere.

A primera vista este tipo de animal no despierta gran curiosidad puesto que se trata de un organismo pequeño y simple en comparación con otros más grandes y complejos. Pero dejando de lado ciertas diferencias también juega un papel importante en el ciclo de la vida y no hay que menospreciarlo. Por otro lado el concepto de ameba se usa para calificar despectivamente a una persona que en vez de evolucionar, involuciona y viene a ser como una persona inferior.

Pero ser una persona del montón no quiere decir que no se pueda ser feliz. Mi vida era así, sin complicaciones. Fuera de mi círculo era un completo desconocido. Un don nadie y no me importaba, de hecho prefería que fuera así. Bastante me había costado tener paz. Mi vida se reducía a la mínima expresión, trabajar, entrenar y cuidar de mi hija. No necesitaba mucho más.

Me sentía tranquilo sabiendo que era libre para hacer lo que quería. No necesitaba que otros dirigieran mi rumbo o mi voluntad. Yo mismo tomaba las decisiones sin tener que rendir cuentas con nadie. Estaba a punto de cumplir 44 años y no quería más complicaciones. Evitaba los conflictos, discusiones o peleas. Pero tampoco aguantaba tonterías ni perdía el tiempo con gente que no me aportaba nada bueno.

Se puede decir que llevaba una vida sencilla y me gustaba. Pero además de eso también existía un lado intenso que rebosaba energía. Esa energía hacía que fuera capaz de hacer cosas sin parar y solo necesita para recuperarme comer y descansar. Intentaba dormir bien, un mínimo de 7 horas al día y si hacía eso al día siguiente empezaba bien. Durante el día si podía evitaba dormir la siesta ya que si paraba estaba perdido porque me relajaba y dejaba de hacer cosas.

El movimiento era la clave para no parar. Al final de cada día, era cuestión de poco tiempo para que me quedase dormido y a veces lo hacía antes que Mara. Era como un niño pequeño. Eso sí, me despertaba varias veces por la noche para ver cómo estaba mi hija y luego me volvía a dormir.

No me gustaba madrugar y cuando trabajaba de mañanas había días que había descansado casi 9 horas. Me gustaba descansar, para mi era importante y al hacerlo bien mi cuerpo se recuperaba antes y podía seguir entrenando. No había nada estipulado e improvisaba sobre la marcha.

En cuanto a la comida no comía excesivamente bien pero tampoco lo hacía mal. No tenía tiempo de cocinar y no me complicaba. Comía mucha fruta de temporada, sobre todo naranjas y plátanos. Todos los días hacía ensaladas con lechuga, tomate o pepino. Intentaba no comer mucho pan, bollería industrial o patatas fritas, pero si tenía hambre no le hacía ascos a nada.

En cuanto a las bebidas solo tomaba agua, evitaba las bebidas carbónicas y la cerveza la tomaba de vez en cuando. Lo que ya no tomaba desde principios de año era el café que no me sentaban bien y la última vez que lo había hecho acabé con nauseas.

Al final hacía lo que quería en todos los aspectos. Apostaba por las cosas que conocía y no me salía mucho de mi guion. Pasaba desapercibido y que no llamaba la atención. De hecho, solo había tres personas que sabían que desde que había comenzado el año había corrido todos los días. Pero yo tampoco iba diciendo a la gente lo que entrenaba puesto que la mayoría no me preguntaban. Pasaba de ir contando mi vida y los motivos por los que corría.

Me gustaba la idea de pasar desapercibido, de llevar una vida simple, insulsa y sin complicaciones puesto que así no suponía ningún peligro ni amenaza para nadie. Que todos pensaran que era un tipo del montón sin sueños ni aspiraciones y que estaba atrapado en una vida triste. Pero no era así y siempre veía el lado positivo de las cosas. La rutina me aportaba seguridad y tranquilidad. Ser una ameba me convertía en alguien al que la mayoría no tiene en cuenta. Prefería ser una ameba feliz que un león amargado y desterrado.