238-MI UNIVERSO. LA REVANCHA
HORA DE SALDAR CUENTAS
Javier Sanmartín Soler


Una vez hace años me dijeron que no iba a poder acabar una carrera ultra si no aprendía a tomar geles durante la prueba. En parte tenían razón, pero lo más curioso era que quien me lo dijo lo que más había corrido en su vida era una media maratón.
Con el tiempo me he dado cuenta que abusar de los geles es contraproducente por eso en la medida de lo posible los intento evitar. Tomar alguno no me sienta mal y los suelo alternar con fruta y comida. El problema llega cuando se toman demasiados, el estómago se satura y llegan los problemas digestivos. Cuando esto sucede, es complicado gestionarlo puesto que es bastante molesto y a veces la única forma de liberarse es vomitando. Esta es una de las peores cosas que te puede suceder en el transcurso de una carrera puesto que se pasa un mal rato. Pero de todo se aprende.
Así que para la Transgrancanaria tenía varias cuentas pendientes que saldar, una era el no abusar de los geles y la otra terminar la carrera. La última carrera de 100 Km que había intentado había sido en el año 2016 y acabo mal. Solo pude correr la mitad y el tiempo fue lamentable. No es por poner excusas, pero por entonces no estaba pasando por mi mejor momento. Ahora las cosas habían cambiado, estaba centrado y podía rendir mejor. Por eso tenía ganas de revancha.
Antes de la carrera, en la primera mochila que iba a llevar metí en uno de los bolsillos un gel de cafeína y una compota de frutas. Si todo iba bien no los tendría que utilizar puesto que los avituallamientos eran bastante completos. Pero si inevitablemente tenía que tomarlos, primero sería la compota de fruta (que era rápida de digerir) y si luego veía que estaba roto entonces emplearía el gel como último recurso. La segunda mochila era para el tramo final de la carrera y en esta llevaba dos geles de cafeína.
Mi idea consistía en demorar todo lo posible usar cualquiera de los geles. Pero sabía que tarde o temprano tendría que acabar tomando alguno. Ahora solo había que ver si los avituallamientos tenían variedad de alimentos para mantener un buen equilibrio y que el estómago no sufriera ni se resintiese.
En los primeros avituallamientos comía lo justo y siempre pensando en que tenía que ir bien alimentado e hidratado. Al principio no tenía mucha necesidad puesto que mi depósito de energía estaba lleno. Conforme avanzaba la prueba y notaba el desgaste mi cuerpo pedía más comida. De la primera mochila gasté una barrita de proteínas con sabor a chocolate, una compota de frutas y dos pastillas de potasio con sabor a limón.
A partir del kilómetro 63 empecé a comer ya comida de verdad, en concreto pasta. El resto de cosas que iba comiendo lo hacía dependiendo de lo que me apetecía en cada momento. Además intenté comer variado y todo lo que sabía que me sentaba bien puesto que no quise experimentar. Por lo general los avituallamientos estaban repletos de cosas y lo que yo abarcaba era una parte bastante pequeña. Al final comprobé que me estaba alimentando bastante bien puesto que no tuve problemas digestivos ni musculares.
En el kilómetro 80 decidí que iba a seguir esa dinámica y solo iba a utilizar los geles si físicamente veía que ya no podía aguantar más. Hasta cuando pasé el momento más crítico de la carrera no los tomé. Llevaba las plantas de los pies destrozadas y los geles no me iban a ayudar.
Pero al final todo salió bien y no consumí ninguno. Había sido fiel a mis principios y en ese aspecto estaba satisfecho dado que finalmente había conseguido lo que me había propuesto.