230-MI UNIVERSO. EL VUELO
YA FALTA POCO
Javier Sanmartín Soler


El jueves 5 de marzo sonó el despertador a las 05:15 h de la mañana. Había quedado con Adolfo a las seis menos cuarto. El día anterior dejé todo preparado para que al levantarme solo tenía que vestirme, hacer la cama y desayunar. Cuando ya estaba acabando mis tareas sonó el teléfono cinco minutos antes de la hora prevista. Era Adolfo que ya estaba en la puerta del garaje. Rápidamente cogí una maleta pequeña, una mochila que tenía preparada, el teléfono y la cartera y cerré la puerta de casa. Mientras estaba en el ascensor abrí la puerta del garaje con el mando para que Adolfo entrara al garaje. Aparcamos su coche en mi plaza y a las 05:50 h salimos de casa dirección a Madrid. Llevábamos 10 minutos de adelanto dado que habíamos calculado salir a las seis de la mañana.
El día de antes había lavado el coche, la moto y limpiado el piso. La idea era que estuviese todo bien antes de salir de casa ya que no me gustaba dejar cosas a medias. No se trataba de ninguna obsesión o imposición solo era que me gustaba tener las tareas hechas.
Conducía Adolfo, a mí los desplazamientos largos me estresaban dado que no estaba acostumbrado, sin embargo él era un tío de recursos acostumbrado a viajar y se desenvolvía perfectamente. Al salir de Zaragoza puso el navegador y el limitador de velocidad y no paramos hasta llegar a un área de servicio que estaba a una hora del aeropuerto. Como íbamos bien de tiempo paramos a desayunar. Nos sentamos al lado de una pareja de guardias civiles y Adolfo se tomó un cortado solo y un croissant de chocolate. Como yo había desayunado bien en casa no quise tomarme nada.
A las 9 de la mañana llegamos a nuestro destino. Adolfo lo había clavado. Me pareció impresionante, con lo torpe que soy yo para encontrar los sitios por primera vez. Había reservado un parking al lado del aeropuerto en el que vigilaban el coche y además te acercaban con una furgoneta a la misma puerta de la terminal. Aparcamos el coche y esperamos 5 minutos a que nos llevasen al aeropuerto. Eran las 9:20 h cuando llegamos y nuestro vuelo salía a las 11:15 h por lo que aún disponíamos de tiempo. Al pasar el control del equipaje esperamos en la zona de cafeterías y nos tomamos unos bocadillos de jamón y unos cafés.
A las 10:15 h salió en las pantallas las puertas de embarque para nuestro vuelo. Fuimos antes al baño y al salir nos acercamos a la puerta. Antes de llegar Adolfo se percató de que volábamos a Gran Canaria y no a Lanzarote puesto que yo tomaba esa dirección y se trataba de otra puerta de embarque. Había otro vuelo programado con la misma compañía, a la misma hora pero que iba a otra isla. En fin... corregimos la dirección y al llegar esperamos un rato más.
No llevábamos equipaje para facturar puesto que viajábamos con pocas cosas. Yo llevaba una maleta pequeña en la que había metido todo el material que necesitaba para la carrera y luego una mochila en la que puse algo de ropa. Por su parte Adolfo tenía una maleta mediana que llevaba medio vacía.
El vuelo salió a las 11:15 h y la hora de llegada iba a ser a la 13:10 h hora local, pero a esto había que sumarle una hora más de viaje por el cambio horario. O sea que íbamos a estar encerrados en el avión unas 3 h. Que poco nos gustaba estar encerrado en un sitio así sin apenas espacio. Y eso que yo era bastante más menudo que Adolfo. Pero por suerte cuando ya se nos empezaba a hacer algo pesado el viaje ya estábamos llegando.
Llevaba tiempo imaginándome como sería todo lo que me iba a encontrar y ahora era el momento de descubrirlo y vivirlo en primera persona. Me asomé por la ventanilla y admiré las vistas emocionado. Era una isla preciosa llena de contrastes. En lo primero que me fijé fue en la orografía del terreno, en los montes y las elevaciones dado que la carrera cruzaba toda la isla. Había zonas más áridas que otras, era una mezcla de terreno seco y zonas con vegetación. Los montes tenían una cierta altura pero no parecían imposibles de subir corriendo o caminando. El desnivel era prolongado sin que existiesen grandes cambios, el terreno parecía duro pero de momento me gustaba lo que estaba viendo.
Desde el cielo todo era más sencillo y podía tratarse de una falsa sensación de tranquilidad, ya veríamos como se veían las cosas desde abajo. Resoplé. Por fin había llegado el día. Ahora ya no había vuelta atrás era el momento de ver lo que podía hacer y para eso habíamos viajado.