198-EL ORIGEN. EL DESENLACE
ALGO QUE ACABA
Javier Sanmartín Soler


Por fin había llegado el día que tanto esperaba. Llevaba 2 años, 7 meses y 6 días esperando para poder estar al lado de mi hija. Atrás quedaba una mala experiencia que había intentado gestionar de la mejor manera posible. Durante este tiempo había conocido nuevas personas y estrechado lazos.
Sentía cerca a mi familia y mis amigos que también se interesaron por mi. Al principio el contacto fue más continuo pero conforme pasó el tiempo y estaba mejor este disminuyó. Era lo normal y siempre pude hablar con alguien.
Iba a echar de menos mi casa que había sido la primera que tuve y me gustaba. En ella podía estar tranquilo y sentía que pertenecía a un lugar. Me acuerdo de una pegatina que tenía en la cocina y que decía: “Todo es posible”. Rogaba para poder encontrar un piso parecido para poder vivir así en Zaragoza. Otra cosa que iba a echar de menos era la piscina, por lo menos los meses de verano. Mi hija había aprendido a nadar allí prácticamente.
Hasta el lugar donde trabajaba lo iba a echar de menos. Había sido como mi segunda casa y había estado muchas horas en el aún después de trabajar. Pero por suerte lo mejor de la isla me lo había traído conmigo. Esas dos cosas eran mi perra Lana y la moto. Lana ya estaba instalada en casa de mis padres desde hacía tiempo y ahora incluso estaba de vacaciones en el pueblo. Mis padres la habían cuidado bien y ella se dejaba querer. Estaba perfectamente adaptada a su nueva vida. Era un buen animal de compañía y para mi siempre sería especial. La moto me había dado algún que otro quebradero de cabeza pero también la estimaba. La compré en Mallorca hacía años y estaba cuidada. Para mi la moto significaba un grato recuerdo de la isla.
Era el final de un ciclo y por eso para mi todo tenía sentido, para el resto era una cosa trivial. La vida seguía y así era como iba a continuar. Mis problemas pronto se olvidarían. Pero ciertos recuerdos iban a estar escondidos en un lugar casi inaccesible y guardados con llave. Esos también me los quería quedar ya que formaban parte de mi y había aprendido a vivir con ellos. Ahora sabía sacarles provecho. Con respecto a lo que había entrenado durante todo este tiempo aquí están los resultados:
Año 2016 (11 meses). Días de Pesas y Abdominales (PA) 245, días de carrera 222, total de kilómetros 4649,85.
Año 2017 (12 meses). Días de PA 245, días de carrera 222, total de kilómetros 4492,55.
Año 2018 (7 meses). Días de PA 144, días de carrera 110, total kilómetros 2620,7.
Total años 2016, 2017 y 2018 (30 meses), días PA 634, días de carrera 554, kilómetros totales 11763,1.
Habían pasado 948 días desde el 26 de diciembre del 2015 y ese fue el total de mi condena.
Por otro lado desde febrero de 2016 había empezado a contar todos los entrenamientos. Habían pasado 911 días (30 meses) de los cuales aproximadamente 2 días de cada 3 había hecho mi rutina de ejercicios en casa y 1 de cada 2 días había salido a correr una media de unos 21 Km cada día que entrenaba. No sabía si era poco o mucho pero para mi estaba bien y por lo menos había estado entretenido (ese era el objetivo).
Durante este tiempo aprendí a conocerme mejor y a priorizar las cosas importantes. Había encajado una mala experiencia, asimilado y superado. Y sobre todo había aprendido a pelear por mis principios. Todo esto contribuyó a que me sintiese en paz conmigo mismo y que evolucionase. Ahora empezaba una nueva etapa. Estaba repleto de energía. Iba a seguir entrenando y cada vez lo haría mejor, conocería a nuevas personas y en mi horizonte aún tenía que hacer más cosas.
El 1 de agosto de 2018 a las 10:00 h recogí a mi hija. Estaba nervioso igual que ella. Para mi significaba el despertar de un mal sueño y para ella significaba recuperarme. Nada más verla le di un abrazo, un beso, la miré a los ojos y le dije: “Papa ya está aquí y no se va a marchar más”. Durante el camino no paró de hablar, estaba contenta.