195-EL ORIGEN. EL DESAPEGO
HAY QUE MIRAR HACIA ADELANTE
Javier Sanmartín Soler


Ya estaba acostumbrado a vivir con poco. Así que dejar todas mis pertenencias en Mallorca no supuso ningún esfuerzo. Con todo lo que había perdido y padecido... aquello fue un sencillo trámite. En el piso habían quedado todo tipo de cosas, menos comida en la nevera. Era como si sales de casa un momento pero ya no regresas más.
Al irme las llaves las dejé en el buzón. La nueva propietaria además tenía otro juego de llaves que ya le había entregado. Al salir la avisé y no creo que tardase mucho en ir a por ellas. A los días hablamos y ya me dijo que la había alquilado puesto que ella quería entrar a vivir a finales de año.
No tardó nada en alquilarla ya que la vivienda estaba en muy buen estado. Además con el alquiler cubría su nueva cuota de hipoteca y además ganaba algo de dinero por lo que estaba satisfecha. La verdad es que ella hizo buen negocio y estaba contenta con la compra. Yo me alegré, la conocía poco pero se le veía muy agradable. En la transacción que hicimos los dos salimos ganando.
Ella era natural de Mallorca y ahora estaba buscando ampliar su familia. Llevaba tiempo buscando piso y estaba en un pueblo cercano viviendo de alquiler. Ella conocía perfectamente los precios de los pisos y cuando vio la buena oportunidad que yo le ofrecí no se lo pensó dos veces.
Para mí quedarme sin piso fue un alivio aunque le tenía cariño. Era el primer piso que había comprado. Cuando lo hice era más joven, fue una inversión y todo un acierto. Además de haber disfrutado de él fue mi salvación. Su venta suponía una nueva oportunidad para mi y mi hija gracias a todo el dinero que me generó. Al venderlo volvía a tener una economía saneada. Si no lo hubiese podido hacer estaría más limitado y sería un lastre para mi. Lo estimaba, pero mi familia era mucho más importante.
Por eso no me importó dejarlo lleno de cosas. No iba a quedarme trastos innecesarios o hacer una mudanza a la península. No me merecía la pena. En Zaragoza ya compraría todo de nuevo cuando lo necesitara. Además lo mejor de la isla se vino conmigo. Mi hija había sido la primera en irse. Luego le siguió mi perra Lana que había nacido allí y desde hacía ya tiempo estaba con mis padres. Por último estaba mi moto que ya hacía años que la había adquirido allí y me gustaba. Era una superviviente como yo y por eso tenía un valor sentimental añadido.
En cuanto a las cosas materiales que había dejado en el piso no iba a echar nada en falta. Me gustaban varias cosas, una de ellas el cuarto de mi hija puesto que tenía varios muebles organizadores para guardar sus juguetes y libros que eran de colores llamativos. Pero si tengo que elegir varias cosas que iba a echar de menos solo había dos:
La primera era una moto de color rosa y morada que utilizaba mi hija cuando era pequeña para ir por casa y por la calle. Era un juguete previo a tener una bicicleta para niños de entre 2 y 4 años. Con ella se desplazaba por casa a toda velocidad y también le gustaba sacarla a la calle para cuando se cansaba de andar. Durante un tiempo fue su juguete preferido y lo usaba a todas horas. Lo tenía que tener al lado suyo y en cuanto podía la utilizaba. Ya había crecido y ahora utilizaba una bicicleta pero siempre me preguntaba por su moto ya que sabía que la guardaba en el trastero.
La segunda cosa era una colección de tebeos de Mortadelo y Filemón que tenía desde hacía años y que me había traído desde Zaragoza. La colección no estaba completa ya que era muy extensa pero tenía muchos ejemplares. Desde que era pequeño los leía y por eso me gustaban. Había tardado años en coleccionarlos y de vez en cuando los ojeaba. Estaban ordenados en una caja enorme de cartón y pesaba una barbaridad. Antes de irme intenté gestionar mandar la caja a la península, pero el gasto era desproporcionado y no merecía la pena hacerlo. Eso fue lo único que me hizo algo de duelo dejar. Por lo demás no tenía ningún remordimiento, solo eran cosas materiales. Ya habían cumplido con su función por lo menos conmigo. Mi ciclo finalizaba y las podrían disfrutar otras personas.
Como ya he dicho lo importante era mi familia. La moto de momento también la necesitaba y se vino conmigo. Me marchaba con mis recuerdos, con la conciencia tranquila y sabiendo que había dado lo mejor de mi durante todo el tiempo que había estado en la isla. No podía pedir más.