193-EL ORIGEN. PEQUEÑAS TAREAS

DISFRUTAR DE LAS COSAS SENCILLAS

Javier Sanmartín Soler

Unos días antes de que mi hija terminase el colegio y al ir a recogerla su profesora me dijo que a ver si un día podía hablar conmigo. Lo cierto es que me dejó preocupado por lo que al día siguiente fui a ver que me contaba.

Primero me dijo que todo estaba bien y que mi hija era una buena alumna. Que era muy nerviosa e inquieta (cosa que yo ya sabía) pero que desde hace un tiempo se había vuelto algo más posesiva de lo normal. Era la más alta de clase, parecía que se llevase varios años de diferencia con la mayoría de sus compañeros. Además mentalmente estaba más espabilada y no era tan infantil. Por eso al ser más madura que el resto, le gustaba mandar. Sin ser consciente utilizaba a otros niños para que le hiciesen caso y que cumplieran con sus exigencias.

La profesora me siguió explicando que en una ocasión se sentó con sus amigas y les dijo que tenían que pintar un dibujo. Cuando consiguió eso les dijo que colores debían de usar y como tenían que pintarlo. En fin, que no les daba tregua y alguna se saturaba y luego no querían jugar con ella. De momento no era una cosa grave pero había que vigilar esa conducta. Vamos que eran cosas del colegio...

Que por lo demás no me tenía que preocupar, que era una niña querida por sus compañeros y se portaba siempre bien. Los adultos que la trataban también la estimaban. Sus notas eran buenas y que su comportamiento en general era bueno. Por lo que le dije a la profesora que cuando yo era pequeño era igual. Tenía excesiva energía que no sabía canalizar cosa que me originaba problemas.

El mes entero de agosto iba a estar con ella y me iba a encargar de solucionarlo. Que era sencillo de hacer, solo tenía que agotarla y el deporte era la solución. A la profesora le pareció buena idea y nos despedimos. De camino a casa ya estaba pensando en cómo lo iba a hacer.

Mi hija no tenía aún recursos para saber gestionar ese tipo de situaciones pero yo si y conocía perfectamente lo que sentía. Tenía una bicicleta, unos patines... iríamos a la piscina y se lo iba a pasar bien mientras consumía su energía. No iba a entrenar era demasiado pequeña, para ella iba a ser un juego pero se iba a cansar. Haríamos todo lo que quisiera, sin forzarla y por la noche en cuanto apoyase la cabeza en la almohada se quedaría profundamente dormida. Vamos que llevaría una vida activa y saludable acorde con su edad.

Mi hija aún no sabía que había vendido el piso de Mallorca por lo que este año ya no se podría bañar en la playa. Me daba un poco de pena por ella pero era lo mejor para los dos. Este año iba a ser diferente dado que no iríamos a ningún lugar de vacaciones. No es que no pudiésemos hacerlo sino que había otras prioridades. Pero que no nos pudiésemos ir un año de vacaciones no quería decir que mi hija no disfrutase del verano puesto que ella se lo había ganado. La ciudad tenía los suficientes alicientes para que no echase en falta nada y yo se los iba a proporcionar.

A las horas ya tenía una serie de actividades para hacer con ella durante el verano para que se le hiciese ameno. Eran pocas ya que no quería que pareciesen deberes u obligaciones, la idea era entretenerla y de momento solo era un comienzo. Eran las siguientes:

- Ver amanecer o anochecer.

- Mirar las estrellas un rato.

- Ver películas juntos.

- Hacer rutas caminando, en bici o en patines.

- Leer varios libros o cómics.

Hasta agosto ya tendría más tiempo de pensar en lo que íbamos a hacer. También podía quedar con amigos y familiares, ya veríamos. De momento al día siguiente fuimos al parque de atracciones para despedir el curso que había finalizado. Se lo pasó bien, se cansó y quemó algo de esa energía.