189-EL ORIGEN. PAPA RABIOSO

CONTROLAR LA RABIA

Javier Sanmartín Soler

Los Simpson son una serie de animación estadounidense creada por Matt Groening para la cadena Fox y que se emite en muchos países del mundo desde 1989. Es una sátira de la sociedad americana que narra la vida y el día a día de una familia de clase media (Homer, Bart, Lisa, Marge y Maggie) que viven en un pueblo figurado llamado Springfield.

Para bien o para mal mi generación ha crecido viendo series de televisión tales como esta. Forman parte de mi infancia. Cuando era pequeño me gustaban mucho dado que yo también era igual de travieso que Bart. Aunque con el tiempo me siento más identificado con Homer. En fin... Había un capítulo que me hacía bastante gracia, era el episodio 287 de la temporada 13 y que se titula “Estoy verde de rabia”.

En este episodio Bart crea un comic inspirado en su padre que llama “papa enojado” y que hace hincapié en las cosas que le suceden cuando se enfada. Tras su éxito entre los niños de la escuela una compañía ofrece a Bart publicar una serie en internet. Cuando Homer se percata de lo que ha hecho Bart se enfurece y lo estrangula. Marge y Lisa lo detienen y Homer se da cuenta de que tiene un problema con la ira. A raíz de esto intenta controlarla lo que pone en aprietos a Bart ya que no encuentra la inspiración para producir más episodios.

Es entonces cuando Bart le tiende una serie de trampas cuya única finalidad es la de encender su ira. Como era de esperar Homer cae en la trampa y termina en una piscina inflable llena de pintura verde que desata toda su locura. Pareciéndose al increíble Hulk Homer causa destrozos por la ciudad y la broma de Bart cuesta 10 millones de dólares. Después de todo eso en el hospital el doctor Hibbert le diagnostica un caso especial de ira y le comenta a la familia que de no haber sido por la trampa Homer hubiese sobrecargado su sistema nervioso y hubiese muerto. En agradecimiento por salvar su vida Homer lleva a Bart de pesca.

El personaje que había creado Bart era un hombre que estaba todo el día furioso y que le ocurrían desgracias muy a menudo. Aunque solo se tratase de dibujos animados yo me sentía bastante identificado. Desde hacía ya tiempo que tenía que controlar mi rabia. Nadie se merecía pasar por lo que yo estaba pasando. Pero por desgracia en el mundo hay personas que solo se preocupan de ellas mismas y cuando no consiguen lo que quieren se dedican a fastidiar al resto. Mi filosofía de vida era bien distinta y se podía resumir de la siguiente manera: “aunque no seas del todo feliz no jodas al resto del mundo. No todos tienen la culpa de tus problemas”. Lo peor de que te abandonen y que te dejen tirado es la impotencia que sientes de no poder hacer nada. Me sentía con la sensación de estar lejos de donde debería estar, atado de pies y manos y que no podía hacer nada durante un tiempo.

Cada vez que no hablaba por teléfono con mi hija, cada vez que no la veía, cada vez que me despedía... se me llevaban los demonios. En todo este tiempo no se me dieron ningún tipo de facilidades para que tuviese una relación fluida con mi hija. Todo eran obstáculos para ver si me cansaba y me olvidaba de ella. Por suerte tenía una sentencia a la que poder agarrarme y había cosas que no podían privarme. Pero no era agradable. Era como estar constantemente bajo una tormenta. ¿Cuándo iba a dejar de llover?. Ya me estaba cansando. Yo mismo me repetía: “no hay tormenta que dure cien años”. Solo era cuestión de tener más paciencia, esperar y no perder los papeles. Pese a todo intentaba ser feliz y disfrutaba todo lo que hacía, solo quería vivir en paz. Pero durante un tiempo se empeñaron en no dejarme tranquilo.

Todos los días intentaba hablar por teléfono con mi hija y la escuchaba atentamente. Quería ver cómo estaba y como había pasado el día, que ella no tuviese preocupaciones. Si estaba triste la animaba y si lloraba por cualquier motivo la consolaba. Para mi tranquilidad era una niña feliz y sociable ajena a todo en lo que estaba inmerso su padre. Inevitablemente el tiempo ahora jugaba a mi favor y solo tenía que aguantar unos meses más. Sobre mi cabeza seguía lloviendo pero a lo lejos ya podía distinguir un claro. Correr era lo que hacía que la rabia desapareciese y ahogaba mis lamentos. Estaba feliz por saber gestionar de esa manera mis problemas. A mi también como a Homer correr me había salvado de morir gracias a poder soltar toda esa rabia contenida. Seguía siendo un papa rabioso y lo iba a seguir siendo durante mucho tiempo.