186-EL ORIGEN. GIRO INESPERADO

ESTO LO CAMBIA TODO

Javier Sanmartín Soler

El 2 de abril tenía unos días para descansar después de haber terminado un turno de trabajo. Para el día 5 había quedado con varias personas para que viniesen a ver el piso e intentar venderlo antes de marcharme de Mallorca.

En los últimos meses los alquileres estaban por las nubes y la venta de pisos había subido. Además al acercarse el verano todas las cosas que hay en la isla digamos que se revalorizaban. Todo esto lo sabe el que vive o ha vivido en una isla como son las Baleares que viven tanto del turismo, es llegar el buen tiempo y boom!!!... la demanda de cualquiera cosa aumenta de forma brutal y se paga muchísimo más por todo.

La primera persona que vería el piso era una compañera de trabajo que vivía de alquiler en un pueblo cercano y que llevaba ya tiempo buscando uno. Por casualidades del destino la había conocido trabajando un día del verano pasado mientras yo hacía horas extra y quedamos en que cuando me fuese destinado a Zaragoza si seguía interesada en comprar se lo enseñaría.

La segunda persona que vendría a ver el piso sería la amiga de unos vecinos con los que tenía buena relación y me dijeron que esa chica también llevaba tiempo buscando por la zona por lo que estaba bastante interesada.

Esas eran mis dos bazas y si no a los días la idea era la de colocar un anuncio en internet, pero esta opción reconozco que me daba pereza. Así que los días de antes dejé el piso inmaculado, limpié la cocina, los baños, los cristales... todo estaba recogido y ordenado. Para que os hagáis una idea, hasta la terraza superior que era comunitaria y estaba sucia la dejé preparada para las visitas. Nada quedó para la improvisación y todo quedó sutilmente organizado con la finalidad de causar buena impresión (hasta el cuarto de trastero). Me jugaba bastantes cosas.

La urbanización tenía forma de “U” y estaba compuesta por bloques pequeños de dos alturas. Cada bloque estaba formado por seis vecinos. Dos vecinos vivían en la planta baja, dos en el primero y dos más en el segundo. La planta superior estaba formada por terrazas que eran comunitarias y en otros bloques eran privadas. En la parte central de la urbanización se encontraba una zona de infantil con juegos, una zona comunitaria con una piscina y varias palmeras. Todo estaba en buen estado de conservación.

Mi piso estaba en la planta superior y estaba muy bien. Era grande y tenía 91 metros útiles distribuidos en salón, cocina, celaduría, tres dormitorios y dos baños. También contaba con dos buenas terrazas de 7 metros cuadrados cada una. Una de ellas estaba totalmente acristalada y se utilizaba como estudio. Al final contaba con un total de 105 metros cuadrados de los cuales 98 eran útiles. Además el piso contaba con un amplio garaje en el que cabía un coche grande y varias motos. Detrás del garaje estaba situado el trastero que tenía 7 metros cuadrados.

Así que llegamos al jueves. La primera visita iba a ser a las 11 h de la mañana y media hora antes ya la estaba esperando. Estaba algo nervioso porque para mi vender el piso suponía liberarme de una carga enorme que me limitaba bastante a la hora de empezar una nueva vida lejos de la isla. A las 10:50 h sonó el timbre y bajé para empezar la visita desde la entrada del bloque. Allí estaban esperándome mi compañera de trabajo y su marido.

Subimos al piso, luego a la terraza, luego bajamos al garaje y al trastero, luego salimos a que viesen la piscina... y les encanto. Encajaba perfectamente en lo que andaban buscando y cuando finalizó la visita los dos me dijeron que se lo querían quedar. Yo estaba perplejo y me costó reaccionar, les dije que me parecía bien pero que se lo tenían que pensar con calma. Que por la tarde tenía otra visita programada y que ya hablaríamos. Pero lo cierto es que seguían interesados y al despedirnos me confirmaron que lo querían y que me pagarían una reserva.

Quedamos en que por la tarde les diría algo y nos despedimos. Estaba descolocado y llamé a mi amigo Adolfo para contárselo. Al rato tuve que pasarme por hacienda para saber lo que tendría que pagar por la venta del piso y poder calcular así el beneficio total que le sacaría. Luego hablé con mi padre y luego con mi hermano. Tenía prácticamente vendido el piso a la primera... era algo extraño y confuso pero no iba a dejar pasar esa oportunidad. Era mi billete de salida hacia un nuevo futuro.

El precio que pedía era razonable, incluso estaba por debajo de lo que se estaba pidiendo por la zona, pero yo ya había echado mis cuentas y aun así le sacaba beneficio. Entre esa ganancia y lo que tenía ahorrado tendría para una buena entrada para un piso en Zaragoza. No necesitaba especular y engordar más el precio ya que me arriesgaba a no venderlo. El precio era el justo tirando a bajo.

Por la tarde para mi la visita fue un mero trámite y una decepción para la chica que vino a ver el piso ya que también estaba interesada. Quedamos en que si me fallaba el comprador la llamaría. Por la noche hablé con la compañera y concretamos ya todo para que al día siguiente hiciésemos un contrato y me ingresasen dinero de la reserva. No era definitivo que vendiese el piso pero con el ingreso de la reserva en mi cuenta era más difícil que se echasen atrás ya que perderían esa cantidad.

Al día siguiente firmamos el contrato y se efectuó el ingreso en mi cuenta. Aún no me lo podía creer, esto me facilitaba mucho las cosas a la hora de irme de la isla y durante unos días estuve en una nube. Esto cambiaba ya todo.

Pasados unos días hice las cuentas para confirmar que todo estuviese bien. Si vendía el piso por la cantidad que había acordado sería como haber pagado un alquiler bajo y asumible para mis ingresos durante el tiempo que lo había tenido en propiedad. Por lo que reforzaba mi decisión y no albergaba ningún remordimiento a la hora de vender.

Pasaron dos turnos de trabajo como si nada, las cosas se iban enderezando y cogiendo forma. El mes pasaba rápido y el día 23 viajaba a Zaragoza. Para cuando regresase a Mallorca en mayo podría firmar la venta del piso si todo iba bien. Pero hasta ese momento podían pasar muchas cosas y tenía que ser prudente.

Por suerte a finales del mes y para mi tranquilidad, me confirmaron que al regresar a Mallorca vendería el piso definitivamente e incluso trataron de adelantar la fecha si regresaba, pero dije que no. Quitarme la hipoteca era algo importante y hasta la fecha llevaba 13 años cargando con ese peso. Tampoco me iba a estresar por esperar unas semanas más. Era mejor asimilar las cosas poco a poco y hacerlas bien.

Luego me dio pena pensar que mi hija ya no disfrutaría más de los veranos en Mallorca, de sus amigos, de la playa, la piscina de casa... y que perdería el vínculo con la isla. Pero tenía que hacerlo y empezar desde cero en la ciudad en la que estaba creciendo. Eso era mucho más importante para mi. Una puerta se le cerraba pero yo me iba a encargar de abrirle muchas más.