183-EL ORIGEN. LA DESGANA
PERDER ALGO DE MOTIVACION
Javier Sanmartín Soler


Era evidente que en los últimos meses había experimentado un bajón en mi rendimiento. El tiempo era bastante frío y desapacible por lo que había dejado de entrenar con la intensidad adecuada. Además cada vez faltaba menos tiempo para regresar a Zaragoza y eso me generaba algo de inquietud ya que tenía que estar pendiente de números asuntos. Al final todo eso contribuía a que me despistase y no estuviese al 100% pensando solo en correr.
Podría escudarme en alguna excusa más pero era engañarme y yo no funciono así. Lo cierto es que a finales del mes de marzo había sobrepasado los 10.000 Km corriendo y notaba que había perdido algo de motivación. El mes de abril y de mayo estaban a la vuelta de la esquina y si todo iba como debería de ir a principios de junio terminaría de trabajar en Mallorca. Por lo que escasamente me quedaban dos meses de trabajo y entre medio iría a ver a mi hija 17 días seguidos. Tenía ganas de estar instalado definitivamente en un sitio, dejar de viajar y de recuperar la normalidad. Pero tenía que seguir siendo paciente y planificar todo al detalle.
No estaba cansado de correr, no me dolía nada, no hacía suficiente frío que me impidiese entrenar, solo era que estaba "pasota". Había corrido lo suficiente durante los dos últimos años como para dejarlo, pero no era así, seguía teniendo ganas, pero ahora solo me esforzaba lo justo. Todas mis excusas solo contribuían a que corriese algo menos, pero seguía corriendo. No iba a renunciar a eso de momento, aún seguía repleto de energía. Y tampoco pasaba nada porque durante un tiempo no me dedicase a correr a fondo.
Además poco a poco ya tenía que salir de mi burbuja y enfrentarme con mis problemas. Tenía muchos frentes abiertos y había dos cosas que me preocupaban bastante. La primera siempre era mi hija y la segunda era el piso. Mi hija era una buena niña que todo el mundo quería y yo como padre tenía que estar a la altura de las circunstancias para darle todo lo mejor que estuviese a mi alcance. Yo la quería mucho, ella lo sabía y también era recíproco. No me pedía nada y se conformaba con estar conmigo. Pero la presión estaba ahí y yo mismo me la imponía para no decepcionarla. Por otro lado el piso de Mallorca era ya un lastre demasiado pesado como para poder soportarlo mucho más tiempo. Económicamente no me asfixiaba pero si que me limitaría mucho a la hora de elegir vivienda en un nuevo destino.
Por suerte para mí la vivienda se había disparado en la isla los últimos meses. Yo ya la había disfrutado bastante y ya era la hora de dejarla ir. La idea era la de intentar venderla antes de marcharme. Alquilarla por lo que veía no iba a ser ningún problema y de hecho ya la tenía apalabrada con varias personas. Pero si la vendía mucho mejor.
Estas dos preocupaciones eran grandes y trastornaban mi paz interior. Luego estaban las preocupaciones pequeñas que también había que añadirlas. Al final entre todas minaban algo mi voluntad y contribuían a que mi desgana aumentase. Como consecuencia directa había días en los que dejaba de entrenar, pero tampoco era una cosa preocupante. Lo que me ocurría era una cosa normal y puntual. No podía estar siempre en tensión. Cada día intentaba entrenar aunque fuese poco. Mi desgana era solo una cosa esporádica que no se alargaba en el tiempo. Mi propio cuerpo era el que la regulaba dependiendo de mis tareas, de mi estado de ánimo, de las condiciones climáticas, etc… y tarde o temprano recuperaba la normalidad y volvería a la rutina a la que estaba acostumbrado.
La manera de superar este periodo de apatía y de pasividad era la de recordarme a mi mismo quien era y lo que hacía (cosa que me costaba poco). Luego buscaba la causa de porque había llegado a ese punto y aclaraba mis ideas. Finalmente se imponía mi sentido común, mi naturaleza y recuperaba las ganas para seguir haciendo lo que quería y me gustaba.