16-LO MEJOR QUE TENGO

PARA MI ESTO ES LO MAS IMPORTANTE

Javier Sanmartín Soler

Sin dudarlo y sin pensarlo, era mi hija. Me gusta ser padre y estar con ella. Apreciaba cada segundo que pasamos juntos y el tiempo que estaba con ella se pasaba rápido. Tenemos una relación estrecha y cercana que se basa en la confianza y el respeto.

Mi hija ya no era tan pequeña como hacía un tiempo y ya estaba cerca de cumplir 12 años. Pero de momento seguía siendo una niña aunque ya rozaba la adolescencia. El tiempo pasaba rápido y atrás quedaba su más tierna infancia. Como padre ese tiempo lo echaba de menos puesto que había sido una etapa feliz y llena de amor. Pero no se puede vivir en el pasado y había que seguir avanzando. Los besos y los abrazos estaban ahora más cotizados y costaba conseguirlos. Pero no me podía quejar ya que mi hija seguía siendo cariñosa.

Como consecuencia del progreso el montón de peluches y juguetes que tenía fueron cayendo en el olvido. Solo sobrevivieron unos pocos elegidos aunque tenían los días contados.

Los dibujos que hacía en el colegio se sustituyeron por deberes y exámenes. Pero al terminar un ciclo y comenzar otro también tenía sus cosas buenas. La dependencia que tenía por ser pequeña se transformó en independencia y madurez. En verano de 2022 ya tenía su propio teléfono móvil. Se empezó a quedar sola en casa y salía con alguna amiga por las cercanías. Si estaba en el pueblo esa independencia se triplicaba.

Pasó de ver dibujos animados a empezar a ver series. Como era curiosa le gustaba el misterio y las historias de miedo. La primera serie de suspense y ciencia ficción que vio ella sola fue “Stranger Things” y su primera película de miedo fue “It”. Pero tan pronto podía ver una película de miedo como luego se podía a ver videos en “You Tube” o jugaba con su Nintedo Swich. A esa edad todo vale. Entre semana iba al colegio y estaba centrada en sus tareas. Lo único que hacía si le sobraba tiempo era ver la tele. Pero el fin de semana podía fundir la batería de cualquier dispositivo electrónico que cayese en sus manos.

Estaba claro que iba creciendo a pasos agigantados. Era tozuda como yo y de ideas fijas. También empezaba a ser más selectiva a la hora de relacionarse con sus amigos. Poco a poco iba adquiriendo más autonomía y reclamaba su espacio. Era responsable y no daba motivos para desconfiar de ella, al contrario. Era inquita y quería conocer todo lo que la rodeaba y le interesaba. Había que dejarla que descubriera el mundo.

Por mi parte solo intentaba resolver sus dudas y darle alas para que ella misma quisiera volar. ¿Qué clase de padre sería sino quisiera lo mejor para ella? Pero también había que tener cuidado puesto que durante su aprendizaje podía haber algún peligro. Ella ya era consciente de que en el mundo pasaban todo tipo de cosas y que hay que tener cautela. Pero tampoco quería que fuese miedosa ya que si no se iba a perder muchas cosas buenas. Para eso estaba yo pendiente por si necesitaba ayuda. Intentaba ser discreto y permanecer en un segundo plano. Mi labor era sencilla, ayudarla si tenía alguna dificultad. Si todo funcionaba con normalidad yo no intervenía.

Esto no lo hacía por querer controlarla ni nada por el estilo. Mi hija era libre pero estaba aprendiendo a moverse por entornos seguros. Era como un pájaro que empieza a volar. Si había algo que le asustaba o molestaba aparecía yo para darle tranquilidad, seguridad y que ella misma aprendiese a volar. Enseñarle a ver los peligros, anticiparse a ellos, a ser autosuficiente, autónoma y a no tener miedo.

Para mi era una inversión a largo plazo, mi legado. Un yo mejorado y con un gran potencial. Tenía ganada toda mi confianza y apoyo. Pero ahora ella era la que tenía que descubrir todo eso y buscar su sitio. Para mi era importante que mi hija estuviese bien, si ella lo estaba yo podía con todo. Criarla era mi prioridad, pero el siguiente en la lista era yo. Yo también tenía una vida además de ser padre e intentaba disfrutarla y exprimirla al máximo.

Si yo estaba bien física y mentalmente también se beneficiaba mi hija de eso. Si entrenaba me mantenía en forma y era lo que me gustaba hacer. Mi sistema inmunitario estaba fuerte y no solía enfermar. Si tenía una buena salud también se podían beneficiar más personas. Además todo lo que hacía mi hija lo observaba con lupa ya que yo era uno de sus referentes, por lo que tenía que hacer las cosas como era debido para darle un buen ejemplo.