151-EL ORIGEN. MES 16

OVEJAS, LOBOS Y PERROS PASTORES

Javier Sanmartín Soler

El día 1 de mayo era festivo en toda España, yo trabajaba de mañana y cuando salí de trabajar me fui a correr por la playa. Ese día no me apetecía ir a casa y encerrarme. Hacía un día extraño ya que hacía sol y soplaba un aire frío y molesto. Pero esto no impidió que la gente pasease o tomase el sol ya que había bastante movimiento en la calle. No me gustaba correr por lugares concurridos, pero era eso o nada, ya que si iba a casa seguro que me entraría pereza y no hubiese entrenado. De todas formas la carrera me la tomé con calma ya que los días previos había entrenado bastante.

Cuando llevaba la mitad del recorrido decidí pararme en un lugar tranquilo, tumbarme y relajarme bajo la sombra de una palmera. Me apetecía un respiro. Estaba tan relajado que casi me quedé dormido y cuando llevaba media hora de reloj decidí emprender la marcha de nuevo. Si me dormía igual me hubiese despertado por la noche ya que soy incapaz de echarme siestas de menos de una hora. No tenía ninguna prisa pero tampoco era cuestión de demorar las cosas en exceso ya que al día siguiente también trabajaba de mañana.

Cuando terminé me duché y me fui para casa. Durante el camino quería disfrutar de ir en moto pero me fue imposible ya que tenía un sueño horrible. Me dio tal bajón que tuve que estar concentrado para que no se me cerrasen los ojos mientras conducía. Al llegar a casa recogí la ropa, preparé las cosas para el día siguiente, hablé con mi hija, cené y me acosté temprano. La primera semana pasó rápido y entrené lo previsto. El tiempo estaba revuelto, un día estaba nublado, otro hacía aire... pero ya predominaba el calor.

El día 7 cuando hablé con mi hija por teléfono me contó que se había caído con la bicicleta y me dijo que se había hecho daño, cosa que lamenté enormemente. Llevaba casi un mes sin verla y la echaba de menos. Por la noche estuve viendo la tele, concretamente la película “El francotirador”. Esta película ya la había visto antes e incluso había leído el libro, pero aun así la vi un rato. Estaba dirigida por Clint Eastwood y se basada en la vida de Christopher Scott Kyle, que fue el francotirador más letal de la historia militar de los Estados Unidos. La película te podía gustar más o menos, pero recuerdo una secuencia que me pareció muy buena y que era la siguiente:

Estaban sentados a la mesa los padres con sus dos hijos pequeños, uno de ellos con el típico ojo morado por una pelea en el colegio por defender a su hermano, cuando el padre se dirige a ellos y les dice:

“Hay tres tipos de personas en el mundo: ovejas, lobos y perros pastores. Algunos prefieren creer que el mal no existe en el mundo y si oscureciera no sabrían como protegerse. Estos son las ovejas.

Luego están los depredadores que usan la violencia para alimentarse del débil. Estos son los lobos.

Y luego están aquellos que son bendecidos con el don de la agresión y que tienen la imperiosa necesidad de proteger al rebaño. Estos hombres son una especie rara que viven para enfrentarse al lobo. Estos son los perros pastores.

No estamos criando ovejas en esta familia y los azotaré si se convierten en lobos. Pero protegemos a los nuestros y si alguien intenta pelear contigo o trata de molestar a tu hermano, tienes mi permiso para remediar eso”.

Poco después de ver esa secuencia que me encantaba me fui a la cama. El día 8 me levanté temprano para ir a Palma en tren. A las 13 h en el trabajo me revisaban la declaración de la renta y quería aprovechar para correr por la playa antes. Así que a las 08:25 salí de casa sin prisas. Estaba relajado y tranquilo al no tener que conducir. Ya en el tren, hasta que llegué a Palma estuve escuchando música y disfrutando del paisaje. Luego aún tenía que andar un rato hasta mi trabajo, pero no me importó ya que hacía una mañana soleada.

Al llegar a mi destino me puse la ropa de correr y me marché. Tenía tiempo de sobra y quería volver hasta el club náutico del Arenal, que era el trayecto que había hecho también el día 1. Cuando llegué al paseo marítimo a la altura de la catedral eran las 09:50 h. Como hacía calor y había poca gente decidí quitarme la camiseta para correr. La temperatura era agradable y el sol aún no quemaba. Previamente me había puesto protector solar ya que contemplé esa posibilidad antes de salir a correr.

El trayecto fue el mismo que el del día 1 pero no tuvo nada que ver. Mi cuerpo había descansado por lo que estaba fresco. Al final hice 26 Km en 2 horas 27 minutos. Me di una ducha rápida y seguidamente fui a lo que había venido a hacer. Acabé pronto con los papeles y a las 14:30 h ya estaba en casa con la satisfacción del deber cumplido. La verdad es que fue una buena mañana.

Al día siguiente tenía las piernas algo cargadas y decidí descansar aunque no estaba programado. Siempre me he fiado de mi intuición al entrenar y hasta la fecha nunca me había ido mal. Esa semana aunque no pude estar en Zaragoza mi mente lo estaba. El día 10 era el cumpleaños de mi padre que cumplía 70 años.

El día 11 fui al gimnasio a correr y desde que empecé no tuve buenas sensaciones. Anímicamente no me sentía con ganas de correr. Cuando llevaba 5 Km ya estaba pensando en parar. Me molestaba todo y no me concentraba en lo que tenía que hacer. Hacía demasiado calor y sudaba mucho más que en la calle. A partir de ese día empecé a llevar una botella de litro y medio de agua en vez del botellín que era de solo medio litro. Poco a poco me fui autoconvenciendo de seguir un poco más pero se me hizo largo. Cuando llegué a los 20 Km mi ánimo se levantó algo ya que pensé que aunque parase ya había entrenado. Estaba completamente empapado de sudor pero me obligué a llegar a los 25 Km a ver como aguantaba.

Al llegar a los 25 Km intenté hablar por teléfono con mi hija. Era la segunda vez que probaba a hablar con ella. Para mi suerte me colgaron el teléfono lo que significaba que en breve me llamaría. No me preguntéis porque eran las cosas así porque ni yo mismo lo entendía, pero parecía que si yo no insistía todos los días no hablaba con mi hija. Y eso no iba a suceder. No me iba a olvidar de llamarla porque era lo más importante y aunque solo me dijera hola y se cortara merecía la pena. Dejé de correr ya que quería escuchar bien todo lo que me contaba y estuvimos hablando de cosas intrascendentes. Mientras hablaba notaba que el sudor cubría todo mi cuerpo incluida la ropa y pensé que luego me costaría volver a correr de nuevo. Hablamos 12 minutos que me supieron a gloria y cuando terminé corrí otros 5 Km.

Al acabar noté que la ropa me apestaba y me duché enseguida. Al final las cosas no salieron mal, también tenía que entrenar mi coco y obligarlo a veces a sufrir como al resto del cuerpo. Al llegar a casa cené y preparé las cosas para el día siguiente ya que trabajaba de mañana.

El día 13 iba a ser un día muy largo. Trabajaba de mañana y por la noche tenía una cena de despedida de un compañero de trabajo que se marcharía a Valencia. Como la cena era en Palma la idea era no marcharme a casa para no subir y bajar varias veces con la moto, por lo que tenía que entrenar allí mismo. Así que a las 6 de la mañana me fui a trabajar con dos mochilas con todo lo que me hacía falta para pasar el día y tener todas mis necesidades cubiertas. La mañana transcurrió tranquila y sin novedades por lo que sobre las 15:30 h ya estaba entrenando en el gimnasio que teníamos en el trabajo. Fue perfecto dado que a esas horas no había nadie y pude entrenar sin distracciones. Además cuando terminé me tumbé en una colchoneta y me dormí un rato.

Al despertar fui a correr, eran las 17:50 h y podía hacerlo hasta las 20:15 como máximo para poder hablar luego por teléfono con mi hija. Estuve corriendo en algún momento a un metro escaso de la orilla del mar y las vistas eran espectaculares. El sol calentaba pero se podía aguantar y el aire soplaba a rachas. Estaba distraído sumido en mis pensamientos sin prestar excesiva atención a las personas que me cruzaba. A la hora que tenía programada entré por la puerta de mi trabajo, fui a mi taquilla y lo primero que hice fue llamar por teléfono. No lo cogieron pero yo ya lo sabía. Me duché y me cambié y al terminar volví a intentar hablar con mi hija. Esa vez pude hablar con ella y charlamos un rato. Era fin de semana y estaba contenta de no ir al colegio. Quedaban cuatro días para que fuera a verla y estaba ya impaciente.

Al terminar de hablar con ella ya eran las 21 h y me estaba esperando un compañero para tomar unas cervezas antes de ir a cenar. Al rato se unió otro y luego nos fuimos con el resto a las 22:30 h. La calle estaba llena de gente ya que era sábado noche y bares y restaurantes no daban abasto. La cena estuvo bien ya que como todos éramos compañeros de trabajo teníamos cosas comunes de las que hablar. A la 01:00 h terminamos de cenar. Al día siguiente había gente que como yo tenía que trabajar y decidió irse a casa, otros se quedaron para tomar una copa. A la 01:30 h me metía en la cama, llevaba todo el día fuera de casa y estaba rendido.

El día 17 volaba a Zaragoza y solo dormí tres horas. El día anterior trabajé de noche y la mañana de ese mismo día tenía cosas que hacer. Pude haber dormido más pero quise aprovechar, así que como se suele decir: “sarna con gusto no pica”. Eso si en cuanto me senté en el avión me dormí y no me enteré ni del despegue de lo cansado que estaba. Cuando llegué a casa de mis padres fui a recoger a mi hija andando, eran las 19:30 h. En cuanto la recogí me dio un abrazo fuerte y muchos besos (tuve que hacer un esfuerzo para que no se notase que me afectaba). Por el camino fuimos hablando tranquilamente ya que me quería contar muchas cosas. Cuando llegamos a casa se duchó, cenamos y preparé las cosas para el día siguiente. A las 22 h nos echábamos a dormir y no se quien se durmió antes.

Al día siguiente me vino justo para dejar a mi hija en el colegio y regresar a casa para llevar a Lana al veterinario. Al llegar se puso a llover. En el mismo veterinario había servicio de peluquería canina y como se acercaba el verano ya era hora de descargar el exceso de pelo. Personalmente me encantaba que llevase el pelo largo ya que era un perro pastor y le quedaba bien. Además al ser de color crema parecía una oveja. Pero lo llevaba muy largo incluso para mi gusto y se le empezaba a enredar. Me dijeron que cuando terminasen me llamarían por teléfono por lo que me fui.

Aproveché que estaba cerca de la Jefatura de Tráfico ya que tenía que hacer varias gestiones. Sobre la media mañana me llamaron para recoger a Lana dado que ya habían terminado. Durante ese tiempo no había parado de llover y estaba todo el suelo encharcado. Al salir del veterinario me dio pena de que mi perra se fuese a mojar y se ensuciase por lo que decidí llevarla en brazos hasta casa. Con una mano sujetaba el paraguas para que no se mojase mientras la llevaba en brazos. Tenía un largo paseo de 20 minutos y unos 2 kilómetros de distancia. Además Lana pesaba 10 Kg lo que complicaba las cosas. Pero desde la puerta del veterinario hasta casa no se mojó nada, yo sin embargo si.

Como no dejó de llover no pude correr pero no me importó. Por la tarde fui a recoger a mi hija en coche al colegio y luego fuimos a comprarle unos patines.

El 19 de mayo por la mañana quedé con un amigo para tomar un café y sobre las 13:30 h me fui a correr al Parque Grande. Cuando estaba a la altura del canal me percaté de que un pato saltó una valla para acceder al canal y que dos patitos más pequeños no podían subir. Rápidamente sin pensarlo fui detrás de los patitos que no tendrían más de una semana de vida. La madre estaba ya en el canal esperándolos con siete patitos más y no lo veía claro si iba a salir a buscarlos. No quería intervenir, pero por la zona pasaban coches cerca y con bastante frecuencia, por lo que era probable que los pudiesen atropellar. Así que para evitar un mal mayor me acerqué a ellos.

En cuanto se percataron de mi presencia corrieron asustados pero pude coger a uno. En cuanto lo cogí pude sentir lo pequeño que era ya que cabía en la palma de mi mano y prácticamente no pesaba nada. Noté como su corazón estaba acelerado ya que le latía tan rápido que pude notar sus contracciones. Como no quise traumatizarlo en exceso lo lancé al agua cerca de su madre. Durante unos instantes dudé en si se haría daño ya que voló unos dos metros hasta caer al agua, pero en cuanto vi que estaba bien me centré en ir detrás del segundo pato.

Este estuvo más vivo y me puso las cosas más difíciles ya que tuve que correr varios metros detrás de él hasta que tropezó graciosamente y lo pude coger con cuidado. Casi se me escapa entre los dedos ya que éste plantaba cara, pero era tan pequeño que apenas tenía fuerza. Salté la valla del canal y la madre y su prole ya me estaban esperando. Para que no se enfadara esta vez dejé a su vástago en el agua de la orilla con más delicadeza y sin lanzarlo. Cuando vio que estaban todos sus patitos bien prosiguió su marcha y yo hice lo mismo.

Ese día corrí 25 Km y llegué a casa a las 16:00 h. Me duché y comí en un suspiro. A las 16:35 h salía de casa en bici para ir a buscar a mi hija al colegio. Al regresar a casa merendó y la llevé a estrenar sus patines nuevos. Luego había quedado con mi hermano y mi sobrina mayor para que se tomasen las pequeñas una hamburguesa. Era viernes, al día siguiente no tenían colegio y se podían relajar un poco.

El sábado 20 había quedado con mi amigo Adolfo a las 07:45 h porque me dijo que le tenía que ayudarle a vaciar un trastero. Solo iban a ser un par de horas ya que sabía que quería estar con mi hija. Durante ese tiempo mis padres se quedaron con ella mientras descansaba. Fuimos en coche a Villanueva de Gallego y durante el camino me dijo que no íbamos a vaciar ningún trastero sino que íbamos a volar en ultraligero.

Entramos en el aeródromo y nos dirigimos a un hangar. Era temprano y no había nadie, Adolfo abrió una puerta, luego empujó otra corredera y apareció una avioneta de dos plazas con la que íbamos a volar. A simple vista y para mis ojos inexpertos parecía un juguete, ya que estaba acostumbrado a volar en aviones de mayor tamaño y mucho más modernos. Pero Adolfo me dijo que era fiable y seguro. No necesitaba saber más ya que confiaba plenamente en él.

Sacamos el ultraligero de la nave y Adolfo realizó unas cuantas comprobaciones. Nos subimos y pude observar que los depósitos de gasolina se encontraban en las alas cosa que me resultó curiosa. Nos pusimos los cinturones de seguridad (no sin antes reírnos ya que le dije que con eso puesto ya me sentía totalmente protegido) y arrancó el motor. En un momento despegó, acostumbrado al lento protocolo que se sigue en los aeropuertos fue una maravilla. Cuando me quise dar cuenta ya estábamos en el aire.

Allí arriba todo era distinto, el tiempo parecía que se paraba. Por unos momentos me relajé. Mis problemas estaban en la tierra y esperaban que regresase, en el aire no me podían alcanzar y me sentía libre. Las vistas eran magníficas, no había ninguna nube que dificultase la visión y hacía un día estupendo. Sobrevolamos carreteras, campos, pueblos y rodeamos la ciudad. El vuelo fue breve de unos 15 minutos pero gocé al máximo. Luego nos tomamos un café y a las 10:30 h ya estaba en casa. Preferí no decir nada en casa sobre el cambio de planes y tampoco me preguntaron mucho. El resto del día se lo dediqué a mi hija. Fuimos al parque, patinó y vimos una película.

El Domingo 21me levanté temprano para correr aprovechando que mi hija aún dormía. A las 06:40 h salí de casa y regresé a las 09:15 h. Al llegar mi hija ya me estaba esperando para desayunar.

El martes 23 tenía una reunión del colegio de mi hija a las 17:15 h, era el último día que estaba con ella y quería aprovecharlo al máximo. Los días antes de irme tenía que hilar fino ya que mi hija estaba bastante sensible por lo preferí no ir a la reunión y me quedé jugando con ella.

El día 24 hacía un día estupendo para ir en bicicleta al colegio ya que apenas hacía frío. mi hija se lo pasaba en grande observando y preguntando todo tipo de cosas. Disfrutamos del trayecto. A las 09:00 h la dejé feliz en el colegio, yo sin embargo juré y maldije ya que hasta el mes siguiente ya no la iba a ver más. Al llegar a casa me fui a correr para desahogarme. Entrené por última vez con las zapatillas que llevaba. Desde el 11 de octubre y habían hecho 3071,25 Km. Por la tarde regresé a Mallorca cabreado.

El día 25 empezaba a trabajar de tarde y salí a correr por la mañana. Tenía por delante cuatro días de trabajo. Estaba otra vez solo y los días volvían a pasar despacio.

MAYO 2017

Día 1: lunes, trabajo mañana, carrera 26 Km.

Día 2: martes, trabajo mañana, PA (Pesas y Abdominales).

Día 3: miércoles, trabajo tarde, PA y carrera 23 Km.

Día 4: jueves, trabajo tarde, PA y carrera 23 Km.

Día 5: viernes, trabajo noche, PA y carrera 25 Km.

Día 6: sábado, trabajo noche, carrera 22 Km.

Día 7: domingo, PA.

Día 8: lunes, carrera 24 Km.

Día 9: martes, descanso.

Día 10: miércoles, PA y carrera 25 Km.

Día 11: jueves, PA y carrera 30 Km.

Día 12: viernes, trabajo mañana, PA.

Día 13: sábado, trabajo mañana, PA y carrera 23 Km.

Día 14: domingo, trabajo tarde, PA.

Día 15: lunes, trabajo tarde, PA y carrera 31 Km.

Día 16: martes, trabajo noche, carrera 22 Km.

Día 17: miércoles, PA.

Día 18: jueves, PA.

Día 19: viernes, carrera 25 Km.

Día 20: sábado, descanso.

Día 21: domingo, carrera 27 Km,

Día 22: lunes, carrera 22 Km.

Día 23: martes, PA y carrera 21 Km.

Día 24: miércoles, carrera 21 Km.

Día 25: jueves, trabajo tarde, PA y carrera 16 Km.

Día 26: viernes, trabajo tarde, PA.

Día 27: sábado, trabajo noche, PA y carrera 26 Km.

Día 28: domingo, trabajo noche, carrera 21,4 Km.

Día 29: lunes, PA.

Día 30: martes, PA y carrera 23 Km.

Día 31: miércoles, carrera 22 Km.

La actividad física que realicé repartida por semanas fue la siguiente:

- Semana 1: PA 5, carrera 5, total 119 Km.

- Semana 2: PA 5, carrera 4, total 104 Km.

- Semana 3: PA 4, carrera 4, total 105 Km.

- Semana 4: PA 4, carrera 6, total 127,4 Km.

- Días sueltos: (29, 30 y 31) PA 2, carrera 2, total 45 Km.

TOTAL MES 31 DIAS: 20 PA y 21 CARRERAS (500,3 Km).