148-EL ORIGEN. EL PAJARO

UNA BUENA HISTORIA

Javier Sanmartín Soler

Hacía años había escuchado una fábula en la que el protagonista era un pájaro. Esa historia podía resumir perfectamente la situación en la que me encontraba y con la que me sentía plenamente identificado. Decía así:

“Cada año la gran bandada levantaba el vuelo para empezar la migración al sur ya que acechaba el invierno. Pero a un pequeño pajarito se le hizo tarde, así que durante su travesía tuvo que soportar fríos extremos, lluvias y muchas ventiscas. En una ocasión lo sorprendió en pleno vuelo una helada muy severa, tanto que las alas se le llenaron de hielo y cayó al suelo empezando a congelarse. No podía levantarse de ningún modo y comprendió que de seguir en esa situación acabaría muriendo.

Pero casualmente pasaba por el lugar una vaca buscando brotes verdes para comer, vio al pajarito y sin pensarlo dos veces se cagó encima de él. La mierda que lo cubría estaba tibia, así que el pajarito se descongeló, saco la cabeza y se sintió tan cómodo y tan a gusto que empezó a cantar de alegría.
Pero también pasaba por allí un zorro que lo escuchó, se acercó con sigilo, lo sacó de la mierda, lo limpió un poco y.…¡se lo comió!”.

Moraleja:

1.-No todo el que te echa mierda es tu enemigo.

2.-A veces estar de mierda hasta el cuello, te hace ver las bondades de la vida.

3.-Mientras estés cubierto de mierda no digas ni pío.

4.-Quien te saca de la mierda, no necesariamente es tu amigo o quiere ayudarte.

Como el pajarito, yo me encontraba de mierda hasta el cuello. Lo malo ya había pasado, pero aún tenía que andarme con sigilo sin llamar mucho la atención ya que aún no había pasado el peligro del todo. Además en mi situación tenía que ser prudente y precavido. Económicamente me encontraba en una posición delicada, familiarmente no se ni como podía describirlo y anímicamente tampoco es que fuera un buen momento. Por ahora me encontraba calentito, me estaba recuperando y daba gracias de poder estar vivo.

Pero tampoco podía acomodarme demasiado en esa situación. Se trataba de descansar un rato, pensar y recuperar energías. No quería acostumbrarme a estar así, de momento era algo circunstancial que yo no había buscado. Era una situación que me había sobrepasado. Era como estar al borde de un precipicio, pocos eran los que apostaban porque no cayera. Lo normal es que se cumpliesen las predicciones y me precipitase al vacío ya que la mayoría lo haría.

Me habían puesto tan al límite que no iba a ser tan sencillo que me tirase yo voluntariamente. Lo más fácil era cruzarse de brazos, resignarse, rendirse, deprimirse y dejarse llevar. No quería acabar como el pajarito y no sabía lo que iba a pasar, pero si caía iba a ser el fin.

Todo era cuestión de aguantar, ser obstinado y no perder la esperanza. Total no tenía nada que perder por intentarlo. Tarde o temprano pasaría la tempestad y las cosas se arreglarían. Como se dice: “no hay mal que cien años dure”.

El problema era que ya llevaba demasiado tiempo metido en la mierda y ya iba siendo hora de pensar en salir. El sol ya empezaba a calentar y si me quedaba mucho más tiempo en esa situación me iba a quedar atrapado indefinidamente. Inevitablemente el tiempo pasaba y había que tomar cartas en el asunto. Tenía que pasar de curarme las heridas a abandonar la zona de confort y sufrir un poco, para recuperar el ritmo que me permitiese otra vez volar.

No podía estar siempre lamentando la situación en la que me encontraba y luego a la hora de la verdad no hacer nada para salir de ella. Era el momento de cambiar la historia del pajarito para que tuviese un final feliz, que recuperase el tiempo perdido y que finalmente se reuniese con su bandada. Era eso, aferrarse a la esperanza o hundirse.