134-EL ORIGEN. AGLOMERACION

APRETADOS COMO OVEJAS

Javier Sanmartín Soler

Los meses de verano en Mallorca del año 2016 dependiendo del lugar donde uno viviese eran meses de saturación. Había muchísima gente, excesivo tráfico, numerosos cruceros, vuelos, etc... parecía como si ese año todo el mundo quisiera estar aquí. Algunas zonas estaban masificadas y llegaron a tener para el verano una densidad de población superior a la de la India.

Las playas estaban abarrotadas, los hoteles llenos y los coches de alquiler no daban abasto. Esto se traducía en retrasos, atascos, contaminación y lo peor de todo era que existía una sequía y las reservas de agua no eran muy abundantes. Algunos municipio tuvieron que realizar cortes de agua para que esta se aprovechase.

Pero si había un sitio que se llevaba la palma en cuanto a récords ese era el aeropuerto. Para el verano estaba estimado que pasaran por él cerca de 26 millones de personas. Cada dos minutos aterrizaba un avión y al día llegaban cientos de vuelos. Mirases a la hora que fuese al cielo no tardabas mucho en localizar a un avión y por la noche se veían con mucha más facilidad. Solo para el puente de Agosto el aeropuerto registró un trafico de más de un millón de personas que lo transitaron en cuatro días con unos 4.500 vuelos.

Para el que no lo sepa Mallorca lideraba el mercado mundial de turismo y es el mayor lugar con plazas hoteleras por habitante, incluso por delante de Hawái. El mes de Agosto estaban agotadas las plazas turísticas de cualquier tipo de alojamiento ya fuesen legales o ilegales y rozaban el 100% de la ocupación. La mayoría de turistas eran ingleses y alemanes, pero lo cierto es que había gente de todo el mundo. Se llegaban a alquilar incluso para dormir furgonetas, habitaciones en pisos compartidos, etc... parecía que todo valía.

En lo referente a los barcos, amarres y alquileres náuticos pasaba exactamente lo mismo. En un solo día llegaban más de 25.0000 cruceristas. En cuanto a los vehículos de alquiler había miles que solo los traían de la península para la temporada de verano, era todo exagerado...

La facturación relativa a comercios y a los establecimientos hosteleros no daban abasto por lo que era común que tuvieran que reforzar las plantillas de trabajo para estos meses de locura.

A todo esto había que sumar que las mercancías que se consumían en la isla y que llegaban en barco, algunas llevaban retrasos de varias semanas. En estos meses la población de Mallorca se duplicaba, las carreteras se llenaban de vehículos, las urgencias de los hospitales se colapsaban y las infraestructuras estaban al límite.

Por lo que todo esto llevó a la preocupación al gobierno de la isla y se estudiaron medidas específicas ya que lo que siempre se ha pretendido ha sido ofrecer un turismo de calidad. Y tal y como marchaban las cosas era evidente que algo estaba fallando. Atascos a la entrada de la ciudad, aglomeraciones de personas en las calles y centros comerciales era lo habitual.

Por suerte esto era una cosa puntual y pasados los meses de verano todo volvía a la calma. Septiembre era un mes para volver a la normalidad y aunque seguía haciendo calor y había turismo, no era la locura de los meses de Julio y Agosto que son los meses de vacaciones por excelencia.

De todas formas yo poco notaba estos extremos ya que vivía en un pueblo en el medio de la isla, y solo lo notaba cada vez que me tenía que desplazar por trabajo a Palma. Al tratarse de un pueblo de interior donde vivía, el lugar era un sitio de paso y no había el turismo que puede haber en las zonas en las que existía el atractivo de la costa.

Inca es uno de los pueblos con más población de Mallorca con más de 30.000 habitantes y estaba muy bien comunicado por autovía. De hecho tenía todas las comodidades de una ciudad grande pero con alguna limitación. Para mi esto no era una desventaja ya que me gustaba vivir en una zona más tranquila y tenía una buena calidad de vida.

Conforme salía de casa apenas había tráfico, aglomeraciones y apenas se oían ruidos. A la hora de correr también era una maravilla, ya que vivía a las afueras del pueblo en una zona residencial. Nada más salir de casa me metía por unas carreteras secundarias poco transitadas por vehículos en las que podía correr de un pueblo a otro pueblo sin pasar por las carreteras principales. Podía perderme por el interior de la isla sin apenas encontrarme con nadie y parecía que el tiempo se paraba.