126-EL ORIGEN. LA VOLUNTAD
UNA VOLUNTAD DE HIERRO
Javier Sanmartín Soler


La palabra voluntad proviene del latín (voluntas) y es la intención o el deseo de hacer algo. También se utiliza cuando hablamos de esfuerzo, coraje y determinación. Es una facultad de naturaleza espiritual y que no todo el mundo posee por igual. Platón consideró respecto a la voluntad que las elecciones concretas de los hombres eran responsabilidades de cada uno. Por su parte Aristóteles distinguió entre actos voluntarios e involuntarios y Albert Einstein afirmó: “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: La voluntad”.
La voluntad se educa ayudando a descubrir la libertad de cada uno, obrar bajo sus exigencias y necesita un aprendizaje gradual. Este aprendizaje se realiza a lo largo de toda la vida a base de repeticiones, se lucha, se vence, se cae y se vuelve a empezar. En ocasiones no responde a razonamientos lógicos y obedece más a creencias personales, intereses, emociones o sentimientos.
La voluntad también se puede entrenar. La fuerza de voluntad, el esfuerzo y el sacrificio están infravalorados en la cultura actual y las personas que entrenan esta cualidad suelen ser más felices. La inconstancia, la comodidad y la pereza son los enemigos que impedirán que consigamos nuestras metas.
Tener una voluntad fuerte se convierte en una herramienta que nos hará más grandes. No es algo con lo que nacemos, podemos desarrollarla y reforzarla unos más que otros. Esta íntimamente relacionada con cada persona y depende de factores como pueden ser:
La actitud.
La motivación.
La autoestima.
La determinación.
La constancia.
Tener fuerza de voluntad ayuda a fortalecerse psicológicamente. También hay que ser realista con respecto al objetivo y ser conscientes de nuestras limitaciones, pero hay cosas que son imposibles de conseguir por mucha fuerza de voluntad que tengamos. Los motivos que hay detrás de la voluntad y las razones que la impulsan suelen ser distintos.
Mi voluntad nunca antes había sido tan clara. Vivía un desconcierto absoluto hasta la fecha del juicio y sabía que me iba a llevar un tiempo recuperar la normalidad, pero tarde o temprano volvería. No soy conformista, ni me gustan las injusticias y soy de los que piensan que “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”. Vamos que aunque la pelea este perdida, mi naturaleza me hace luchar hasta agotarme.
Por muchos problemas que hubiera a mi alrededor mis creencias eran fuertes. Mis principios permanecían intactos y estos me habían hecho ser la persona que era. Cuantos más problemas y dificultades tuviera a lo largo del camino, más me iba a esforzar en perseguir mi propósito y no me detendría hasta conseguirlo.
Entrenar carreras de resistencia también ayuda a forjar este carácter y eso llevaba haciendo años, así que solo tenía que aplicar los mismos principios que había aprendido. Estaba acostumbrado al esfuerzo, correr me había enseñado a confiar en mi mismo y como enfrentarme a todo tipo de situaciones.
Los corredores de resistencia tienen un carácter peculiar y por lo general suelen ser: discretos, reservados, un poco introvertidos, trabajadores, luchadores, constantes y están familiarizados con la soledad. Este último punto es algo importante ya que estas pruebas implican correr muchas veces en solitario, con la única compañía de uno mismo durante muchas horas. Yo entrenaba estas pruebas y mi carácter encajaba bastante con esa descripción.
Habían intentado arrebatarme muchas cosas en los últimos meses, algunas cosas habían podido quitármelas y otras no, pero había una en especial que era imposible que me pudieran quitar, ya que ni siquiera podían alcanzar y mucho menos entender. Esa era mi fuerza de voluntad.
Como dijo Confucio: “Se puede quitar a un general su ejército, pero no a un hombre su voluntad”.