118-EL ORIGEN. SALTAR SIN RED
EPOCA DE VACAS FLACAS
Javier Sanmartín Soler


Me considero una persona bastante optimista, pero había días que se me hacían cuesta arriba ya que existían varias cosas que me preocupaban. En primer lugar os diré que la situación en la que estuve un tiempo no fue muy agradable y no lo digo en plan llorón o para dar pena. Lo único que me preocupaba como ya he dicho muchas veces era mi hija.
En esos momentos mi situación económica era bastante precaria, ya que al separarme mi ex pareja me dio una pequeña cantidad de dinero que resultó insuficiente para poder costear a un abogado. Cuando digo que me dio dinero (no es que me regalara nada ya que era de los dos) lo digo porque ella era la que se encargaba de las finanzas y hacía y deshacía a su antojo. Yo no sabía ni las contraseñas para acceder y confiaba en su gestión. En fin... que cuando me dejó me dijo que no me preocupara del dinero y me ingresó lo que ella consideró justo.
Por suerte contaba con mi capacidad de ahorrar ya que yo era una persona que me organizaba bien y me recompuse, aunque me llevó tiempo. Las cosas no iban a quedar así, ya que su situación económica era mucho mejor que la mía al terminar la relación. Y cuando le hablaba de eso, no quería saber nada y me respondía con evasivas. Pero para eso existían las demandas. Ella era incapaz de tomar cartas en el asunto y me quería dejar en una situación comprometida con una niña pequeña que yo también tenía que cuidar. Pero dudo mucho que eso le importase ya.
Primero tendría que demandarla por temas relacionados con la custodia y más tarde lo haría por temas económicos. No es que me hiciera ilusión acabar en los juzgados pero era la única solución. Además estoy seguro de que ella pensó que me iba a cruzar de brazos ya que para poner una demanda hacía falta un abogado y un procurador que no son baratos. Yo en esos momentos no era solvente y ella lo sabía. Pero lo que nunca iba a hacer era cruzarme de brazos ya que nunca lo he hecho en mi vida y aquello ya se había convertido en una cosa personal.
Para mí el dinero solo era algo material y siempre me ha dado igual. Todo el que me conoce lo sabe. Por suerte tengo un trabajo que no se cobra mal y me daba para vivir de sobra. No iba a permitir que a partir de ese momento nadie ninguneara el dinero que necesitaba para cuidar de mi hija.
Por otro lado de repente yo me había quedado sin coche, ya que el vehículo familiar se lo quedó ella. No es que fuese mío ya que lo había comprado ella, estaba a su nombre y casi siempre lo conducía ella. Pero curiosamente, yo tuve que vender un coche seminuevo que tenía cuando la conocí y con el dinero que saqué de la venta, ella canceló el préstamo del suyo. Lo cierto es que andar sin coche después de tantos años me daba la impresión de que daba un paso atrás. Perdía algo de independencia y de libertad para desplazarme. Pero podía vivir sin coche durante un tiempo y no me importaba del todo.
Yo solo tenía una moto que tenía desde hacía 11 años. Era una buena moto, bastante fiable y hasta la fecha nunca me había dado problemas. Cada vez que tenía que ir a trabajar tenía que recorrer 38 kilómetros (unos 25 minutos de tiempo) hiciera calor, frío, lloviese, fuese de día o de noche. Afortunadamente también contaba con ropa adecuada para ir en la moto y que no me afectasen las condiciones climáticas en exceso. Pero cada vez que conducía con lluvia juraba y maldecía por el riesgo que existía de caerme.
La moto limitaba mi capacidad de llevar a mi hija a cualquier parte impidiéndome hacerlo. Por lo que estaba fastidiado. La solución era sencilla: comprarme un coche para así poder desplazarme. Lo que pasa es que no me parecía bien gastarme el dinero que tenía ahorrado, sabiendo todo lo que me iba a venir encima en cuestión de meses. Por lo que decidí aguantar y resistir.
Estaba solo completamente en la isla, los días que pasaba con mi hija estaba entretenido y los días en que no la tenía pasaban despacio. A veces tenía la sensación de que si me pasaba algo nadie me iba a echar de menos ya que no tenía ninguna persona conocida cerca. También estaba el factor anímico que en situaciones así estaba por los suelos, ya que cuando suceden estas cosas las personas necesitan un tiempo para recuperarse.
Tampoco me podía permitir el lujo de ponerme malo muchos días o contraer algo grave ya que no quería prescindir de ver a mi hija los días que me tocaba. Me llovían tortas por todos los lados. No podía perder la concentración ni un solo instante, ya que en cuanto me relajaba un poco, me caía otra ostia sin esperarla. Hasta corriendo me sentía vulnerable, ya que por donde corría algún coche no respetaba la distancia de seguridad y me pasaba cerca.
Lo único que podía hacer era aguantar el temporal ya que tarde o temprano esta situación tendría que cesar. Cada día recordaba lo que había pasado los últimos meses y las consecuencias que traería todo esto. Los días que no cuidaba a mi hija trabajaba y entrenaba, no tenía mucha más vida pero de momento no quería saber nada de nadie. Correr despejaba mi cabeza saturada y renovaba mi energía.
Estaba acostumbrándome a aguantar y a hacerme más fuerte de lo que los demás pensaban que podía ser. Estaba aprendiendo a luchar en silencio y sobre todo estaba aprendiendo a encajar golpes sin protestar. Después de eso ya veríamos que pasaría. De momento tenía que mantener la calma y la serenidad y os aseguro que no era nada fácil. Pero siempre me han fascinado los desafíos y aunque estaba bajo mínimos estaba recomponiéndome poco a poco.