114-EL ORIGEN. HABLAR MIENTRAS CORRES
DE ESTA FORMA ME DISTRAIGO
Javier Sanmartín Soler


A veces es importante relajarse, distraerse y poder hablar con un compañero o amigo mientras hacemos deporte. Correr a una intensidad moderada mientras hablamos es beneficioso para el corazón. Se supone que aunque llevemos una conversación, el pulso tiene que estar algo acelerado y también nos tiene que faltar algo de aire. Si no supone ningún esfuerzo no existirá el beneficio cardíaco.
Por otro lado hay gente que piensa que si puede hablar mientras corre, no corre de verdad y en parte tiene razón. Pero no es lo mismo un velocista que un ultra fondista y en carreras o en entrenamientos intensivos uno no puede hablar. Mientras se entrena se puede hablar, pero hacer esto está indicado para entrenamientos con intensidades suaves o moderadas que no nos exija un gran esfuerzo. La sensación de que nos falta aire es un claro indicador de que hay que disminuir la velocidad.
Por eso en los entrenamientos de fondo prima más el tiempo que llevar intensidades elevadas y en ellos es posible mantener conversaciones. Cuanto más se desarrolla la capacidad pulmonar más tiempo podremos hablar y con esto se consigue controlar de forma automática la respiración.
Yo no tenía un compañero para poder charlar mientras entrenaba, pero desde hacía tiempo que había descubierto algo parecido. Fue todo un descubrimiento para mi y me resultó útil. Me facilitó enormemente poder comunicarme y a la vez podía desahogarme. El caso es que utilizaba el teléfono para escuchar música y distraerme mientras corría. Además, los mismos cascos con los que escuchaba música (al disponer de micrófono) me servían para poder hablar por teléfono, lo que resultaba bastante cómodo a la hora de entrenar. Era una buena manera de aprovechar el tiempo mientras salía a correr. Así podía hablar con la gente que quería sin descuidar mi preparación.
Intentaba estar en contacto con mis familiares y amigos y hablaba con ellos con cierta frecuencia. Si no conseguía hablar con ellos escuchaba música. Dependiendo de con quien hablara el contacto era semanal, con otros era un poco más espaciado ya que cada uno tenía su vida, su familia y tampoco quería molestar excesivamente. Eso si, cuando hablaba con ellos podíamos estar varias horas conversando. Me gustaba la soledad pero aquello era demasiado incluso para mí. Mallorca es una isla preciosa, pero no tenía amigos de verdad. Mi familia y mis amigos de verdad estaba a cientos de kilómetros de allí por lo que mi felicidad no era del todo plena.
No tenía problemas para hacer amistades ya que tenía vecinos agradables, conocidos y buenos compañeros de trabajo pero vivía una situación personal complicada y lo que menos me apetecía en esos momentos era hacer nuevas amistades o socializarme más.
Por eso hablar por teléfono suponía para mí un gran desahogo. Hablaba con mis padres, con mi hermano, mi tía, mis amigos... era práctico, podía hacerlo a la vez que entrenaba. Cuando comencé la gente se sorprendía al escucharme algo fatigado y les resultaba extraño que pudiera hablar mientras corría, pero cuando se acostumbraron era cuestión de elegir bien las horas para que pudiésemos hablar extendidamente.
No quería abusar de sus atenciones ni preocuparlos en exceso ya que poco a poco fueron conociendo mi situación y fueron conscientes de todo lo que estaba viviendo. Tenía que dosificar en cierta medida mis emociones al hablar con ellos, había veces en que lo conseguía y otras no, para que esto no pasase a veces tenía que hacer un verdadero esfuerzo.
Había días en los que desde que salía de casa corriendo hasta que volvía me los pegaba hablando por teléfono. Un día me pegué hablando más de dos horas y media. Estaba tan distraído en la conversación que apenas me enteré del entrenamiento, por lo que seguí corriendo después de colgar durante una hora más.
Mientras hablaba estaba distraído y entretenido haciendo lo que me gustaba, más concentrado en la conversación que en cualquier cosa. Trataba de llevar la velocidad que llevo normalmente al correr. Cuando había alguna cuesta o repecho que me exigía mayor esfuerzo permanecía callado y escuchaba lo que me decían. En el trascurso de las conversaciones se hablaba de todo. Era como estar en casa, cuando todos saben como eres puedes hablar con total libertad sin que haya malentendidos.
Aunque estaba lejos me interesaba por sus vidas y en esos momentos hablar me reconfortaba enormemente. Tampoco ellos podían hacer mucho más que escucharme y apoyarme. Pero para mi ya era bastante.