105-EL ORIGEN. EL PROPOSITO

HAY QUE VOLVER A ENCONTRAR EL CAMINO

Javier Sanmartín Soler

A los 28 años empecé a correr y descubrí que era una forma estupenda de canalizar mi energía. Comencé corriendo un par de días a la semana para luego entrenar casi todos los días. Con el tiempo se convirtió en algo indispensable para mí y fui capaz de correr cualquier distancia que me propusiera. Lo cierto es que no se me daba mal.

De los 28 años a los 37 había corrido todo tipo de carreras, desde 10 Km hasta carreras de poco más de 100 Km aunque no me gustaba competir y lo hacía por distracción. Compaginaba los entrenamientos con una rutina de ejercicios que yo mismo realizaba en casa. Estos ejercicios incluían sobre todo abdominales y pesas. Todo esto contribuía a que mi cuerpo estuviera más compensado. A primera vista mi aspecto no era el de un corredor, ya que generalmente estaban más delgados que yo. Pero esto a mi no me importaba y mi peso rondaba los 72 Kg y mido 172 cm.

Después de pasar un mal momento fue cuando decidí que tenía que seguir haciendo lo que me gustaba y no por ello debía dejar de entrenar. La vida continuaba y ahora disponía de bastante tiempo libre para dedicarlo a hacer lo que yo quería y en ese momento lo que más me apetecía era desahogarme.

No es que no estuviera satisfecho con lo que corría hasta la fecha ya que lo estaba, la cuestión era que mi cuerpo estaba soportando mucha tensión y tenía que darle salida. Mi familia era la única que me había frenado para no estar horas y horas entrenando sin que se viera perjudicada. Pero la situación ahora era distinta y aunque seguía pensando en mi hija ahora también quería hacer algo por mi.

La idea que tenía era la de poder entrenar y correr hasta desahogarme por completo. En mi cabeza existían preocupaciones y evidentemente la primera era mi hija que ocupaba la mayoría de mis pensamientos. La tenía presente a todas horas desde que me levantaba y pensaba en ella continuamente hasta que me acostaba y mi último pensamiento antes de dormir era también para ella. Cuando corría, cuando estaba trabajando, cuando no estaba con ella... era mi mayor preocupación.

Otra cosa que me inquietaba era mi pie derecho. Desde hacía ya un tiempo, como consecuencia de correr se me había desviado ligeramente algún hueso del pie. Concretamente el metatarsiano del dedo pequeño. No era del todo grave, mas bien era algo molesto sobre todo si no paraba de correr. Esta desviación hacía que de vez en cuando apareciera un pequeño dolor incómodo en el pie. Debía corregir esta desviación ya que si no a la larga tendría problemas. Por lo que era preciso que acudirá al médico para ver las opciones que podía tener. No me preocupara en exceso, pero tenía que hacerlo. Yo mismo notaba que al correr con el paso de los kilómetros era lo primero que se resentía de mi cuerpo y si quería seguir haciéndolo tenía que remediar esa cuestión. No quería tener una fractura por estrés por no parar de correr sin dar el suficiente descanso a mis pies.

Con estas preocupaciones empecé a entrenar a partir del mes de Febrero. Solo quería correr y estar tranquilo, cosa que en esos momentos necesitaba. No tenía objetivos en mente, yo iba a ir entrenando y luego ya veríamos a donde me llevaba esto. Me gustaba organizar las cosas con tiempo y ser prudente.

Cuando empecé tenia mucha rabia y correr canalizaba perfectamente esos malos sentimientos hasta prácticamente mantenerlos a unos niveles aceptables.

En la cocina de casa tenía colgado un calendario en el que apuntaba meticulosamente todos los entrenamientos y los kilómetros que realizaba. Mi única pretensión era hacer deporte y con el tiempo participar en alguna carrera. Me gustaban las pruebas que no estaban masificadas y cada vez era más difícil dado que las carreras que me gustaban estaban de moda y cada vez tenían más demanda. Las más conocidas superaban con creces los miles de inscritos, pero a esas no pensaba ir.

Esa era la teoría, luego ya veríamos. Tenia por delante bastante tiempo para pensar bien las cosas y de momento solo quería estar tranquilo y perderme en la isla de Mallorca. Pero no todos querían lo mismo para mi y en esos momentos me encontraba en medio de una tormenta. Me vino bien correr para desahogarme y mantenerme centrado. De hecho al principio no me preocupaba mucho mi integridad física y necesitaba destrozarme.